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Consejo de Salario Mínimo

Empresarios, burócratas y gobierno pactan salarios de hambre - Imponer un paro nacional

2 de junio 2005

El Consejo del Salario Mínimo convocado de urgencia por Kirchner acaba de sancionar con el acuerdo de patrones y burócratas sindicales la incorporación de las sumas no remunerativas otorgadas por el gobierno.
Así, el sueldo mínimo alcanzaría los $ 630. Ni siquiera formalmente se cubre la línea de la pobreza ($ 772). Ni hablar del costo de una canasta familiar valuada actualmente alrededor de los $1800.
Hace quince días atrás, Lavagna intentaba ponerle un coto a la multitud de conflictos que surgían de norte a sur del país y pretendía impedir la realización del Consejo por temor a darle impulso a la discusión salarial y abrir un grifo inflacionario. Tanto el “noventismo” conservador del hombre de economía que quiere atar los aumentos a cláusulas de productividad, como el “setentismo” populista del presidente que sólo ofrece migajas, son dos políticas complementarias para un similar resultado: salarios de hambre.
El salario mínimo que históricamente constituyó un piso hoy la burocracia, la patronal y el gobierno lo quieren transformar en un techo. Además, Kirchner apunta a mejorar la performance electoral en su campaña plebiscitaria de cara a los comicios de octubre.
El acuerdo alcanzado busca ponerle un límite a la presión reivindicativa de los trabajadores y un freno a cualquier pretensión que pueda resultar “desmedida” en las negociaciones paritarias. Sin embargo, las luchas en curso, como la del SMATA, estatales, salud, judiciales, entre otras, muestran que no será fácil lograrlo.

”Gordos” y moyanistas nos entregan

La celeridad del gobierno kirchnerista junto a la burocracia sindical de la CGT por acordar con la patronal de la UIA busca fortalecer a esos dirigentes sindicales como interlocutores, ya que en los conflictos más duros fueron superados dando origen a nuevos delegados combativos a los cuales la prensa burguesa ha bautizado con el seudónimo de “los flacos” y señalado como una amenaza para la hegemonía de las viejas cúpulas gremiales. Son estos sectores los que sobre la base de la lucha y la organización democrática, el Subte, el Garrahan, los docentes salteños o los trabajadores de la salud de varios puntos del país, buscan establecer un piso salarial acorde a la canasta familiar –lo conquistado por el Subte- que es lo que quieren evitar a toda costa que se generalice. Fue justamente por miedo a la presión de las bases y el temor a ser desbordados lo que obligó a algunos dirigentes gremiales a ponerse al frente de las últimas luchas.
Visto el resultado y la política de los dirigentes de la CGT, queda claro –por si hacía falta- que las peleas que dividen hoy a “gordos” y moyanistas –y ponen a esta central sindical al borde de la fractura- son ajenas a las necesidades obreras y tienen más que ver con la repartija de los cargos y el poder que con las reivindicaciones de la base. Mientras tanto, si bien la CTA no firmó el acuerdo y manifiesta su oposición, ningún plan de lucha serio ha sido encarado, abonando la actual división de los trabajadores y dificultando la unidad de las luchas en curso.

Democracia obrera y unidad para luchar por el salario

En momentos en que la clase trabajadora se pone en movimiento y que si unifica sus fuerzas puede torcer la voluntad del gobierno y los patrones e imponer sus reivindicaciones, la burocracia acepta migajas y divide la lucha obrera. Los combates del último período hablan claramente de cuál es el camino para avanzar. El de la democracia obrera, los dirigentes combativos votados en la base, el de las medidas contundentes, el de la coordinación, el de no aceptar migajas, sino mantenerse firme exigiendo un salario acorde a la canasta familiar. Es necesario plantear un pliego de reivindicaciones por un salario mínimo para todos los trabajadores -efectivos, contratados, en negro, pasantes, inmigrantes- de $ 1800, un subsidio al desempleo de $ 800y la reducción de la jornada laboral a seis horas manteniendo el salario para terminar con la desocupación. Para lograrlo hay que impulsar asambleas de base, la coordinación efectiva de los conflictos en curso e imponer a los dirigentes sindicales un plan de lucha y un paro nacional por nuestras reivindicaciones.

Luchar políticamente contra el gobierno de Kirchner

Al límite que buscan imponerle a las luchas actuales con el aumento otorgado –cuyo objetivo ya dijimos es desmovilizar a los trabajadores- hay que agregarle el hecho real de que los burócratas sindicales –tanto de la CGT como de la CTA1- pretenden mantener los conflictos dentro de los marcos corporativos y resguardar al gobierno de la crítica política de la base trabajadora.
La clase obrera necesita extraer de su experiencia histórica una doble conclusión; una de orden práctico: que necesita recuperar su unidad y hacer sentir su fuerza en todos los niveles. A tal fin un primer paso es prepararse para barrer a los dirigentes traidores, para lo cual es necesario el reagrupamiento urgente de la vanguardia combativa luchando por recuperar las comisiones internas, los cuerpos de delegados, y las seccionales sindicales en manos de la burocracia. Hay que avanzar en el camino de la coordinación efectiva y de la elaboración de un programa común como el iniciado con el Encuentro del 2 de abril, el acto del 1° de mayo, y como propusieron recientemente los compañeros de Nuestra Lucha en su reciente Encuentro.
La segunda conclusión es que el desafío que se le presenta a los luchadores para fortalecer los conflictos y recomponer la unidad obrera y popular es el de elevar la lucha al terreno político y conquistar su independencia con respecto a los partidos patronales y el estado. La clase obrera tiene que levantar en sus manos las demandas democráticas de la lucha contra la impunidad y la justicia, contra la entrega del patrimonio nacional, respaldar en las calles a otros sectores que pelean como los estudiantes que se movilizan contra la degradación de la educación pública. Tiene que levantar, como otra de sus reivindicaciones inmediatas, la libertad de los compañeros presos por luchar y el rechazo contra cualquier intento represivo, como sucede hoy en Neuquén o como amenaza el gobierno cuando ataca a los movimientos piqueteros. Hay que oponerse activamente al gobierno y su política de beneficios a los grandes patrones y de salarios de hambre para los trabajadores y de pobreza para la gran parte del pueblo. 

1 Hay que decir al respecto que De Gennaro en la Revista Debate (20/5) declaro “No ser ni oficialista ni opositor”.



 

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