En un mismo octubre, pero a más de 13 mil kilómetros y casi un siglo después de la revolución que lo hizo célebre y más tarde selló su tragedia, el árbol de León Trotski dejó salir un brote. Ayer, la izquierda dura -o revolucionaria, para usar los términos que prefieren emplear sus dirigentes y militantes- se convirtió en una de las sorpresas de la elección argentina: tres diputados nacionales trotskistas llegarán al Congreso nacional por primera vez en la historia y ocho nuevos legisladores provinciales del Frente de Izquierda se agregarán a los legislativos de distrito para acompañar a los que ya ocupaban sus bancas en Neuquén y en Córdoba.

En la Cámara de Diputados ingresarán el bonaerense Néstor Pitrola y el salteño Pablo López -del Partido Obrero- junto al mendocino Nicolás del Caño, del Partido de los Trabajadores Socialistas. Nunca había ocurrido algo así en la historia del sector más combativo de la izquierda local y cuesta encontrar ejemplos comparables en la historia de las democracias occidentales.

Esta novedad -que se sintió más fuerte en Salta, Mendoza, Buenos Aires y Neuquén- se construyó sobre un largo trabajo de los partidos que integran el FIT en las comisiones internas de centenares de empresas en todo el país y en los centros de estudiantes de las universidades, donde la izquierda hace rato que pesa. Esa base les permitió incrementar en un treinta por ciento sus apoyos en todo el país y pasar los 1.150.000 votantes.