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Los mariscales de la derrota

Fuera la burocracia de los sindicatos

19 de octubre 2006

Los dirigentes sindicales y sus fuerzas de choque que se enfrentaron en San Vicente no lo hicieron en defensa de ningún interés obrero sino por ocupar un lugar en el palco donde los políticos peronistas buscaban aparecer frente a las cámaras. Los mismos políticos que durante los ’90 con la anuencia sindical liquidaron una a una las conquistas que nuestra clase consiguió con décadas de lucha.
Estos burócratas son los “mariscales de a derrota” del movimiento obrero. Los que decían enfrentar la flexibilidad laboral de De la Rúa parida de los pagos de la Banelco, para apoyar con Kirchner una nueva ley de flexibilidad laboral casi idéntica a la anterior. Los mismos que se decían distintos a los “gordos” y hoy son corridos de las directivas nacionales acusados de corruptos como Viviani y Palacios.
Los diarios patronales y la oposición de los López Murphy, Macri o Carrió (todos bajo el estandarte de una opción “republicana”) atacan en bloque a los sindicatos con sus dirigentes burocráticos y políticos del peronismo, pero los trabajadores tenemos que distinguir que no son lo mismo y que precisamente en esta identificación entre las organizaciones obreras con sus dirigentes, radica hoy su debilidad. Los sindicatos nacieron en la lucha por defender las demandas y derechos obreros. El peronismo es un partido patronal cuyo lema es la conciliación entre obreros y patrones, verso con el cual mantienen subordinada a la clase trabajadora a fin de gobernar para los capitalistas. Sus emisarios en el movimiento obrero son los burócratas que parasitan la organización sindical en su propio beneficio, viviendo de las cuotas sindicales, de los dineros públicos y de las patronales, y transformando nuestra organización en un apéndice del Estado y la política patronal.
Esta burocracia en la Argentina es un producto auténtico del peronismo; su origen se remonta a la estatización de los sindicatos durante el primer gobierno de Perón. Las patotas y barrabravas sindicales son la fuerza de choque de una casta que las utiliza para lidiar con los conflictos y acallar toda disidencia, como vimos con los barras de Nueva Chicago reunidos por la burocracia del sindicato jabonero contra los obreros de TVB o los barrabravas de Boca que unos meses atrás quiso utilizar la administración kirchnerista de Urien en el Astillero.
No es casual que antes de los enfrentamientos y en la Quinta de San Vicente se oía insistentemente: “¡Ni yankis ni marxistas, peronistas!” o “Los sindicatos son de Perón”. Cánticos típicos de las patotas de la burocracia y la derecha peronista en los ’70, cuando atacaban a los luchadores (miles de ellos militantes de la JP) que cuestionaban su dirección en las fábricas, comisiones internas y sindicatos, mientras la burocracia aportaba sus matones a las Tres A para asesinar activistas y militantes de izquierda. Así buscaba mantener a una clase obrera insurgente que enfrentaba al peronismo en el poder atada a su suerte. Y así condujeron a los trabajadores a la más trágica derrota de toda su historia, el golpe genocida de 1976.
La clase trabajadora necesita recuperar sus sindicatos y comisiones internas de las manos de estos dirigentes. Hay que echarlos de nuestras organizaciones para que sean puestas al servicio de la lucha y la defensa de los derechos obreros y que renazca la democracia sindical.
Pero también para que nunca más las organizaciones obreras sean utilizadas como instrumento político del Estado y los partidos patronales, como el peronismo, el kirchnerismo aggiornado o algún proyecto centroizquierdista y de conciliación de clases, sino que constituyan la base militante de un partido propio de la clase trabajadora. Semejante paso adelante plantearía la posibilidad de una verdadera nueva política y de avanzar en una conquista histórica: la independencia política de clase, condición indispensable para que los trabajadores se conviertan en dirigentes de la nación y el pueblo oprimido en la lucha por lograr la emancipación nacional y poner fin a la explotación capitalista.

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