Miguel Cardozo tenía 15 años, su diversión: ir pateando una botella de plástico por la calle con unos amigos, quizás pensando en el mundial, quizás sintiéndose Messi o Tévez. Fue un bache o una infortunada pegada lo que llevó al improvisado balón a impactar contra un auto de un oficial de policía de la Provincia de Buenos Aires haciendo sonar la alarma.
El susto lo llevó a correr, la reflexión, saberse inocente, lo hizo detenerse y seguir caminando, fue su “error”. Una patota de dos agentes de la Bonaerense y un amigo, salió a la calle, lo vio, lo alcanzó y con saña lo molieron a palos, el dueño del auto buscó su arma y lo ejecutó sin piedad.
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