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Informaciones Obreras

La izquierda y el nuevo movimiento huelguístico

28 de diciembre 2004

¿Se puede decir que el fin del año 2004 es el comienzo de la intervención de la clase trabajadora?

Apenas empezó, porque todavía no vivimos un ascenso generalizado, pero las huelgas de los servicios públicos, como la de los telefónicos y el subterráneo, hicieron sentir el enorme poder social de los trabajadores. Los obreros de la industria todavía parecen estar más atrás, porque pesa más la división de las filas obreras, amplios sectores contratados, en negro, que quedan por fuera de toda organización sindical. En algunas fábricas se libran luchas defensivas, como en Parmalat, y no todavía de características ofensivas como lo son las luchas por el salario, pero ya se nota otro estado de ánimo, amplia discusión y en algunos casos asambleas en las grandes fábricas. El compañero Chiche Hernández me cuenta que en Siderar de San Nicolás, la fábrica más grande del país, aún después que la UOM consiguió un aumento se inició un movimiento con un petitorio por mayor aumento de salarios. Creemos que se inició un proceso que va a llegar a todo el movimiento obrero. Los ejemplos de las huelgas de telefónicos y subte fueron un golpe en la conciencia de millones de trabajadores. Ya es un lugar común decir que entró un actor que había estado prácticamente ausente desde las jornadas de 2001, algo que antes insistíamos sólo los marxistas del PTS. Y no solamente en Argentina, a nivel mundial también se está moviendo con las huelgas en Brasil, en Bolivia, en Europa, en Francia y en Italia, y esa clase obrera está comenzando a mostrar su potencial.

¿Qué elementos se destacan de este nuevo movimiento de huelgas?

Tiene una combinación de elementos nuevos y viejos. A simple vista parece una vuelta de los viejos sindicatos, pero esto es superficial. Analistas del movimiento obrero como Julio Godio destacan que “Este proceso está signado por movilizaciones desde las bases sindicales. Dado que las centrales sindicales –principalmente la CGT– fueron muy cautelosas después de los sucesos de diciembre de 2001 y se cuidaron de no colocar al movimiento sindical como actor principal en una escena de grandes dificultades para salir del default” (Suplemento Cash de Página/12, del 26 de diciembre).
Y cómo esto es así, en estas huelgas han tenido peso las asambleas de base y los cuerpos de delegados. En el caso de subte, un cuerpo de delegados opositor a la conducción de la UTA, un gremio que fue clave en los paros generales a De la Rúa, como parte del moyanismo, pero con una metodología donde las medidas de fuerza se anunciaban o se levantaban por televisión; y la propia dirección de FOETRA, ligada a las centrales sindicales, está obligada a declarar que las resoluciones definitivas de las negociaciones con el gobierno se toman en las asambleas, aunque esto después no se haga del todo efectivo. Esto es un subproducto de varios factores. Por un lado, los elementos de acción directa como las tomas de edificios, los cortes de vías, los piquetes de huelga, o el mismo “movimiento asambleario” al interior de los sindicatos son, en un sentido, una refracción del 2001, formas de acción y organización que utilizaron otros sectores de clase y ahora los retoman los trabajadores ocupados. Con excepción de una vanguardia obrera en las fábricas ocupadas, en especial los obreros de Zanon con el control obrero y el sindicato ceramista de Neuquén, que se mueve con mandato de asambleas de base, casi no hay ejemplo de sindicatos militantes; y ahora se abre esa posibilidad.
Por otro lado, desde 2001 se vino desarrollando un fenómeno de recuperación de la oposición en los sindicatos que nuestro partido siguió con atención y en los que participamos activamente. Listas sindicales como en la industria de la alimentación que hace unos meses obtuvo el 20 % de los votos contra Daer y ganó en las principales fábricas donde dirigen comisiones internas opositoras, o la recuperación del cuerpo de delegados del Astillero Río Santiago, donde trabajo. El resto de la izquierda no le dio importancia, porque estuvieron centrados en organizar colaterales partidarias en el movimiento de desocupados, pero esos fueron los primeros elementos preparatorios de lo que estamos empezando a ver ahora. Todavía estamos en los inicios, estas huelgas son apenas el emergente de un proceso extendido en todo el movimiento obrero, masivo, aunque aún no se traduzca en acciones generalizadas: el reclamo de recuperar el salario y el odio y desconfianza en las viejas direcciones burocráticas de los sindicatos. 

¿Qué obstáculos enfrenta este proceso?

En primer lugar, sin duda, la burocracia sindical y el peronismo. El gobierno de Kirchner abrió ilusiones de mejoras en la clase trabajadora, por eso estas huelgas no son de enfrentamiento directo al gobierno, no son huelgas políticas. Van contra las empresas, empieza a haber bronca antipatronal porque los trabajadores ven que se han llenado de plata, que se está produciendo más. Se puede decir que en este sentido son huelgas distribucionistas, que no cuestionan la propiedad directamente, pero así y todo los trabajadores han hecho más, en unos pocos días, por la “redistribución del ingreso” que miles de declaraciones de la dirigencia de la CTA que desde la devaluación viene rogándole a Kirchner que distribuya desde arriba.
Es que, cuando la clase trabajadora se pone en movimiento, no hay muros de acero entre la acción reivindicativa y el pasaje a la acción política. Todavía debe mediar una experiencia que recién ha comenzado. Por esto le damos importancia estratégica al proceso de asambleas de base, porque no sólo es el mejor método para ganar las huelgas y mantener la unidad de los que luchan, sino que es un método de selección de dirigentes, donde los trabajadores van haciendo la experiencia contra la burocracia sindical y con las distintas tendencias que actúan en el movimiento obrero. Por eso somos la corriente que más consecuentemente lucha por el derrocamiento de la burocracia sindical, el reemplazo por delegados revocables por mandato de base, y la formación de nuevas organizaciones como Cuerpos de Delegados y Comisiones Internas que unan a todos los sectores en que han dividido a la clase trabajadora entre la ofensiva flexibilizadora del neoliberalismo y la acción de la cúpula sindical colaboracionista. Por eso vemos también la cuestión de la superación de la burocracia sindical, como un posible primer paso a la ruptura con el peronismo, con el eslabón más débil del peronismo. En estas huelgas los trabajadores empezarán a ver claramente la relación estrecha entre los viejos y odiados dirigentes sindicales y un gobierno que posa de progresista.

¿Cuáles son las tareas de la izquierda para ayudar en ese sentido?

La izquierda que se reivindica clasista, debe dar un giro en su política. En especial poner como eje la práctica en la lucha de clases, al nivel en que hoy se da. Pero, por ejemplo los compañeros del PO, han dado un giro en sentido opuesto. Si ayer ninguneaban los procesos incipientes de reorganización obrera, hoy pasan, sin estaciones, del piqueterismo a las candidaturas electorales, y definen su acción política centrada en las elecciones 10 meses antes que se den. Nosotros venimos insistiendo en el llamado a unirnos para impulsar un frente de trabajadores que se exprese en la acción, incluyendo la acción política como es la participación de la tribuna electoral, pero en especial en la lucha de clases donde se puede comprobar si los acuerdos son sólidos o qué tan grandes son las diferencias. En este sentido empieza un nuevo test para la izquierda. El caso del PO en telefónicos ha sido lamentable, jugando un papel de cobertura de izquierda de la práctica de la burocracia sindical. El MST agrava su contradicción al estar sometidos al acuerdo con el Partido Comunista que impulsa un frente amplio con enemigos declarados de los trabajadores, como el banquero Carlos Heller o sectores de la UCR. La compañera Vilma Ripoll ha dejado su banca y volvió a trabajar en el Hospital, pero su banca quedó en manos de su aliado Marcos Wolman del PC que declara la necesidad de un frente con “pequeños y medianos empresarios, y productores agropecuarios” (Página/12, 27-12). Es decir que si la compañera Vilma Ripoll sale a la lucha con las enfermeras de su hospital, deberá hacerlo en nombre de una alianza de conciliación de clases.
Nosotros nos guiamos por una estrategia independiente. Sobre las huelgas, Lenin escribía que “son una escuela de guerra, pero no la guerra misma; sólo son uno de los medios de lucha, una de las formas del movimiento obrero. De las huelgas aisladas los obreros pueden y deben pasar… a la lucha de toda la clase obrera por la emancipación de todos los trabajadores”1.
Esta es la manera cómo nosotros lo vemos, participar en “la escuela de guerra” sin perder de vista la cuestión estratégica. 

1 Lenin, V. I, “Sobre las huelgas” (1899).

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