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Después de las elecciones, tomar partido

22 de octubre 2001

Con el resultado de las elecciones del 14 de octubre Duhalde se intenta convertir, si puede arrastrar consigo "al PJ de los gobernadores", en el nuevo árbitro de la situación política. Según el mismo Duhalde definió, quiere comandar al peronismo para "ponerle una barrera a las políticas neoliberales" y evitar que el país caiga "de la recesión a la depresión, y de la depresión al caos y la anarquía". No está mal como análisis y pronóstico: si la burguesía no encuentra salida a la crisis más que nuevos recortes salariales, aguinaldo en cuotas o ataques al presupuesto de la salud y educación, como manda el "Déficit cero", se va a profundizar la respuesta de los trabajadores y el pueblo en el marco de un régimen político que hace agua por todos lados.

¿El partido de la producción o el partido de la contención?
Como dice Duhalde, efectivamente la crisis económica ya tiene visos de depresión. En la industria capean las amenazas de cierres de empresas. Ante esta situación, en apariencia el PJ goza de salud, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. Para poner un caso ejemplificador: en Florencio Varela obtuvo más del 51 % de los votos en una elección donde acudió a votar el 82% del padrón y solo el 16 % anuló su voto o votó en blanco, cifras de abstención y del llamado "voto bronca" significativamente más bajas que la media. Dentro de ese caudal electoral de Duhalde está el grueso de la clase obrera que, después de haber protagonizado grandes huelgas generales, votó en forma conservadora. Pero el peronismo de ninguna manera es el mismo que triunfó con Menem en los 90. Ya se ha dicho que Duhalde perdió 700 mil votos en la provincia de Buenos Aires, y el PJ en su conjunto un millón y medio, con respecto al 99 y que el peronismo es hoy una suma de caudillos o una liga de gobernadores en disputa por la candidatura presidencial. Y es cierto, pero no está ahí la cuestión.
La cuestión es que el peronismo, sencillamente, no tiene salida para la crisis capitalista. Ellos tampoco pueden responder "al llamado de las urnas", es decir a los millones de trabajadores que todavía votaron a Duhalde para que ponga en movimiento la producción paralizada desde hace tres años, levante las persianas de las fábricas cerradas, detenga la sangría diaria de miles de nuevos desocupados, es decir termine con la liquidación y despilfarro de fuerzas productivas. Si intenta gobernar bajo la convertibilidad (que el creó junto a Menem) y el Déficit Cero del FMI (que él votó junto a De la Rúa) será más de lo mismo, el "partido de las finanzas", con Cavallo o sin él.
Su penúltimo engaño consiste en decir que pretende que "el poder pase de las finanzas a la comunidad productiva", es decir a la patronal desindustrializadora de la UIA.
Detrás de la montaña de votos y la demagogia de Duhalde está la realidad de que este es el mismo peronismo de Ruckauf que llevó a una cesación de pagos a la provincia más importante del país, crisis de la que salió con el pago en patacones. Toda la salida a la crisis del PJ es transformar esa desgracia en virtud y generalizar la emisión de una "tercera moneda" (ni peso ni dólar, patacón) al conjunto de los asalariados del país. El partido que instituyó "el estatuto del peón" ha vuelto al método del pago en bonos de los oligarcas terratenientes tipo Patrón Costas. El partido que según la historia oficial "incluyó" a la clase trabajadora en la vida política argentina, es un partido de simples esclavistas que no sirve ni para mantener con trabajo y salario a sus esclavos. Toda el programa actual del PJ, incluido Duhalde, se reduce a mantener la convertibilidad emparchada con la emisión de una nueva moneda. Esto, en si mismo, no evitará el default y la devaluación, lo único que hace es, a lo sumo, postergar esa crisis.
Por lo tanto la fortaleza actual de Duhalde está condicionada a su posibilidad de "evitar el caos y la anarquía", es decir de impedir lo que siempre la burguesía pone bajo ese nombre: la irrupción revolucionaria de la clase obrera y el pueblo en el medio de la crisis capitalista. Pero a lo que la clase dominante llama "caos y anarquía", es a las tentativas de los trabajadores para, en realidad, imponer un nuevo orden contra la actual anarquía de la producción. ¿Qué son sino las ocupaciones de fábricas de los mineros de Río Turbio o de los ceramistas de Zanón ante la amenaza de cierres y despidos? Esos gérmenes de control obrero, si se extienden, muestran la perspectiva de puesta en funcionamiento y administración directa de las empresas por parte de sus propios trabajadores. Si esas tendencia de la clase obrera industrial se unen a la fuerza desplegada por los piqueteros en los cortes de ruta, se daría un vuelco en la relación de fuerzas claramente a favor de los de abajo. Por el contrario, el éxito o fracaso de Duhalde y el PJ no se mide en tanto "partido de la producción", de la solución a la crisis capitalista, sino como el "partido de la contención" de una situación revolucionaria.
¿Triunfará Duhalde en evitar un salto en la irrupción obrera y popular? No puede hacerlo solo y esa es la explicación del acercamiento a la vieja "columna vertebral": la burocracia sindical de la CGT reunificada, con Daer y Moyano. No en vano, antes de las elecciones, Moyano jugó con la idea de las "tomas de edificios públicos", consciente de que la situación por venir puede obligarlo a encabezar acciones más radicalizadas para poder desmontarlas.
Mucho antes de llegar a ese extremo al que no quieren llegar, la cúpula de la CGT junto a los gobernadores del PJ intentarán negociar con De la Rúa los fondos de la coparticipación federal y que los nuevos ajustes sean digeribles por los trabajadores y el pueblo para darle, a cambio, gobernabilidad hasta el 2003. Duhalde y el PJ, con el apoyo de la CGT intentarán mantener el difícil equilibrio de sostener a un gobierno que la gran mayoría popular repudia.

Las actas de defunción del partido radical
Las elecciones mostraron la estrepitosa caída de la UCR por debajo de su piso histórico del 25%, ni siquiera conseguido en el bastión radical de la Capital Federal. Algo ya habían anticipado las elecciones de centros de estudiantes de la UBA, en las grandes facultades de Económicas, Arquitectura, Derecho y Medicina. La debacle de este centenario partido burgués viene desde el 94 cuando (años después de huir del poder) terminaron apoyando el Pacto de Olivos y la reelección de Menem. Pero ahora, después del salvataje a la UCR que significó la Alianza con el Frepaso que llevó a De la Rúa a la presidencia, nuevamente el rey está desnudo. Claro está, la enorme pérdida de base de masas del gobierno y del principal partido en que se apoya se produjo mucho antes del 14 de octubre. No fueron las actas electorales las que le quitaron el oxígeno al gobierno, a lo sumo estas sirven de testimonio, igual que lo hace un certificado de defunción con alguien que ya murió antes. Es un proceso que viene del profundo descontento popular con las agresivas medidas económicas contra los trabajadores y el pueblo, y que se expresó en cinco huelgas generales e innumerables cortes de ruta de los desocupados, entre otras manifestaciones en el último año y medio.

Los millones sin partido
Esta base de masas, de más de 5 millones, que perdió la vieja Alianza y el millón que perdió Cavallo, fue el componente esencial, aunque no el único, que alimentó el voto en blanco e impugnado. El llamado "voto rechazo" o "voto bronca" provino, en gran medida, de las clases medias urbanas.
Al voto impugnado y en blanco no se lo puede adjudicar ningún partido no solo por su caudal sino porque es, ante todo, un voto antipartido. Contradictoriamente fue llamado por algunos "partidos" de la izquierda populista como el PCR y la Corriente Clasista y Combativa de Alderete. Pero es, en esencia, un voto aclasista o policlasista.
En el mismo fenómeno convergen dos vertientes del arco político. De un lado, expresó el amplio y justo repudio y descontento en las capas medias y bajas, y, en menor medida también sectores de asalariados. Un amplio sector de la vanguardia de piqueteros y luchadores estudiantiles y trabajadores votaron también de esa manera, pero ello no pesa a la hora de contar los más de 7 millones de "voto bronca". En su mayoría fueron ex - votantes del Frepaso y el radicalismo aliancista en el 99. El "voto rechazo", en especial el voto nulo, fue primera fuerza en la Capital Federal y Río Negro, ambos bastiones radicales, y el voto en blanco en Santa Fé. El PTS no se sumó a la campaña reaccionaria contra el voto en blanco y nulo que hicieron los políticos patronales y hasta de la izquierda como IU y PO. Sin duda estos sectores votaron "por izquierda", como repudio al gobierno, e incluso, aunque confusamente, a "los políticos" que no son otros que los empleados del régimen capitalista. Es claro que estos sectores de masas no encontraron ningún atractivo en las nuevas variantes de centroizquierda, como el ARI de Carrió o el Polo Social de Farinello (que sí apoyaron la CTA y D"Elía, los aliados de la CCC), que quedaron como intentos descoloridos de reeditar el Frepaso para contenerlos en los marcos del régimen, como sucedió en las elecciones del 97 y 99.
Pero por otro lado, en barrios ultrachetos de la Capital Federal como Socorro, donde ganó la fórmula derechista de Liendo-Scioli, el voto impugnado llegó al 25 %, es decir que fue utilizado también en gran medida por sectores altos y ricos de las clases medias. Estos sectores fueron base privilegiada de la gran fiesta menemista, en los 90, y se alistaron con Cavallo en la última elección capitalina cuando este amenazó con crear un nuevo "partido de derecha dura" del establishment, que la crisis hizo naufragar. Ahora, de alguna manera, esa base social de derecha se vio reflejada en la campaña de los Hadad y los Neustad, que hablan "contra los políticos" y piden mano dura contra los piqueteros. En perspectiva pueden terminar siendo base de un "partido de la ley y el orden" por el que claman el banquero Escasany y el oligarca Crotto de la Sociedad Rural. Solo gente afiebrada como el P"C"R y la C"C"C, con fiebre electoralista al fin solo que electoralismo "blanco", puede contabilizar la cifra de "10.594.668" de abstenciones, nulos y blancos, todos en la misma bolsa. A no ser que los maoístas argentinos se hayan convertido al "partido de Clemente".
En general, la alta votación negativa de la pequeñoburguesía y sectores populares muestra la decadencia del régimen de conjunto. Las capas medias que normalmente ven la democracia como forma de imponer la fuerza de su número mediante la aritmética electoral, no encuentran salida y descreen en el viejo sistema de partidos que se reinstaló hace 19 años en la Argentina. Pero en la realidad cotidiana que vive el país, los sectores medios no actúan homogéneamente. Tienden, y tenderán cada vez más, a polarizarse y dividirse. Los estratos más bajos se inclinarán hacia la alianza con la clase trabajadora y los acomodados hacia las salidas reaccionarias.
¿Cómo unir a esos millones sin partido que votaron "por izquierda" en blanco o anulando su voto? Imposible sin que la clase trabajadora conquiste su independencia política en la lucha contra los capitalistas, y construya sus propias organizaciones que sean un polo de atracción para la realización de las demandas del pueblo pobre. Ese es el sentido de la lucha del PTS por poner en pie Coordinadoras y un Congreso de delegados de base de ocupados y desocupados, profundizando el camino iniciado por la Asamblea Piquetera. Promovemos organismos de democracia directa para la lucha de los explotados, que adopten un programa propio, y en perspectiva se hagan irreconciliable con el estado burgués abriendo el camino al poder obrero. Para acercar a las capas medias y a la masa trabajadora a esos organismos embrionarios de gobierno de los trabajadores y el pueblo, para acelerar la experiencia con la democracia burguesa, es que luchamos por una Asamblea Constituyente, sobre la base de la caída del actual gobierno y la limpieza de este régimen, que solo puede ser producto de una gran acción de masas como la huelga general con piquetes. Va en el mismo sentido nuestra moción especial hacia las organizaciones combativas que dan pasos hacia posiciones clasistas de construir un movimiento político propio de los trabajadores, y la táctica de las recientes elecciones de presentar listas encabezadas por obreros combativos tras la consigna de "vote trabajadores, contra los políticos del régimen capitalista".
La superficial contabilización del "voto rechazo" como un todo indiferenciado es engañosa porque no sirve para hacer un recuento de los sectores que van hacia la derecha o a la izquierda en el medio de la crisis, a fin de preparar mejor la movilización extraparlamentaria y luchar por la alianza de la clase trabajadora con el pueblo pobre.
Algo de esa polarización se preanunció en la Capital Federal, entre el 30 % de la derecha neoliberal-conservadora (Liendo más Béliz) y el 25% que sumó la izquierda, aunque distorsionada por las distintas corrientes que la componen.

Un millón de votos no hacen un partido
La izquierda, como señalaron Clarín y Página/12, realizó "una elección histórica" . Más de un millón de votos en todo el país entre IU, el PO, el PTS, e incluyendo el resurgimiento de Zamora en la Capital. ¿Y si la izquierda se uniera? Pero es que la suma de los votos de la izquierda no hace un mismo partido ni la izquierda es tampoco un todo indiferenciado. Cabe aclarar que en la concepción de muchos compañeros de izquierda la palabra "partido" está directamente asimilada a "centralismo democrático", y entienden por ello el lado puramente organizativo de la cuestión. En un próximo número de La Verdad Obrera nos detendremos sobre este importante punto. Lo que nos interesa señalar ahora es que, en primer lugar, los marxistas revolucionarios definimos, más en general, una política de partido según esta represente, mediante un programa y métodos de acción, a una clase o sector de clase en lucha por el poder estatal.
Desde este ángulo, ¿qué significa el fuerte ascenso de Zamora con 140 mil votos en la Capital Federal? Quien ya fuera diputado por el viejo MAS en IU, reapareció en el escenario electoral con un planteo que combina su propia práctica parlamentaria con llamados generales a la "movilización extraparlamentaria" y la "democracia directa". ¿"Democracia directa" basada en la movilización y la organización de que clase o alianzas de clase? Zamora no lo dice, o habla del "pueblo que debe tomar las cosas en sus manos". ¿"Cosas" como el control de los medios producción y el poder del Estado, por ejemplo? Zamora tampoco lo dice, aunque pareciera que "su programa" trata de componer la actual democracia burguesa con la democracia obrera y que, de la mezcla de ellas, resulta una "democracia directa" intermedia, ni obrera ni burguesa sino combinada. Si alguna vez existiera esa democracia, para Zamora no tendría partidos porque el está "en contra de las estructuras partidarias" . Bien, pero mientras tanto, hoy, en este régimen y contra este régimen ¿se opone Zamora tanto a los partidos de los esclavistas como a la construcción de un partido de los esclavos insurrectos? En definitiva, las posiciones de Zamora reflejan un pasaje entre la centroizquierda y la izquierda. ¿En que dirección? Si vemos la trayectoria de Zamora, este marcha desde posiciones de izquierda, más o menos asimiladas, hacia las de la centroizquierda. Pero sus votantes pueden haber comenzado a recorrer el camino contrario: compañeros que seguían al Frepaso y que ahora se inclinan más a la izquierda, al menos transitoriamente. Desde el PTS llamamos a Zamora, y en general todos los diputados que obtuvo la izquierda, a que pongan su prestigio ganado para ayudar a las luchas puntuales que libra la clase trabajadora fuera del parlamento.
El caso de IU está más definido. Los que con más tiempo se prepararon para capturar los votos de la centroizquierda, coqueteando con sus posiciones, más se sorprendieron por el éxito sin tanta preparación de Zamora en ese terreno. Pero eso fue solo en la Capital Federal, ya que los 600 mil votos de IU la ubican como la principal fuerza de izquierda parlamentaria nacional. Es evidente el fraude que intenta el régimen para birlarle las dos bancas obtenidas en la provincia de Buenos Aires a Giordano y Sonnati. No hay que permitirlo. De todas formas la consolidación de IU no depende de dos bancas más o menos sino de que van a hacer con ellas. IU aparece separada organizativamente de las variantes de centroizquierda burguesa, aunque es una izquierda moderada y con una política de conciliación de clases, de semi-cetroizquierda. De ahí que su ascenso es puramente electoral, a raíz de aprovechar un espacio semivacío por la relativa debilidad del ARI y el Polo Social. No es un avance orgánico, no porque no tenga "presencia en las luchas" (toda la izquierda las tiene) sino porque no tiene ni construye ni representa una corriente independiente en las organizaciones de la clase trabajadora o del movimiento estudiantil, diferenciada de la CTA en los sindicatos o de la política semiburocrática y reformista de la Cepa (CCC) en los centros de estudiantes. Ya la CTA, através de su apoyo al ARI, también ha obtenido nuevos diputados como Ariel Basteiro y Alberto Piccinini. ¿Por qué se negaría IU a hacer un bloque unificado con ellos si no difieren mayormente, en especial el PC, en la lucha de clases y en proyectos políticos como el Frente Nacional contra la Pobreza? ¿Y si la CTA, por ejemplo, formara parte en el futuro de una coalición junto a sectores de centroizquierda del tipo del Frente Amplio de Uruguay? O el PC arrastra al MST a ese frente de conciliación de clases o se rompe IU. De las dos formas el ascenso de IU es solo un fenómeno transitorio y pasajero, tanto más efímero cuantos más votos obtengan. Pero no se mantendrá relativamente independiente porque el programa de IU es de conciliación de clases, más allá de cuanto tiempo tarde en concretarse. Los compañeros que se acercan a IU pensando en "una alternativa de los trabajadores y la izquierda" debieran apartarse antes de una nueva frustración.
En el terreno de la independencia de clase solo el Partido Obrero y el PTS presentamos opciones. La menor cantidad de votos de ambas fuerzas, en relación a Zamora y a IU, responde a una causa sencilla de entender: no hubo una corriente obrera significativa, de masas, que rompiera con el PJ y "vote trabajadores" como planteó el PTS o se acerque, por el nombre de clase, al "partido obrero", independientemente del perfil del campaña de este.
Bajo este punto de vista el PO no hizo tan mala elección, a pesar que muchos compañeros se sientan decepcionados porque Jorge Altamira no accedió a una banca en el Congreso como estaba en el imaginario de esta corriente. Lo verdaderamente malo fue su política. El PO quedó al centro entre una orientación clasista y la tentación creciente de parecerse a IU. Hace meses comenzó autoproclamándose "el partido piquetero" y después reemplazaron esta definición por el "venga compañero, Altamira diputado", incluso destacando el perfil "socialista" de Lattendorf en Capital. En el medio hicieron una discusión oportunista por candidaturas con IU y, lo más importante, en la lucha de clases se subordinaron sin ser alternativa a la dirección de la Asamblea piquetera de D´Elia y Alderete. Hacia el fin de la campaña, en el programa de TN "A dos Voces", que Altamira compartió con José Montes del PTS y media docena de figurones burgueses, fue nuestro dirigente el que la utilizó para llamar a "profundizar el camino de la Asamblea piquetera después del 14". Increíblemente Altamira respondió que "la lucha política también es el 14" lo que ya era obvio por el objetivo mismo del programa de TV. Ahora, en el balance de los resultados electorales de Prensa Obrera, distinto de Clarín por nombrar solo un diario de más tirada que el de PO, no nombran al PTS y, más raro aún, tampoco a su aliado el MAS. Pero esto no es lo importante sino que PO, que siempre acompaña su política con caracterizaciones más bien catastrofistas, pone ahora el acento en las debilidades de la subjetividad propia del movimiento de masas ("la confusión general" dicen) que evidentemente existen en gran forma. Pero no es de marxistas analizar la realidad en base a los golpes que uno se da en la nariz. La verdad fue que PO (y el MAS) se negaron a realizar un Frente Obrero y Socialista con el PTS que explícitamente apoyara, como les propusimos, los fenómenos más avanzados de subjetividad obrera que, junto al de los piqueteros, tiene un exponente en la lucha clasista de los obreros industriales de Zanón y la conquista de su sindicato independiente de la burocracia sindical. El giro a la derecha de PO no ayudó a superar en nada la "baja subjetividad" que le achacan a las masas, y su centrismo entre el clasismo e IU alimentó el "confusionismo" que dicen combatir.
Aún en forma muy distorsionada estas elecciones, como hemos puntualizado más arriba, expresaron los elementos de la situación pre-revolucionaria que vive la Argentina y la confirman. Los más de 100 mil votos que obtuvimos como PTS en los siete distritos en que nos presentamos, significan el 10% de extrema izquierda dentro de la amplia franja que votó a la izquierda. Es una minoría dentro de la minoría, pero nuestro convencimiento es que la crisis orgánica de los partidos de régimen capitalista demuestra la necesidad de un gran partido revolucionario de la clase trabajadora que cada vez debe ser más internacionalista como lo muestra con evidencia la inseparable relación actual entre la situación mundial y nacional. El PTS centró su agitación electoral en la denuncia de agresión imperialista, y en una perspectiva a todas luces de clase y anticapitalista. Por programa y por los candidatos que lo hicieron público fue una campaña acorde a un estrategia revolucionaria. Estamos preparando en la acción, y formando política y teóricamente en el marxismo, a los cuadros de una fracción dirigente de ese futuro partido de los trabajadores revolucionario que se necesita para soldar la alianza obrera y popular, basada en organismos de democracia directa, que haga viable la revolución y la construcción del socialismo en la Argentina.
Por ello esta editorial se llama: después de las elecciones, tomar partido. Hacemos un llamado a nuestros lectores a organizarce con La Verdad Obrera, distribuir este periódico a nuevos compañeros, y a militar en el PTS para dar pasos en la construcción de ese gran partido revolucionario.

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