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Internacionales

El PO nos da la razón: mintieron

31 de agosto 2006

El Partido Obrero viene intentando cubrirse de las críticas del PTS por su seguidismo a direcciones como la de Evo Morales o Hezbollah. Para ello recurrieron ya no a la amalgama (algo habitual en PO) sino directamente a la mentira diciendo que en 1991 el PTS habría llamado a “apoyar a Saddam Hussein en la perspectiva de que se transformaría en la dirección de la revolución proletaria en Medio Oriente” (Prensa Obrera N° 955 y 958). Pero la mentira tiene patas cortas. Aunque hizo el intento, el PO no pudo encontrar una cita que respaldase esa afirmación. Por el contrario, las citas que ellos reproducen de nuestros artículos de entonces, no muestran ningún “campismo” político respecto de Hussein. Allí se dice con claridad que Saddam era una “dirección burguesa” cuyas acciones –la ocupación de Kuwait- la habían llevado a un enfrentamiento armado contra el imperialismo norteamericano, lo que claramente no era su programa. Al igual que Galtieri con la ocupación de Malvinas, el objetivo de Hussein no era transformarse en un “héroe antiimperialista” sino “golpear para negociar” buscando mejorar su ubicación en el mapa político de la región. Por eso dijimos que la lucha antiimperialista no era la estrategia de la dirección burguesa de Hussein, lo mismo que las reivindicaciones históricas de las masas árabes, como el derecho palestino a su propio Estado o el enfrentamiento contra el Estado sionista, aunque circunstancialmente hubiera tomado demagógicamente parte de esas reivindicaciones y se viera envuelto en una guerra contra la amplia coalición militar y política que logró Estados Unidos. Por eso nuestro programa en 1991 era estar en el bando militar de Irak y por la derrota del imperialismo sin darle ningún apoyo político a Hussein.
El PO ha seleccionado citas que sólo demuestran que nuestro supuesto “crimen” fue sostener en ese momento, cuando todavía no estaban claras las consecuencias que tendría para la política mundial el desmembramiento del stalinismo, que la guerra del Golfo “podía abrir un nuevo período de la lucha de clases” y que las masas podían aprovechar a su favor la situación internacional, al perder el imperialismo un socio estratégico para el dominio mundial. Lícitamente, PO nos podría plantear que esta caracterización era unilateral, en particular luego de desarrollados los acontecimientos, aunque en su momento sostuvo algo similar. Por ejemplo, pocos meses antes de la guerra, en Prensa Obrera podía leerse: “Cualquiera sea la evolución de la crisis, no digamos ya de un desenlace, los hechos ponen de relieve un enorme debilitamiento mundial del imperialismo, que deberá acentuarse con cualquier alternativa” (PO, 9/8/90). Y que “Estados Unidos corre el riesgo de enterrarse en un Vietnam árabe si se lanza al ataque y a la ocupación de la Mesopotamia bíblica. Esto de ningún modo le servirá para salir de la crisis económica, que puede sufrir, al revés, un golpe decisivo” (PO, 21/8/90).
Tanto nosotros como PO teníamos en ese momento la expectativa que la situación abierta con la caída de los regímenes stalinistas tuviera un sentido distinto al que finalmente tuvo. Ahora, ¿de dónde saca PO que esto lleva a plantear que Hussein se transformaría en “la dirección de la revolución proletaria en Medio Oriente”? Obviamente, de su propia imaginación. El PO mintió. Polémica cerrada.

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