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Crónica desde la caravana

Vueltas y vueltas. Paramos a pegar los carteles en los autos. Algunos llevan globos. La gente mira. ¿Una despedida de soltero? Son demasiados. Se agrupan y más vueltas. La luz ya es clara. Es hora pico. Empiezan lentamente a girar las ruedas de los autos, y todos se enfilan, como hormigas que en orden hacen su trabajo.

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16 de julio 2014

Crónica desde la caravana

Vueltas y vueltas. Paramos a pegar los carteles en los autos. Algunos llevan globos. La gente mira. ¿Una despedida de soltero? Son demasiados. Se agrupan y más vueltas. La luz ya es clara. Es hora pico. Empiezan lentamente a girar las ruedas de los autos, y todos se enfilan, como hormigas que en orden hacen su trabajo. Un trabajo parejo y necesario. Se escribe sin detenerse a pensar, al compás de las bocinas que ya suenan. Primero tímidas, y luego uniformemente cuando ya estamos arriba de la Pana. Comienza la marcha lenta. La marcha épica de los trabajadores de Lear. Algo que el cronista ni quienes lo acompañan tienen registro. Los autos avanzan hacia la fábrica, y ya parece una danza, con banderas y carteles que flamean. Mirar para adelante y para atrás. La misma imagen. Manos y cuerpos que salen por las ventanillas y se agitan. Lento tránsito, gran entusiasmo. Vamos a 20 km. Y los gendarmes y prefectos que hoy volvieron a invadir la ruta, miran atónitos. Aprietan sus bastones como para lanzarse sobre los autos. Arrancan la fila con sus escudos. Las motos verdes, se desesperan, van y vienen eléctricas. Los perros del orden nos miran con odio "van a tener que correr hasta Capital", le gritamos. Y los autos de la lucha obrera, de la defensa del trabajo, avanzan ocupando todos los carriles. Lento pero avanzan, como los trabajadores que emprenden esta gesta durísima y no están dispuestos a bajar los brazos. Nos siguen los gendarmes. Quieren desviarnos. Pero la caravana se reagrupa y avanza festivamente. Como debe avanzar la clase obrera, como lo está haciendo su vanguardia, aprendiendo a luchar en condiciones hostiles. Con los buitres al asecho, con un gobierno que se viste de fajina para aquellos que defienden el trabajo. Vamos hacia Capital. Otra jornada de lucha, que ya es anécdota, que se contará y se relatará una y mil veces. Cada cual la adornará a su modo. Pero la caravana de Lear, que aun no termina, ya se inscribe en la historia de lucha de la clase obrera argentina.

* * *

"¿De qué lado estás?"

por Hernán Aragón

Entramos a Capital. Un operativo terrible. Y como se diría en la jerga callejera, "alto bardo" entramos a bocinazos limpio. Nos escoltan como si fuéramos la selección de fútbol, o como si hubiera venido el papa. Acá no hay rezo ni plegaria. Hay hambre de lucha y una conciencia nueva, más aguda y tenaz, que se va forjando con la experiencia. Debemos ser grandes, porque representamos el futuro. Es como si toda la fuerza existente y la inventada nos cercaran. Para nosotros, es un cerco de honor porque estamos haciendo simplemente lo que hay que hacer: estar con los obreros. La imagen de la caravana muestra a las claras para quién gobierna este gobierno: los que siguen bancando este proyecto hoy viajan en las motos de la Federal. ¿Hablan de pueblo? Vengan a tocar la bocina, hagan grande el fondo de huelga. ¿De qué lado estás, chabón? Con los buitres o con la caravana del futuro. De los obreros que no aceptan ser arrojados a un basurero tratados como escoria. Hablan de pueblo, mientras se recuestan en subsidios y prebendas. Pisen el barro, hipócritas. El barro húmedo y pantanoso en el que se asienta la carpa de los despedidos, ellos saben de frío y sacrificio. Entramos en Rivadavia. Un cerco tremendo. En mi vida vi tantos escudos y palos. Sí, somos una banda. No sé cuantos, pero una banda. Se ha instalado en plena capital un clima de guerra. Estamos donde debemos estar, mientras los "nacionales y populares" se desayunan su cinismo y repiten "good show".

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