A un mes de la desaparición de Julio López, Elisa Carrió no tuvo mejor ocurrencia que proponer una “reconciliación” para “poner fin a los enfrentamientos con el pasado”, aunque con un “significado distinto” al que le otorgan Mariano Grondona y las huestes de Cecilia Pando. Carrió propuso trasladar la experiencia de la Comisión de Verdad y Reconciliación de Sudáfrica, la que en base al “arrepentimiento” y el “perdón” le devolvió la “humanidad” a los represores del régimen del Apartheid dejándolos libres, legalizando así un verdadero pacto de impunidad consagrado en 50 años de asesinatos. Tras sus críticas a la posibilidad de acceder a la vasectomía y la ligadura de trompas, Carrió bien merece un lugar al lado del cardenal Bergoglio.