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Nacionales

Entre el plebiscito electoral de Kirchner y las luchas de los trabajadores

La vanguardia obrera es protagonista

5 de mayo 2005

El peronismo

El kirchnerismo se lanza a la campaña para plebiscitar su gobierno apoyándose en la buena imagen pública debido a los “beneficios” de la reactivación económica. Después del acto realizado en Obras Sanitarias donde la Primera Dama ocupó el centro de la tribuna, los Kirchner se lanzan al ruedo electoral para garantizar el triunfo del PJ en octubre. La estrategia asumida es, según palabras de un alto funcionario citado por Debate, la de “kirchnerizar la campaña. Más que votar al peronismo hay que lograr que se vote a la pareja presidencial”. En criollo, hacer presentable a todos los impresentables que anidan en el peronismo. Nuevamente se revela el contenido de salvataje del viejo régimen y sus representantes que vino a encarnar el presidente “progresista”.
También es un botón de muestra que, más allá de la fortaleza coyuntural del PJ y de su “hegemonía” en el campo de la política burguesa -ayudado por la ausencia de oposición a la vista-, el viejo partido del General Perón necesita recurrir al estilo K y a los artilugios del marketing político “progresista” para poder darle un viso de legitimidad a su supervivencia como fuerza en la escena nacional. Es una confesión de que la crisis de los viejos partidos del régimen sigue latente y es precisamente uno de los pilares de la debilidad estratégica del gobierno peronista.
El objetivo del gobierno es acompañado por la burocracia sindical que se ha prestado como furgón de cola de esta política justo cuando existe una oleada de luchas obreras por aumento salarial que enfrenta a los dictados económicos del oficialismo, que en consonancia con el interés capitalista quiere mantener los salarios comprimidos o en el mejor de los casos otorgando aumentos irrisorios muy por debajo de la inflación. Nuevamente la burocracia actúa como agente del gobierno, otorgando una tregua de hecho y bombeando las luchas reivindicativas. Hay que decir que en este sentido no sólo actuaron Moyano, Rueda y los gordos de la CGT, sino también la CTA. 

Las luchas obreras

Las actuales luchas obreras tienen como motor -en su gran mayoría- el reclamo salarial. Uno de sus símbolos fue el Hospital Garrahan que consiguió un aumento de $300. Tiempo atrás, el subte había impuesto un “piso” reivindicativo de $1.600, y encendido la mecha para que otros trabajadores se pusieran en movimiento exigiendo que los aumentos se incorporen al básico. Triunfaron también los docentes salteños y –aunque con menor repercusión- los aceiteros rosarinos. La otra lucha simbólica, la de Lafsa, cuya reivindicación era la defensa de las fuentes de trabajo y de las condiciones laborales en el traspaso a LAN, culminó con una victoria.
Los actuales conflictos no se circunscriben a la Ciudad de Buenos Aires sino que se dan en gran parte del país. En el Gran Buenos Aires hacen punta los obreros del Astillero Río Santiago y los de la salud. En Chubut existe una durísima lucha de los pesqueros y en Neuquén, de los trabajadores de la salud. Incluso ante el empuje de la base que quiere recuperar un salario deteriorado por la inflación, la burocracia sindical en algunos lugares se ve obligada a llamar a la lucha apremiada por no perder su control. Tenemos el ejemplo del reciente paro nacional del SMATA –levantado tras la conciliación obligatoria-, de ATE en provincia de Buenos Aires, o el llamado a paro de CTERA para el 20 de mayo.
El nuevo cuadro de luchas obreras muestra la necesidad de profundizar el camino de la reorganización democrática para triunfar, perforar el techo salarial que quiere imponer el gobierno y obtener el conjunto de nuestras reivindicaciones. Impulsar asambleas, cuerpos de delegados, recuperar las comisiones internas y los sindicatos de manos de la burocracia. Allí donde se puede hay que imponerle a los dirigentes la lucha y en todos los casos, organizarse –si es necesario sigilosamente- para superarlos. Hay que arrancarle a los dirigentes sindicales la realización de un paro nacional y un plan de lucha.
Las luchas actuales muestran la justeza de la política de coordinar a todos los sectores combativos planteada en el Encuentro del 2 de abril y que se plasmó públicamente en la tribuna del acto del 1° de Mayo. También señala la necesidad imperiosa de un nuevo encuentro con mandato de base abierto a todos los trabajadores.

Algunas conclusiones de las luchas

La primera conclusión es la necesidad de salir a luchar para imponer la satisfacción de las demandas postergadas.
La segunda, está dada por los métodos a utilizar -en algunos casos los conflictos asumen características de huelgas salvajes-. La asamblea como instancia soberana de discusión y decisión colectiva, la militancia de los activistas, son la base de la fuerza y la contundencia de las medidas.
La tercer conclusión es que están surgiendo formas de solidaridad –como el paro de media hora del subte en apoyo a Lafsa y el Garrahan- y de autoorganización y coordinación de los conflictos que superan la división y tienden a unificar los reclamos. Es el caso de la Interhospitalaria bonaerense, de la Multisectorial en La Plata, la coordinación de los trabajadores de la salud en Neuquén o los Autoconvocados de Salta.
La cuarta conclusión -y la más significativa- es la recuperación de las comisiones internas y los cuerpos de delegados donde se destaca una nueva dirigencia. Hoy día este proceso recorre centralmente los servicios así como el sector público, pero es aún incipiente en las fábricas.
Los medios de comunicación tomaron nota de este fenómeno presentándolo como una “interna sindical”. Lo que les preocupa, es justamente este proceso de reorganización desde abajo que amenaza la hegemonía del actual poder sindical, divorciado patentemente de los intereses obreros. Un elemento a señalar que acompaña este proceso es que en muchos casos a su frente se encuentran diversos militantes y ex integrantes de la izquierda, centralmente de las corrientes que se reclaman socialistas revolucionarias. Una señal de la pérdida de influencia del peronismo entre los trabajadores, que plantea la posibilidad de que se fortalezca una perspectiva clasista.
La recuperación de la organización de base muestra una tendencia a reconquistar la autonomía obrera y el control en el lugar de trabajo, comenzando a poner en cuestión el despotismo sin fisuras que reinaba en las empresas en la década del ’90, luego de las derrotas sufridas por la clase trabajadora a manos del menemismo. Por ahora es una tendencia, que de madurar y concretarse indicará un movimiento de contenido estratégico que puede fecundizar nuevas gestas revolucionarias y el camino de la independencia de clase. Tengamos presente que históricamente la clase obrera argentina organizada en las comisiones internas y cuerpos de delegados, aún bajo la hegemonía del peronismo, hizo gala de una enorme combatividad logrando poner un límite a la explotación de la fuerza de trabajo y a la realización de las ganancias capitalistas. Este poder social, en momentos de crisis nacionales, fue el factor dinamizador de una fuerza obrera que tendió a superar los marcos políticos de la burocracia sindical y señalar una perspectiva independiente. Así sucedió, en 1974 cuando una serie de huelgas salvajes contra el Pacto Social enfrentaban al gobierno peronista y la burocracia sindical, destacando a su frente a una combativa vanguardia obrera que más tarde, en junio y julio de 1975, forjaron las Coordinadoras Interfabriles y la huelga general que dieron por tierra con el plan Rodrigo y echaron a López Rega.

La independencia de clase

El actual gobierno kirchnerista dice estar por un capitalismo en serio que reconstruya la alianza entre la burguesía nacional y los trabajadores. Intenta usufructuar el enorme peso muerto de la tradición y reproducir la ideología y el imaginario del peronismo, que se postulaba como un movimiento nacional y de conciliación entre las clases. Su agente entre los trabajadores es –como ayer- la burocracia sindical, que transforma a las organizaciones obreras en un apéndice del estado y la política burguesa. Mientras tanto el kirchnerismo lejos de ser un freno al imperialismo se convierte en un custodio de sus intereses. Lejos de bregar por la “justicia social” es garante de las ganancias capitalistas y la explotación obrera. Hoy tanto la CGT como la CTA, actúan dividiendo a los trabajadores y subordinando a los sindicatos a las necesidades de la política burguesa, como agentes de la interna peronista, como el caso de Moyano y De Petris (CTA) o la burocracia piquetera de D’Elia (FTV) y Ceballos (Barrios de Pie), o como agentes del fallido Encuentro de Rosario, De Gennaro. (Con respecto de este sector hay que señalar que la existencia de un gobierno peronista que la juega de progresista, le quita margen de maniobra a los intentos de reconstruir una centroizquierda de tipo frentepopulista –como quiere el PC-, lo que pone de manifiesto la falta de independencia de estas expresiones políticas, divididas actualmente entre semikirchneristas y gorilas. Esta debilidad favorece el avance de la vanguardia obrera a posiciones clasistas)
Por esta razón, una conclusión fundamental a extraer de la historia de nuestra clase, en estos momentos de recomposición de sus fuerzas, reside en la necesidad de conquistar la independencia política de los trabajadores como condición indispensable para avanzar en una salida a la crisis nacional. La ausencia de este factor fundamental, impidió que en la segunda mitad del siglo XX los trabajadores dieran una respuesta a la crisis nacional y la supervivencia del peronismo, que en la década del ’90 liquidó una a una las conquistas históricas que la clase obrera había arrancado con su lucha.
La clase obrera tiene la necesidad de recuperar sus organizaciones y ponerlas al servicio de constituir la base y construir una herramienta política propia, un Partido de Trabajadores, que dotado de un programa independiente postule a la clase obrera como dirección política de la nación oprimida. Nuestro llamado frente a las elecciones de octubre a la izquierda obrera y socialista a levantar un Frente de Trabajadores se inscribe en esta perspectiva.
Apostar a la independencia política de los trabajadores es colaborar a que nuestra clase tome un curso estratégico de ruptura con el peronismo y al surgimiento de una dirección revolucionaria que luche por imponer un gobierno obrero y popular.

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