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Nosotros estamos con “los de la tendinitis”, ella con quienes nos enferman y matan

Desde sus orígenes, el movimiento obrero emprendió tenaces combates en defensa de su propio cuerpo y mejores condiciones laborales, contra el atropello capitalista.

Lucho Aguilar

15 de septiembre 2011

Desde sus orígenes, el movimiento obrero emprendió tenaces combates en defensa de su propio cuerpo y mejores condiciones laborales, contra el atropello capitalista.

En el primer acto mundial del 1° de Mayo, Buenos Aires tuvo su tribuna. Era 1890 y el discurso se leyó en cinco idiomas, ante miles de inmigrantes polacos, italianos, alemanes. Pero sobre las banderas de lucha no había confusiones: jornada de 8 horas; prohibición del trabajo de menores, y del trabajo para la mujer que afectase su salud; inspección de los talleres por delegados remunerados por el Estado; seguro contra accidentes a cargo de los empresarios.

Eran épocas en que nadie trabajaba menos de 12 horas, y las mujeres y niños sumaban el 65% de la mano de obra industrial, pero cobraban la mitad de salario. Por eso planchadoras, telefonistas y fosforeras protagonizaron algunos de esos conflictos iniciales, a veces enfrentando los prejuicios de sus propios compañeros.

La primera huelga general ferroviaria surgió desde los talleres de Tolosa, dirigida por socialistas y sindicalistas. Veinte mil obreros enfrentaron a los capitales británicos por la implantación de las ocho horas, descanso los domingos, y el pago doble de las horas extras (que sólo podrían realizarse en casos excepcionales).

La huelga de la construcción de los años 30, encabezada por militantes comunistas que organizaban el sindicato, denunciaba los accidentes en las obras y la salud de los albañiles, que se preguntaban en el sepelio de uno de ellos: “¿es que la vida de un obrero vale menos que una bolsa de cemento? “

En los años 50, el movimiento obrero de mayoría peronista enfrentó, a pesar de sus dirigentes, el aumento de la productividad fabril que los capitalistas habían acordado con Perón, e impulsaba la “Revolución Libertadora”.

A finales de los ‘60, los obreros de Fiat Córdoba denunciaban “el desprecio que ciertos profesionales, ligados por intereses de clase a la patronal, sienten por hombres que tienen la categoría de obreros”. Así fue que organizaron los sindicatos clasistas SITRAC-SITRAM, que se planteaban luchar contra lo que llamaban “la maquinita de enfermar”. Entonces exigieron la declaración de insalubridad en el sector Forja y las 6 horas; la corrección de las temperaturas de planta; y la solución de las grandes deficiencias del centro médico.

Algo similar a lo que, unos años después, harían los obreros de Mercedes Benz, cuando elegían una comisión interna combativa para enfrentar a la multinacional alemana y participar del ascenso obrero de los años 70. Como recuerda uno de los delegados de entonces, “exigimos que los trabajadores integrasen las correspondientes escalas salariales según sus tareas, que en las áreas de trabajo insalubre no debía sobrepasarse una determinada cantidad de horas diarias. Pero la empresa no quería saber nada, y resolvimos no hacer horas extras”.

Ellos

Mercedes Benz, la marca que festejó con Cristina sus 60 años y el boom automotriz, fue una de las empresas que apoyó el Golpe de 1976, que vino a aplastar a sangre y fuego ese poder que surgía de las líneas de producción. Así logró imponer las condiciones de trabajo que necesitaba en su planta de González Catán, hasta aumentar la productividad un 30% en pocos meses.

La historia comprobó que la burocracia de José Rodríguez (SMATA) fue cómplice. Llegó a firmar un convenio con las automotrices para recibir el 1% de la venta de cada auto, a cambio de colaborar con la “erradicación de elementos negativos” de las fábricas. Tras el golpe, la propia gerencia de Mercedes entregaría la lista de los 17 referentes del activismo, 14 de los cuales están desaparecidos.

Hoy, mientras el récord de producción industrial se sostiene sobre los nervios y los músculos de la clase obrera, la Presidenta se burla de las trabajadoras del subte. “Estos de la tendinitis” los llama. Se burla de los que hacen funcionar el transporte y las fábricas, de los que ayer soportaron el golpe militar apoyado por Mercedes y los Roggio. Porque los trabajadores del subte también enfrentaron el régimen laboral que impuso Videla, que empezó por quitarles las 6 horas por insalubridad.

Y mientras se burla, posa con los que ayer golpearon los cuarteles y hoy se benefician con “las virtudes del modelo”, el que hace correr como plagas la tendinitis, las hernias y lumbalgias. La que bate los récords de accidentes laborales desde el campo a la industria.
 
Nosotros

Pasaron 120 años de aquellas primeras luchas. Luchas que impulsaron la organización obrera en el rechazo al despotismo de los patrones, y la defensa de la propia salud. Que nutrieron la militancia sindical y política, que engendraron las primeras comisiones internas y revolucionaron los sindicatos. Que lograron innumerables conquistas en las condiciones de trabajo, a veces plasmadas en los convenios, otras impuestas en los hechos.

Esas conquistas fueron atacadas por la dictadura y luego el menemismo. Hoy es Cristina la que embiste contra los que denuncian los efectos sobre sus cuerpos de los nuevos negocios empresarios.

Por eso vale recordar quienes somos.

Somos los hermanos de aquellos militantes obreros que enfrentaron el golpe de las máquinas, que denunciaron la dictadura del cronómetro y los alcahuetes de los patrones.

De los obreros de Zanon, que antes de iniciar la gestión obrera pararon la fábrica 9 días porque Daniel Ferrás había muerto por falta de atención médica; hasta que impusieron la comisión obrera de seguridad e higiene.
De los obreros de Kraft, que fueron a la huelga contra quienes querían arriesgar su salud en medio de la epidemia de Gripe A. Y más tarde por la muerte de Marcela Ortega, denunciando que los departamentos médicos responden a los intereses de las empresas, y que se mantiene una legislación impuesta por Videla.

Somos los revolucionarios - como dice la Presidenta- los que reivindicamos esas tradiciones históricas, para organizar a nuestra clase en defensa de sus condiciones de vida. Hasta liberar a la humanidad de la explotación asalariada.

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