Los empresarios y sus voceros, resignados ante la legitimidad de los reclamos salariales, han recurrido a distinto tipo de argumentos para limitar los alcances de la acción obrera. Sus portavoces han dicho que los aumentos deben ser distintos según como le vaya a cada sector de la economía, que los aumentos de salarios provocarán inflación o que estos deben ser muy limitados para permitir la “acumulación”. No pudiendo cuestionar la existencia de huelgas por reclamos salariales, han centrado sus dardos sobre la “metodología” utilizada por los telefónicos-como la ocupación de edificios- y trabajadores del subte –no acatamiento a la conciliación obligatoria. La burocracia sindical, por su parte, apuesta a que la situación se descomprima con el aumento por decreto del gobierno, mientras sigue la negociación por sector: hay hoy en curso 149 negociaciones colectivas, la mayoría de los cuales incluyen nuevas normas “flexibilizadoras” a cambio de pequeños aumentos salariales.
Lo cierto es que luego de la devaluación la brutal caída salarial fue aprovechada por los capitalistas para obtener una fuerte alza de la ganancia empresaria. El “capitalismo en serio” de Kirchner y Lavagna se ha sostenido en base a “salarios asiáticos” y los empresarios quieren la mayor continuidad posible de esta situación. Como es sabido desde Marx en adelante, la ganancia capitalista surge de la plusvalía, del trabajo no pago del obrero que se apropia día a día el empresario. De ahí el carácter intrínsecamente explotador del sistema. La “puja distributiva” hoy existente es una disputa de los trabajadores por arrancar a la patronal una porción de esa plusvalía.
Sobre que el aumento de salarios provocaría inflación por el crecimiento de los costos, lo cierto es que en numerosas ramas los salarios representan una pequeña proporción del total de la facturación de las empresas: en las telefónicas, por ejemplo, no llega al 13% del total del personal y a un 5% si descontamos el plantel gerencial y de supervisión... Pero igualmente hay una forma sencilla de garantizar que efectivamente los aumentos provendrán de un recorte de la ganancia empresaria y no serán trasladados a los precios: el establecimiento de un sistema de precios máximos para todos los productos de la canasta básica, garantizado a partir de la vigilancia de los trabajadores mismos sobre la contabilidad de las empresas. Por último, el argumento sobre la “necesidad de acumulación” es verdaderamente irrisorio: los capitalistas argentinos tienen más de 130.000 millones de dólares en el exterior, que sólo han invertido en cuentagotas a pesar de los dos años de crecimiento económico.