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El doble discurso kirchnerista al desnudo

6 de abril 2005

En estos días hemos visto como al gobierno se la ha caído la careta “progresista”, haciendo más angostos los márgenes del “doble discurso” que caracterizó estos casi dos años de gobierno. Tanto en política exterior como interna, fueron los días donde las acciones gubernamentales, a pesar de los malabares hechos por los escribas del diario oficial Página 12, más se mostraron en continuidad con sus antecesores.

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En primer lugar, las múltiples muestras de alineamiento con la política estadounidense.
Visita de Rumsfeld; llamado de “felicitación” de Bush a Kirchner por su actuación en Haití y Bolivia; apoyo a la asunción de Paul Wolfowifz como nuevo presidente del Banco Mundial; votación en el Congreso de los “convenios antiterroristas” como reclamaba Washington; reunión de Bielsa con Condoleeza Rice; declaraciones del Ministro de Defensa, José Pampuro, manifestándose “preocupado” por la compra de armas de Venezuela...
Como se ve, una seguidilla de actos para mostrar la sintonía del gobierno “nacional y popular” con las necesidades del gobierno estadounidense, que hace recordar los amores y alineamientos que Menem supo tener con Clinton. Un Kirchner tan alineado con Bush que hasta Duhalde tuvo que salir a diferenciarse en lo que hace a la presión estadounidense con Venezuela ¿Qué dirán ahora los “nacionalistas” de opereta como Patria Libre y cía. de estos gestos de “soberano” servilismo frente a los dictados imperiales?

Lo hecho por el gobierno de Kirchner en estos días son más que gestos o declaraciones. Son acciones que muestran un aval abierto a la “agenda” norteamericana para la región, que ve a los gobiernos de Lula y Kirchner como los encargados de “apaciguar” los conflictos de la región que atenten contra los intereses de Washington. Durante la visita de Rumsfeld, se “gestionó” la intervención de empresas norteamericanas en la “radarización” del espacio aéreo. Con la adhesión de nuestro país a los “convenios antiterroristas”, -impuestos por EE.UU. poco tiempo después de los atentados del 11 septiembre de 2001- se liquida el derecho de asilo y se acepta que cualquiera que enfrente la política estadounidense quede catalogado como “terrorista”. Y, como si no alcanzase con la presencia de tropas en Haití y con el aval dado a Mesa en Bolivia, el gobierno de K se suma a las presiones estadounidenses contra el gobierno de Chávez.

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En segundo lugar, la discusión sobre los salarios y la inflación. Recordemos que ante las señales de crecimiento inflacionario el gobierno comenzó llamando al boicot contra Shell (¿se acuerdan?) y hablando contra los monopolios por remarcar los precios. Poco le duró a Kirchner la “bravuconada”. Hoy el discurso oficial pone como responsables del incremento de la inflación a los aumentos de salarios, y hasta se discute si impulsar una política de “enfriamiento” de la economía a partir de la subejecución del presupuesto nacional, según parece en forma “homogénea” para todas las áreas menos, obviamente, en lo destinado al pago de deuda. Un “ajuste” como los de tantos, aunque el gobierno no quiera ponerle ese nombre. Parte de esto ya se está implementando: los fondos para pagar los aumentos de salarios a las universidades han salido de un recorte en el gasto de salud destinado a la compra de remedios contra el SIDA.
El aumento de la inflación es en realidad producto de la confluencia de distintas causas. Por un lado, influye la necesidad de mayor emisión de pesos para comprar dólares y evitar su caída. A su vez, para ciertos productos se combina la utilización al tope de la capacidad instalada en distintas ramas combinada con una fuerte demanda exportadora, con precios más altos en el mercado mundial que en el interno, cuestión que también presiona para la suba de precios. Y está también, como elemento relevante en la actual estructura económica argentina, el papel de los monopolios y oligopolios que actúan como “formadores de precios” y han incrementado arbitrariamente el precio de sus productos a niveles siderales, aumentando ampliamente sus márgenes de ganancia e influyendo sobre el conjunto de la economía. Como se ve, factores que nada tienen que ver con la magra recuperación salarial de estos meses: el salario promedio sigue siendo inferior en un 25% a los niveles previos a la devaluación.
Lo que está tras los debates actuales sobre los salarios y la inflación es el hecho que la burguesía no está dispuesta a relegar los niveles siderales de ganancia que obtuvo en los últimos dos años, que fueron un verdadero “jolgorio” capitalista, mientras los salarios apenas aumentaron algo –suba limitada prácticamente a los “trabajadores registrados” no estatales- luego de la catastrófica caída sufrida con la devaluación. En gran parte, la recuperación económica se realizó hasta el momento empleando capacidad instalada preexistente -que se encontraba ociosa tras cuatro años de recesión- es decir, sin gran inversión. Hoy, los sectores capitalistas que más ganancias están haciendo (como el sector siderúrgico, el complejo agroindustrial o las petroleras) y que han anunciado nuevas inversiones para ampliar su capacidad productiva pretenden así que, nuevamente, sean la clase trabajadora y los sectores populares quienes los financien. Lo que dicen y hacen Kirchner y Lavagna apunta a salvaguardar los intereses de estos sectores, las fracciones capitalistas que más rédito han sacado del “nuevo modelo”.

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En tercer lugar, Kirchner se apresta a enfrentar las elecciones de octubre reforzando su perfil “pejotista”, pactando la inclusión de “kirchneristas” en las listas con los distintos y tradicionales “caciques” locales. Las disputas con el duhaldismo en la provincia de Buenos Aires no implican ninguna divergencia real, sino una mera pelea por cuotas de poder que tiene como escenario más probable la conformación de una lista común. Y aún la alternativa de ir en listas separadas tampoco implicaría una ruptura de fondo. La “transversalidad” es hoy un mero recuerdo, terminando los D’Elía y Patria Libre como parte de la negociaciones de la interna peronista. Así, los centroizquierdistas que se apresuraron a presentar a Kirchner como “parte de lo nuevo” están dando el triste espectáculo de comparsa en la operación de reciclamiento de “lo viejo”.

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Aunque entre las clases medias predominan tendencias conservadoras y entre parte importante de los trabajadores continúan las ilusiones en el gobierno, pareciera ser que estamos viviendo un punto de inflexión en cuanto a la ubicación política del gobierno, en el cual, como decíamos al comienzo, el margen para el “doble discurso” de Kirchner se está angostando. En cada punto relativamente crítico, el gobierno se muestra como continuidad de lo “viejo”. Su “capitalismo en serio” es alineamiento con la política de Bush y grandes negocios para Repsol, Techint, Cargill, Arcor y otros exponentes del capital más concentrado, a la vez que salarios de hambre y continuidad de la pobreza, el desempleo y la miseria para millones. Es también continuidad de los gobernadores, diputados y senadores del PJ que gobernaron con Menem y Duhalde, y de los burócratas sindicales odiados por los trabajadores.
Frente a ello, las posiciones que plantean la CGT (y aún la CTA) son la de reclamar migajas. Moyano y cía. no tuvieron más que un “chisporroteo” con Lavagna para terminar “reclamando” tan sólo que lo aumentos dados se incorporen al básico. La CTA, que fue cómplice de la burocracia cegetista en el Consejo del Salario Mínimo, está probando de su propia medicina ante el desaire que le hizo el gobierno no reconociéndole personería. Frente a ello meramente recurren a una inofensiva “jornada de movilizaciones”, mientras uno de sus principales sindicatos, la CTERA, deja librados a su suerte a los docentes que luchan en las provincias, en particular a los de Salta, que llevan seis semanas de paro y fueron brutalmente reprimidos por Romero.

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Como reflejamos en este periódico, el Encuentro del Activismo Obrero del 2 de abril, con sus importantes límites, ha sido un primer paso en el reagrupamiento de la vanguardia obrera nacional. Es un camino que hay que profundizar, en que nos comprometemos, como lo hicimos en la preparación de este Encuentro, desde el PTS.
Pero, como señalamos en la declaración que allí repartimos, es clave que este “nuevo movimiento obrero que está surgiendo levante la bandera de la independencia política de los trabajadores (...) por clasismo no puede entenderse sólo la lucha contra los patrones y los burócratas sindicales (...) Los sectores más concientes podemos jugar un papel importante para que se acelere la experiencia con un gobierno que cada vez más se muestra dócil frente a las imposiciones del imperialismo y la gran patronal. Si desde ahora, todas las direcciones de las organizaciones combativas, aún siendo una minoría de la clase trabajadora, dirigen una campaña unificada a favor de un Partido de Trabajadores basado en las propias organizaciones de lucha hacia los obreros de la UOM, el Smata, los petroleros y hacia la propia base organizada en sus sindicatos, se estaría gestando un hecho de repercusión política nacional acorde al impacto social que tuvieron las huelgas del subte o telefónicos. La visión de que esto no está planteado hasta que toda la clase trabajadora, al unísono, diga: ‘sí, queremos un partido de trabajadores’, es idealista. La vanguardia obrera, con la huelga del subte, fue capaz de desafiar el límite del tope salarial fijado por Kirchner, la UIA y la CGT e inspirar a millones aunque esos millones no puedan concretar todavía una lucha de la misma magnitud a causa de sus direcciones sindicales. ¿Por qué no desafiar el límite político impuesto por el PJ y propagandizar que los trabajadores tenemos que construir nuestro propio partido? Esa es la única manera de combatir la influencia del peronismo entre los trabajadores preparándose para cuando haya desencanto o ruptura abierta con el mismo. El que no se prepara hoy, y levanta la necesidad de la independencia política de los trabajadores expresada en una herramienta política no será capaz de ser alternativa cuando las masas o un sector expresivo de ellas abandonen al peronismo”.
Esta propuesta que hacemos desde el PTS es para que la clase obrera avance hacia la independencia de clase, cuestión fundamental en el marco de nuestra estrategia de construir un partido obrero revolucionario.
Cuando el gobierno de Kirchner empieza a mostrar su verdadero rostro, levantar esa perspectiva se hace más urgente que nunca.

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