En sus mejores años el kirchnerismo quiso instalar la idea de que es un gobierno que no criminaliza la protesta social. Pero ese mito se cayó. En la Argentina “nacional y popular” de Cristina hay miles de luchadores obreros y populares procesados. Más de 20 personas murieron desde 2003 en protestas sociales en diferentes lugares del país. La persecución y la represión la sufren pueblos originarios que luchan por tierra, inmigrantes y pobres urbanos que pelean por vivienda, ambientalistas que rechazan la megaminería contaminante, estudiantes y docentes que defienden la educación pública.

Mientras para los empresarios fueron años de crecimiento record, para los sectores de la clase trabajadora que se organizan por sus demandas lo que creció fue la persecución, orquestada por las patronales, el Estado y las dirigencias sindicales burocráticas. Una “santa alianza” que recurre si es necesario al espionaje, como lo desnudó la denuncia del “Proyecto X”, con las tareas de inteligencia de Gendarmería sobre los luchadores de Zona Norte.

En toda fábrica, taller o establecimiento donde un grupo de trabajadores se organiza y lucha por salario, contra la prepotencia y la superexplotación, los patrones no tardan en lanzar sus campañas persecutorias, que pueden terminar con el despido de los activistas y hasta con procesos judiciales que amenazan su libertad. Una persecución que se convierte en ensañamiento si esos trabajadores integran agrupaciones clasistas. Y ni hablar si se deciden a militar en un partido de izquierda. 

La Verdad Obrera viene dando cuenta de estas persecuciones. En estas páginas presentamos casos actuales que requieren de la más amplia solidaridad y unidad para enfrentar a patrones, burócratas sindicales, funcionarios y jueces. La defensa de quienes pelean contra esa “santa alianza” es una tarea de primer orden para toda la clase trabajadora. Transformemos esa defensa en una campaña permanente. Multipliquemos nuestras fuerzas para torcerle el brazo a quienes se la vienen “llevando en pala” con este modelo basado en la precarización y superexplotación del conjunto de los trabajadores.

El 24 de marzo, en un nuevo aniversario del golpe genocida de 1976, marchemos a Plaza de Mayo levantando esta bandera de lucha.