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Juventud

Fuenteovejuna en Lanús

14 de diciembre 2006

“Juventud divino tesoro” fue el célebre verso acuñado por el poeta Rubén Darío a fines del siglo XIX, incorporado como una frase hecha y repetida hasta el hartazgo del sin sentido. Porque el tesoro de Martín Castellucci, un estudiante de veterinaria de 20 años, no fue divino y corrió la misma suerte que la de infinidad de otros jóvenes que terminaron en las páginas policiales. Martín perdió la vida producto de las lesiones ocasionadas por una brutal golpiza propinada por los patovicas del boliche La Casona, quienes lo abandonaron en la calle inconciente, con convulsiones y vómitos de sangre. Martín tuvo la osadía de protestar ante la discriminación que ejercía el boliche por “portación de cara” y marca de ropa, segregando al “morochaje” para mantener el “status”. Los familiares y amigos se movilizaron hasta las puertas del boliche exigiendo justicia y más de 200 jóvenes irrumpieron hasta el interior e incendiaron gran parte de las instalaciones. La ira de los jóvenes era completamente legítima: las palizas y la discriminación eran monedas corrientes en el boliche que operaba como una zona liberada gracias al amparo de la policía y del ahora reconvertido en intendente progresista Manuel Quindimil, quienes más de una vez salvaron al dueño, acusado además de violar a una adolescente de 15 años. Muchos jóvenes opinaban que era necesario destruir el local haciendo una “Fuenteovejuna” para evitar su reapertura y que continúen muriendo pibes, pues como denunciaban en algunos sitios de Internet, después de trabajar toda la semana por un sueldo miserable, la aspiración de divertirse terminaba en la posibilidad de una muerte a plazo fijo.
El ministro del Interior Aníbal Fernández declaró que la situación se solucionaría mediante la implementación de un registro que regularía la actividad de los patovicas. Mentira. Después de la tragedia de Cromañón, las autoridades de la Capital votaron una ley supuestamente orientada con la misma finalidad, creando el Registro Especial de Personas de Seguridad de Locales de Baile que hasta contempla la instrucción de cursos de derechos humanos. Sin embargo, los jóvenes siguen muriendo como el caso de Beimar Mamani, el joven trabajador e inmigrante boliviano que falleció el pasado mes de febrero a consecuencia de una letal paliza a manos de los patovicas del boliche Fantástico Bailable.
La sociedad capitalista concibe a los jóvenes como meros objetos de consumo y opresión ante sus tendencias a manifestar una mayor sensibilidad por las problemáticas sociales. La sana rebeldía que los caracteriza puede constituir un factor enormemente subversivo contra el capitalismo, de encontrar un puesto de batalla junto a las grandes masas de trabajadores. Porque las tareas planteadas desde el legado de Cromañón aún siguen pendientes de resolución.

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