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Comunicados de prensa

REVISTA ARMAS DE LA CRÍTICA - SOCIALES UBA

El gobierno de los Kirchner, Clarín y el ejercicio del poder

El actual debate sobre la participación en el Observatorio sobre la discriminación en los Medios, en el cual la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA se construye como uno de sus principales actores, nos llevó a reflexionar acerca de la pelea mediática entre el actual gobierno nacional y los medios masivos de comunicación, en especial el Grupo Clarín.

En Clave ROJA

27 de mayo 2008

El actual debate sobre la participación en el Observatorio sobre la discriminación en los Medios, en el cual la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA se construye como uno de sus principales actores, nos llevó a reflexionar acerca de la pelea mediática entre el actual gobierno nacional y los medios masivos de comunicación, en especial el Grupo Clarín. Intentamos entender de qué forma se logra disfrazar la realidad con el objeto que la población opte por un bando u otro frente a esta disputa. A decir verdad, esta “cuasi” obra de teatro (aunque, debemos reconocer, con algo de mérito para la calle Corrientes), impide mostrar qué se esconde tras bambalinas.

Por un lado, nos encontramos con el gran holding mediático, Clarín, que pretende instalar como sentido común la idea que su injerencia en distintos medios, como la radio, los periódicos, la TV, entre otros, responde a una práctica “independiente” del periodismo, y que por ello la gente los elije “libremente”. Lejos de ello se encuentra la realidad. Este pulpo periodístico ha sabido ganarse (o comprado, vale como sinónimo) su monopólico ejercicio del periodismo apoyándose en distintos gobiernos, tanto democráticos como dictatoriales, demostrando que para este grupo los valores de la democracia se enarbolan en forma cínicamente oportunista.

Desde la sanción de la ley 22.285 de radiodifusión realizada durante la última dictadura militar en 1980 (que, aunque con 270 modificaciones a cuestas, continua vigente luego de 25 años de democracia), que dio el punta pie inicial para el proceso de concentración mediática que existe hoy en día, pasando por distintas leyes decretadas por Alfonsín, Menem y Duhalde, el grupo Clarín ha venido convirtiéndose en el principal beneficiario de dicho proceso.

Además de dicha ley, el gobierno de Videla hacia el año 1977 asoció al Estado nacional con los diarios La Nación, La Razón y Clarín en el manejo de Papel Prensa (previa expropiación al Grupo Graiver), papelera cuya producción es destinada para la impresión de los diarios en el país. Más tarde, las acciones de La Razón pasaron a manos de Clarín, constituyéndose un triangulo de silencio entre el Estado y los dos principales medios nacionales en torno al genocidio que se estaba llevando adelante con total impunidad.

Ya en democracia, luego se haber logrado otra serie de cambios en la legislación de los medios audiovisuales durante el gobierno de Alfonsín (lo que le permitió acceder al control de Radio Mitre) y luego de haber realizado suculentos negocios en la era menemista (Canal 13, CTI, Multicanal… ¿suena a negocios millonarios, no?), el Grupo Clarín (recién constituido como S.A.) se asocia con Goldman Sachs (una banca de inversión), incorporándose este como socio minoritario en 1999.

Sin embargo, una fuerte deuda de 1000 millones de dólares amenazaba al Grupo, situación que llevó a que en febrero de 2002 se modificara la legislación (la ley 24.522 de Concursos y Quiebras) en pos de garantizar que Goldman Sachs no se apropiara de la empresa en caso de quiebra. Pero hacia mayo de 2003 la presión lobbista del grupo extranjero fue más fuerte que la de Clarín, por lo que logró una nueva modificación de esta misma ley a través de la cual se complicaba el panorama de este. Sin embargo, en diciembre del mismo año, debido a un proyecto presentado por Jorge Capitanich y Miguel Angel Pichetto (legisladores duhaldistas), se modifica nuevamente la ley, facilitándole a Clarín el logro de un acuerdo preventivo con sus acreedores.

Finalmente, en junio de 2004 es sancionada la ley 25.750 de Preservación de Bienes y Patrimonios Culturales, que protegía a los medios de comunicación frente a los grupos extranjeros. Tan alevosa fue esta maniobra que la ley pasó a la historia como “ley Clarín”.

Es claro que toda esta serie de modificaciones sobre el sistema legal es consecuencia directa del estrecho vínculo entre el poder político y la clase empresaria (en este caso Clarín) para la cual este sirve, ya que el derecho (burgués) no tiene otro fin que el mismo que está cumpliendo, garantizar el dominio de los explotadores sobre los explotados.

¿Pero qué sucede hoy con el gobierno de los Kirchner?

El 7 de diciembre de 2007, Néstor Kirchner, por decreto, permitió la fusión de CableVisión y Multicanal (propiedad de Clarín), exacerbando la gran concentración de medios que hoy dice querer democratizar, además de haber extendido las licencias de radiodifusión por 10 años mediante el decreto 527/05 en el año 2005. ¿Es así cómo se logrará terminar con el monopolio mediático que existe en la actualidad?

El actual enfrentamiento con Clarín fue suscitado a raíz del lock-out patronal que tuvo lugar en las últimas semanas, ante el cual el gobierno optó por situarse en la vereda de las víctimas vulneradas por “ciertos sectores de poder”. Según este, existen grupos que no apoyan a un gobierno que tomó en sus manos un país incinerado y que, gracias a su accionar, en la actualidad navega por las calmas aguas del superávit fiscal. El grupo Clarín sería parte de estos sectores opuestos a la “política redistrubucionista” (léase cinismo puro) del actual gobierno. Lo curioso es que este grupo económico hace sólo poco más de un mes que se cruzó de vereda. ¿Qué fue lo que sucedió en el medio?

Nadie es ajeno a la luna de miel que vivieron casi todos los medios masivos, incluyendo a Clarín, durante el primer mandato del kirchnerismo. Por eso, no fueron pocos los que se sorprendieron cuando se desató la “crisis matrimonial” entre ambos sectores. Sin embargo, hay elementos a tener en cuenta.

En primer lugar, se dice que el grupo Clarín juega las cartas de esta forma frente a cada gobierno: la mayor complacencia en su primer momento y/o mandato para luego posicionarse en la vereda opositora en la segunda parte de un gobierno, y de esta manera comenzar a reacomodarse ante el próximo en ejercer el poder gubernamental.

Aunque a la hora de entablar grandes negociados se borra con una mano lo que se escribió con la otra. Se puede ver, por ejemplo, que ante el conflicto entre el sector agropecuario y el gobierno, Clarín retoma, a último momento, una postura conciliadora con este, llamando a ambas partes a dialogar. Este ir y venir del monopolio mediático no responde a una mera “histeria” sino que es parte de una tensa negociación con los sectores gubernamentales en pos de lograr mayores beneficios económicos.

Además de este elemento que desnuda una postura táctica en la forma de acomodamiento que tiene un medio de comunicación frente a los detentadores del poder político, hay otros más coyunturales a tener en cuenta.

Existe una gran disputa entre diferentes grupos económicos por controlar un espectacular negocio en torno a una red de comunicación masiva, que abarca la telefonía, la TV por cable e Internet. En cada bando se encuentran, por un lado el grupo Clarín, y por otro lado, la imperialista Telefónica es así que el gobierno deberá definir con que corporación hará millonarios tratados.

Es inútil, y hasta ingenuo, considerar que alguno de los dos “tenga razón” en sus planteos. Aunque es cierto que en el curso de este enfrentamiento ambos se digan “verdades”, no menos cierto es el límite con el que se acusan mutuamente. Mientras tanto, Luís D` Elía define como “dictadura mediática” o como “monopólico” al grupo Clarín. Detrás de la demagogia oficial se esconden muy audazmente intereses que no se corresponden con los del “pueblo trabajador”, aunque desde las alturas del poder se empeñen una y otra vez en formular sus discursos usando y abusando de tal término. Sucede lo mismo cuando el acusador pasa a ser Clarín, que repentinamente se dio por enterado que los índices de inflación que arroja el intervenido INDEC no reflejan la realidad de la economía nacional o que existen trabajadores en condiciones de precariedad laboral, como lo son, por ejemplo, los mismos trabajadores de Clarín, de los cuales no dicen una palabra o, mejor dicho, los que quedaron de ellos, luego de los masivos despidos que se sucedieron a consecuencia de la crisis que estaba atravesando la empresa allá por 1999.

Sin embargo, existen temas sobre los que hay un acuerdo y ambas partes concientemente deciden callarlas. Si existen conflictos obreros, con la consiguiente represión estatal, estos serán automáticamente silenciados por los medios burgueses, entre los cuales se encuentra Clarín. De la misma forma callan lo que ya casi es una verdad a gritos, acerca de las sospechas sobre que los hijos de Ernestina Herrera de Noble (propietaria del medio), fueran hijos de desaparecidos, secuestrados y apropiados durante la última dictadura militar, sólo por ejemplificar la situación.

¿La neutralidad del Estado?

Es claro que el terreno sobre el que se lleva a cabo el enfrentamiento es estrecho, que ninguno tiene demasiado margen para “embarrar la cancha” sin embarrarse a sí mismo. Y este hecho no responde a otra cosa que al carácter reaccionario de ambos bandos, cuyos intereses están definidos pura y exclusivamente por un interés de clase, que es la misma en ambos a casos. Aquella clase dominante que no escatima en recursos a la hora de imponer sus intereses (de clase) al resto de los sectores populares, aunque por momentos se encuentre sumergida en disputas que, aunque lleven a confrontaciones entre sus diferentes sectores, estas no pasan del orden mediático y transitorio, que no colocan en situación de riesgo el ejercicio del poder (en este caso).

Es sabido que en las sociedades modernas fue instalada la ilusión (falsa idea) que los Estados son un ente neutral, necesarios para arbitrar entre los diferentes intereses que se contraponen en una organización social. Este planteo burgués, socialmente construido, es esencial tenerlo presente para comprender acabadamente de que se trata el actual conflicto en las alturas del poder.

Desde el marxismo, planteamos que un Estado no es más que un instrumento de dominación de una clase sobre otra y que, como tal, sirve a los intereses de la clase que lo detenta, la clase dominante. Tras la neutralidad de ese Estado se esconden tanto la represión como la creación de ideología.

Es justamente por este motivo no menor que no resulta sorprendente que ante cualquier lucha que se ejerza contra los intereses de quienes defienden este Estado, como lo esta siendo el caso de la textil Mafissa de La Plata, entre otros, estos sectores que en apariencia (y sólo en apariencia) confrontan en lo esencial, cerrarán filas y subordinarán todo tipo de conflictividad entre ellos en pos de lograr el anhelado orden social. ¿Quién ha visto u oído algo sobre la brutal represión sucedida hace solo días sobre los trabajadores de dicha fábrica en los medios?

No hay que ser un iluminado para caer en la cuenta de la gran operación política que constituyó esta ¿casual? omisión de la violencia que se ejerce sobre los sectores populares, en especial aquellos que levantan su cabeza e intentan también alzar su voz.

Lo interesante de todo lo dicho reside en los métodos de que se valen los sectores de poder en una sociedad para lograr que, por un lado, sea una minoría la que se movilice y luche; y por otro lado, que el resto de los propios sectores explotados conciba como “natural” el hecho de levantarse cada mañana e ir a ser explotado por su “patrón”, y mire con desconfianza a aquel que ya cansado de tal situación decide decir basta. Y en dichos métodos no es menor la función que cumplen los Medios Masivos de Comunicación.

Según el filósofo Louis Althusser, dichos medios, a los que denomina como uno de los aparatos ideológicos del Estado (AIE), el de información, constituyen una imprescindible herramienta estatal dentro del sistema capitalista para garantizar la reproducción de las relaciones de producción las que, en última instancia, dice, son relaciones de explotación. Para este autor carece de importancia si los AIE están en manos privadas o públicas, siempre la ideología que se realiza en estos es la de la clase dominante. “…Poco importa si las instituciones que los materializan (a los AIE) son “públicas” o “privadas”, lo que importa es su funcionamiento. Las instituciones privadas pueden “funcionar” perfectamente como aparatos ideológicos del Estado” .

En este sentido es que planteamos que más allá de la retórica independentista, el ejercicio del periodismo del grupo Clarín (como la mayoría de los medios) es una gran puesta en escena que responde, en última instancia, al mantenimiento de un orden social determinado, que claramente no es el que beneficia a las grandes masas de trabajadores.

Resulta tragicómico escuchar planteos sobre el ejercicio del “periodismo independiente” y la “libertad de expresión” por parte del pulpo mediático Clarín así como también las proclamas democratizadoras del gobierno kirchnerista, que se dice defensor de los derechos humanos, que no reparan en el papel represor que jugó el holding Clarín durante la sangrienta dictadura impuesta en 1976 a la hora de garantizarle el vergonzante nivel de concentración mediática del que goza “el gran diario argentino”. Paradojas del poder…

Es por este motivo que tomar partido por uno u otro no es más que situarse en un bando opresor y represor, cualquiera sea la elección. Así es que un posicionamiento independiente ante un conflicto doblemente mediático es indispensable al momento de lograr una comprensión acabada del fenómeno, no sólo por el hecho en sí de comprenderlo sino, y principalmente, por el hecho de transformarlo.

Por una salida de los trabajadores

El único camino posible para una verdadera libertad de prensa es aquel que está ligado, directamente, a la expropiación de los grandes Medios de Comunicación de Masas, cuyo control pase a manos de los trabajadores, bajo un gobierno obrero.

Por Analía Micheloud
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