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Estados Unidos

Algo huele a podrido en... Washington

1ro de abril 2004


Los atentados terroristas del 11M en Madrid y la anunciada decisión del futuro primer ministro de España de retirar el contingente militar de este país en la ocupación de Irak a menos que sea apoyada por las Naciones Unidas, reabrió la fragilidad de la "coalición" que apoya a las fuerzas norteamericanas.
En este marco internacional cargado, las acusaciones cruzadas entre la Administración Bush y el ex asesor en la lucha contra el terrorismo, Richard Clarke, durante las audiencias públicas de la Comisión Parlamentaria que investiga las responsabilidades y errores que hubieran podido evitar los atentados terroristas del 11/9/2001 crisparon aún más los ánimos en Washington.
Clarke, fue miembro por más de treinta años del aparato de seguridad nacional, siendo funcionario en este campo de Reagan y de Bush padre, antes de ser nombrado coordinador antiterrorista en la Casa Blanca durante la presidencia de Clinton. Durante el gobierno de Bush pasó a ser un subordinado de la Consejera de Seguridad Nacional, Condoleeza Rice, hasta principios del 2003.Tanto en la Comisión, en entrevistas televisas como en un libro de reciente publicación, realizó un fuerte ataque sobre el liderazgo de la administración Bush con respecto a la seguridad nacional: "Considero irritante que el presidente se esté presentando para la reelección sobre la base de que hizo grandes cosas sobre el terrorismo". "El ignoró el terrorismo durante meses, cuando tal vez podríamos haber hecho algo para parar el 11/9".
A su vez, Clarke escribió con respecto a las discusiones iniciales posteriores al 11 de septiembre: "Comprobé con enorme dolor que Rumsfeld y Wolfowitz estaban tratando de sacar ventaja de esta tragedia nacional para promover su agenda sobre Irak". En una entrevista televisiva en la que trataba de demostrar el carácter arbitrario de la invasión a Irak llegó a decir que esto era como si Franklin Roosevelt hubiera respondido a Pearl Harbor declarando la guerra a México en vez de a Japón, concluyendo que la decisión de atacar a Saddam Hussein "lanzó unea innecesaria y costosa guerra en Irak que fortaleció al fundamentalismo, al movimiento terrorista islámico radical a nivel mundial". Por último, sostuvo que la fecha de la guerra fue motivada por consideraciones políticas domésticas, como evidencia el pasaje de la resolución del Congreso sólo semanas antes de las elecciones legislativas de medio término. "La crisis fue armada, y el asesor político de Bush, Karl Rove, les estaba diciendo a los republicanos que dejaran "correr la guerra".
Este es un lenguaje sin precedentes para un alto ex funcionario de seguridad nacional para describir a un presidente para el cual trabajó y que aún está en funciones. Más aún cuando provienen de un declarado republicano hasta por lo menos el 2000 y un partidario de la fracción más dura ("halcones") de la seguridad nacional –Clarke se opuso a la decisión del padre de Bush de detener las operaciones terrestres luego de cuatro días en la primera guerra del Golfo en 1991-. Que un personaje de esta envergadura haga públicas semejantes acusaciones es revelador de las profundas divisiones que recorren a la elite norteamericana y a su aparato de inteligencia y militar sobre las causas y desarrollo de la ocupación en Irak.
Esta disputa sobre el pasado reciente no es un hecho trivial. Si va emergiendo una percepción de que Bush fue irresponsable con Al Qaeda y obsesionado con Irak su capacidad de proseguir la actual campaña antiterrorista se vería constreñida. Por eso lo que está desarrollando es no sólo un intento de salvar su presidencia, sino que también está en juego su habilidad de llevar adelante la política exterior. De ahí la crispación de la Casa Blanca y que sus principales voceros hayan salido con los tapones de punta a defenestrar a Clarke, a la vez que ayudados por los poderosos medios de comunicación afines tratarán en los próximos meses de ir borrando del centro de la escena este tema caliente.
Coyunturalmente, la Administración Bush se puso a la defensiva como demuestra el hecho de que haya autorizado a declarar a Condoleezza Rice en la audiencias públicas de la Comisión, después de semanas de cerrada negativa invocando razones de seguridad nacional. Sin embargo, el arreglo defendido públicamente por los miembros de la misma sería que no son competencia de la investigación, las razones y consecuencias de la guerra de Irak.
Fortalecer el Aparato de Seguridad Imperialista
Aunque eventualmente los pormenores y derivaciones de la investigación parlamentaria del 11/9 puedan cuestionar la credibilidad del gobierno Bush, sus resultados tienen el objetivo ultrareaccionario de fortalecer el aparato de seguridad e inteligencia imperialista tanto en el plano interno como en el externo.
Lo que está claro es que el panel bipartidario está comprometido con un encubrimiento de las cuestiones centrales que rodean a los atentados terroristas a las Torres Gemelas y al Pentágono del 11 de septiembre del 2001. Esto puede apreciarse en que ni uno solo de los panelistas planteó el tema de la política exterior de los Estados Unidos en Afganistán y en Medio Oriente, y su rol en alentar el crecimiento de grupos terroristas islámicos como Al Qaeda. Tampoco son temas de investigación los motivos económicos y geoestratégicos que sostuvieron sucesivas administraciones de la Casa Blanca en Asia Central y el Golfo Pérsico.
Por el contrario, el presupuesto de partida es la asunción de que el 11/9 fue el resultado de un "fracaso" de inteligencia.
Haciendo a un lado las teorías más conspirativas y decenas de detalles no aclarados de semejante atentado, era una realidad política que antes del 11/9 cualquier administración norteamericana, aunque fue incrementando paulatinamente sus intervenciones militares en el exterior como demostró toda la década pasada, tenía límites objetivos tanto en el respaldo de la población como en determinadas medidas militares, políticas o de inteligencia, para una política abiertamente agresiva como fue usual en los tiempos de la guerra fría donde todo estaba justificado con la excusa de vencer a la amenaza comunista. Las consecuencias de la debacle norteamericana en Vietnam aún se hacían sentir, lo que crea una cultura de aversión al riesgo en los jefes del Pentágono, del Estado Mayor de las FF.AA o de los servicios de inteligencia. Estas limitaciones pudieron apreciarse en sesiones de la Comisión Parlamentaria: cuando desafiados por los panelistas por sus fracasos en tomar acciones militares más fuertes contra Al Qaeda anteriores a los ataques a Nueva York y Washington, Madelaine Albright, Sandy Berger( secretaria de estado y consejero de seguridad nacional del gobierno Clinton) así como sus contrapartes republicanas respondieron que las condiciones políticas para tales acciones no existían. Esto cambió luego del 11/9. Gracias a la enorme conmoción causada en la población y la utilización política por parte de Bush, Estados Unidos pudo sobrellevar y justificar una política exterior abiertamente guerrerista con un reforzamiento del despliegue de tropas en los cinco continentes, dos guerras reaccionarias en Irak y Afganistán e innumerables operaciones encubiertas desde el apoyo a la oposición gorila en Venezuela o de lúmpenes armados en Haití hasta otras menos visibles como su creciente intervención en Pakistán o el asesinato descarado de determinadas figuras. En el plano interno esto fue acompañado por una andanada de medidas y legislación represiva como consagra la llamada Acta Patriótica, votada por Republicanos y Demócratas en el 2002.
Los trabajos de la Comisión del 11/9, utilizando cínicamente el dolor de los familiares de las víctimas de tan brutal atentado, busca legitimar aún más y mejorar estas prácticas sucias proponiendo una serie de reformas como la creación de una agencia de seguridad interna como el M15 británico, que suplantaría al FBI como la organización de inteligencia de antiterrorismo doméstico. Su contenido ostensiblemente reaccionario fue expresado claramente por el presidente de la misma, Tom Kean, en la ultima edición de la revista Newsweek: "Nosotros somos muy diferentes de la "Church Commissión" dijo Kean, refiriéndose al panel que expuso los abusos de inteligencia a mediados de los "70. "Esta fue formada para castigar a la CIA....Nosotros no queremos sacarnos de encima ninguna agencia gubernamental. Pero esperamos hacer estas agencias mejores". Todo una declaración de principios... imperialista.








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