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A cuatro años del 19 y 20 de diciembre del 2001

Entre la "normalización" capitalista y las luchas obreras

22 de diciembre 2005

Este 20 de diciembre se recordaron en distintas plazas del país las jornadas que hace cuatro años terminaron con el gobierno de De la Rúa y Cavallo. Aquellos días de crisis económica y política galopante y de amplia movilización popular por momentos parecen lejanos, con una economía que lleva 35 meses consecutivos de crecimiento y el predominio del conformismo consumista en las clases medias. O con el margen de aceptación que ha tenido Kirchner para anunciar el pago de un saque de la deuda de casi 10 mil millones de dólares al FMI, como si fuera una “medida antimperialista”. Pero esto es sólo un aspecto de la cuestión. La movilización popular de hace cuatro años abrió una nueva etapa de reversión de las derrotas de la década del ’90 expresando un masivo repudio a los partidos aplicadores de las políticas de entrega al imperialismo, que en muchos casos fueron condenados a su casi extinción. El ropaje “nacional y popular” y “setentista” con que el gobierno busca encubrir su servilismo a Techint y Repsol es el tributo que debe rendirle a las nuevas aspiraciones de amplios sectores de masas. Una situación similar se vive en otros países latinoamericanos que también fueron sacudidos por grandes acciones de masas que terminaron con distintos gobiernos “neoliberales” imponiendo una nueva relación de fuerzas en el continente, al punto de dar lugar a gobiernos como el de Evo Morales en Bolivia, que combinan la conciliación de clases (el “capitalismo andino”) con discurso antimperialista.

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En nuestro país, fue el peronismo, entonces comandado por Eduardo Duhalde, quien tuvo la tarea de contener el proceso abierto en esas jornadas, donde se multiplicaron las asambleas populares, las acciones de los movimientos de desocupados y las ocupaciones de fábricas.
Duhalde contó con la colaboración de los dirigentes de la CGT y la CTA, que previamente se habían alineado con la fracción “devaluadora” de la clase capitalista. La combinación entre la tregua de la burocracia y el temor a la desocupación (que se acercó al 25%), explican la falta de acción de los trabajadores ocupados, un factor clave en permitir la precaria estabilización del gobierno duhaldista. Una clase trabajadora que, recordemos, había enfrentado a De la Rúa, al que le realizó siete paros generales en dos años.
En esos días, la gran mayoría de la izquierda subestimó la ausencia de los sectores fundamentales de la clase obrera en el “bloque de diciembre”, es decir, en las clases y fracciones de clase movilizadas. En nuestro caso, esta definición (elemental si uno se mantiene en el campo del análisis marxista) fue acompañada con tratar que la experiencia más avanzada de la clase obrera, la ocupación de fábricas, se extendiese y ganase peso dirigente entre el conjunto de los sectores que se encontraban en acción, como las asambleas populares y los movimientos piqueteros. Aún siendo una minoría dentro del conjunto de fábricas recuperadas, Zanon y Brukman, con su exigencia de “estatización bajo control obrero” confluyeron en un polo que expresó lo más radicalizado de las experiencias inmediatas del “post diciembre”, anticipando de algún modo el resurgir de sectores combativos de la clase obrera que veríamos desarrollarse luego que, al calor de la recuperación económica, ganasen presencia activa los sectores ocupados de la clase trabajadora.

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Kirchner tomó la posta de Duhalde en la tarea de recomponer el régimen capitalista golpeado por la rebelión popular, ayudado en su tarea por una coyuntura económica internacional favorable. Tres años de crecimiento al 9% anual le dieron margen para contener al movimiento de masas a la vez que para lograr un ciclo de altas ganancias capitalistas. También contó a su favor con una creciente debilidad del imperialismo norteamericano, empantanado en la ocupación de Irak, que dio condiciones para un mayor regateo de los gobiernos de la región.
Pero, pese a los avances logrados, la “restauración” del régimen no es algo consolidado. El actual régimen político, basado en la contención y no en la derrota del proceso expresado en diciembre de 2001, se sostiene fundamentalmente en el papel de la figura presidencial, con partidos que fueron reemplazados por coaliciones inestables y un papel del Congreso menos que decorativo. Debilidades que hoy quedan ocultas por altos niveles de crecimiento de la economía pero que saltarán a la vista cuando estos disminuyan, o si se agudiza la lucha de clases. Los trabajadores, que con sus luchas reivindicativas fueron los grandes protagonistas del 2005, todavía tienen mayoritariamente expectativas en el gobierno. Incluso el contundente triunfo de Evo Morales en Bolivia refuerza estas ilusiones, puesto que el dirigente cocalero es presentado como parte del surgimiento de un nuevo “eje latinoamericano” señalado como opuesto a los intereses de Washington en la región. Pero esto no implica que Kirchner tenga un “cheque en blanco” ni que los trabajadores estén pasivos, como lo muestra las luchas por la recuperación salarial, o la tendencia a la reorganización entre los trabajadores de la industria –que vieron incrementar fuertemente sus filas en los últimos dos años-, eligiendo nuevos delegados y poniendo en pie nuevas comisiones internas. O en los reclamos de los trabajadores precarios que ya no aceptan tener peores condiciones de trabajo y salarios más bajos como era habitual en la década pasada. Todo hace prever que, alentados por la combinación de fuertes ganancias capitalistas y crecimiento inflacionario, estas luchas se continuarán y profundizarán el próximo año.

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Como señalamos, en América Latina, se impuso una nueva relación de fuerzas que llevó al recambio del personal político que había dominado la década anterior. Está en curso una experiencia con gobiernos que dicen expresar un “modelo” distinto al del neoliberalismo pero no han provocado ningún cambio sustancial respecto a sus antecesores. A su vez, se ampliaron las aspiraciones de las masas . En nuestro país estas aspiraciones contrastan con una realidad en la que la mitad de los trabajadores gana salarios de $500 y donde la pobreza abarca un 40% de la población, mientras los grupos capitalistas no dejan de acumular hiperganancias. Para la izquierda se trata de ayudar a los trabajadores a acelerar la experiencia en curso con el gobierno “nacional y popular”, participando activamente del proceso de recomposición obrera. Este proceso es clave para poder avanzar en la construcción de un partido de trabajadores revolucionario, por el que lucha el PTS, así como nuestras organizaciones hermanas que en distintos países componen junto a nosotros la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional. La ausencia de partidos de tal tipo en los levantamientos que recorrieron Latinoamérica fue sin duda uno de los factores que permitió la sobrevida de los distintos regímenes capitalistas. Por ello, se trata hoy de enfrentar las distintas variantes de conciliación de clases, que buscan convencer a los trabajadores que hay salidas para sus aspiraciones en el marco del actual sistema, sin terminar con la dominación imperialista y sin atacar los intereses de los grandes grupos capitalistas nativos y extranjeros.
En nuestro país está planteado dar nuevos pasos en poner en pie una verdadera izquierda de los trabajadores, lo opuesto de las alianzas con figurones como Mario Cafiero, como plantean ambos MST’s y otros grupos que participaron de la “autoconvocatoria” del 17 de diciembre. Por su parte, el Partido Obrero propuso la constitución de una “una mesa paritaria de organización, acción y discusión, para formar un gran partido de la clase obrera” (Prensa Obrera N° 927). Si el llamado es algo serio y no una mera fórmula para salir del paso, nada debería impedir que entre nuestras organizaciones y otras que reivindican la necesidad de poner en pie tal partido (como podría ser el MAS) entablásemos de inmediato una discusión de cara a los luchadores obreros y populares buscando formas de intervención en común en la lucha de clases y sobre el programa a levantar. A pesar de nuestras diferencias públicas con PO (como su actual apoyo político a Evo Morales o su llamado en las elecciones a formar un frente con el centroizquierdista Partido Comunista) desde el PTS estamos dispuestos a discutir tal propuesta, ya que consideramos que todo avance que pueda darse en la independencia política de la clase trabajadora favorece el desarrollo del partido revolucionario que queremos construir.
Nuestro mejor homenaje a quienes cayeron ese 19 y 20 es redoblar nuestros esfuerzos por poner en pie la herramienta que permita hacer realidad las demandas que recorrieron esos días las calles de la Argentina.



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