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GENERAL MOTORS

De generales y motores

La General Motors hoy aparece en el centro de la tormenta. De la planta de General Alvear a Wall Street, todos hablan del gigante de las cuatro ruedas, que amenaza con ir a la quiebra y cobrarle sus malos negocios a miles de trabajadores. Una historia que se repite.

Lucho Aguilar

13 de noviembre 2008

La General Motors hoy aparece en el centro de la tormenta. De la planta de General Alvear a Wall Street, todos hablan del gigante de las cuatro ruedas, que amenaza con ir a la quiebra y cobrarle sus malos negocios a miles de trabajadores. Una historia que se repite.

Negocios son negocios. “Lo que es bueno para General Motors, es bueno para EE.UU.”, decía una de las frases más repetidas en los años ’30. Los negocios de la automotriz de Detroit se expandían por el mundo, como paradigma del imperialismo yanqui. Contradiciendo su propio lema, la General Motors se convertiría en esos años en una de las primeras colaboradoras del ascenso de Hitler y los preparativos de guerra del nazismo. Opel, la subsidiaria de GM en Alemania, fue una de las claves de la maquinaria bélica nazi, construyendo carros, tanques y aviones.

Por eso sus gerentes recibieron las medallas de honor de Hitler.
El vuelo del Cóndor. A la Argentina llegan en 1925, para abrir en pocos años las plantas de Barracas y después San Martín. Los negocios fueron buenos, gracias a las relaciones con los gobiernos de turno, civiles o militares. Cuando la clase obrera comenzaba su gran ascenso en los años ’60 y ’70, la General Motors era una de las primeras compañías en apoyar la represión militar a las organizaciones obreras combativas, en Argentina, Chile y Brasil. Junto a Firestone y Chrysler, auspició los primeros pasos del Plan Cóndor.

Por eso, cuando los obreros de GM iniciaban una dura huelga el 9 de septiembre de 1976, en plena dictadura, era el Ejército el que ocupaba la planta para reprimir el reclamo.

En los ’90, igual que hoy. La General Motors se había ido de la Argentina en la gran crisis de la industria automotriz de 1979. Pero no pudo evitar la tentadora oferta de Carlos Menem, quien venía arrasando con las conquistas de la clase obrera, mediante la flexibilización, los convenios por empresa y la desocupación. Por eso, en 1995, Menem ponía la piedra basal de la fábrica que hoy está en conflicto en Santa Fe.

Mediante los beneficios fiscales y los salarios competitivos, la marca sobrevivió a la crisis de los ’90, y llegó al relanzamiento de la industria automotriz con el gobierno de Kirchner. Néstor se deshizo en elogios: “hoy venimos a General Motors a agradecer la inversión” (www.casarosada.gov.ar).

En 2007, la General Motors tuvo ventas netas por más de 5.000 millones de pesos, con una ganancia de 415 millones de pesos, luego de vender 95.000 unidades. Una fortuna, garantizada por el modelo económico de los Kirchner.

El gigante o la clase obrera. El gigante norteamericano hoy se enfrenta a una de sus peores crisis. Aunque el negocio automovilístico de la marca siguió mostrando ganancias, el gran problema fue su división financiera GMAC, que se chocó de frente con la crisis capitalista por sus pérdidas con los préstamos para comprar autos o casas.

Hoy, General Motors llora un salvataje y amenaza con más miseria para más de 100.000 obreros mecánicos. Barack Obama promete ayuda: no puede caer uno de los pilares del complejo industrial-armamentístico sin sacudir toda la estantería imperialista.

Pero no les está siendo fácil. Este año General Motors ha enfrentado huelgas en Argentina, Brasil, Venezuela, España y EE.UU. A pesar de los favores de la burocracia sindical, en total son más de 20 las plantas que han visto surgir algún tipo de conflicto en estos meses. En cada una de estas pulseadas, los trabajadores sacuden los pies de un símbolo del capitalismo.

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