PTS
Partido de los Trabajadores Socialistas
Buenos Aires   |  27 de marzo de 2024
Facebook
Twitter
 
Marx y las revoluciones del siglo XIX
Marx y el proceso revolucionario en Francia - Segunda Conferencia (Parte I)
05 Oct 2006 | De las barricadas de febrero de 1848 al 18 Brumario de Luis Bonaparte

Esta conferencia va a estar centrada en el análisis que hace Marx del proceso revolucionario que se desarrolla en Francia entre febrero de 1848 y diciembre de 1851. Un proceso que tiene coyunturas muy cambiantes, y que va a ser cerrado con el golpe por el cual Luis Bonaparte, el sobrino de Napoleón, se consagra Emperador.
Recordemos que Marx señala en el Manfiesto Comunista que la sociedad capitalista va simplificando las relaciones de clase, porque a medida que la burguesía se desarrolla elimina las clases intermedias y genera una polarización de la sociedad en dos clases antagónicas, la burguesía y el proletariado. En el Manifiesto esta afirmación va acompañada de otra: la crisis capitalista genera una situación tal que la burguesía ya es incapaz, incluso, de alimentar a sus propios “esclavos”. Que hubiera un gran ejército de desocupados, crisis económica, miseria creciente, pauperización, eran indicios para Marx de un agotamiento de la clase dominante.
Señala que, así como la Revolución Francesa de 1789 había sido la expresión del agotamiento del dominio feudal, en este momento se asistía a un debilitamiento análogo del dominio burgués. Pronosticaba o creía entender que se estaba presenciando el agotamiento del nuevo modo de producción capitalista que había reemplazado al modo de producción feudal. Si bien Marx equivoca con este planteo los tiempos históricos, lo cierto es que la agudeza de la crisis permitía pronosticar próximos levantamientos revolucionarios.
La crisis económica, que contenida en 1846 se había desatado en el otoño europeo de 1847, era la más profunda que había atravesado a los principales países europeos en mucho tiempo. Aunque en 1848 no hay revolución en Gran Bretaña, el corazón del capitalismo en aquél entonces, sí vamos a ver levantamientos en prácticamente toda Europa continental, donde se combinan proecesos de revoluciones proletarias con otro de tipo democrático-nacionales, la denominada “Primavera de los Pueblos”.
Ya en 1847 hubo importantes levantamientos en Italia, en Hungría y el triunfo de los liberales en Suiza en la guerra del Sonderbund, que era una unión de siete cantones católicos suizos que se oponían a reformas progresistas defendiendo los privilegios de la Iglesia y los jesuitas. Se advertía, además, la debilidad de la monarquía prusiana, frente a la cual el Manifiesto pronostica un pronto levantamiento revolucionario. Marx razona entonces que el proletariado es más fuerte que en 1789 y, por tanto, la próxima no será una revolución igual a la francesa; calcula que será más difícil contenerla, bloquearla, frenarla. También señala que la revolución en Alemania llevaría inexorablemente a la guerra exterior, en particular contra Rusia. Para Marx la instauración allí de una república democrática empujaría a la reacción a actuar, radicalizando y desarrollando nuevas energías entre las masas y permitiendo que el proletariado vaya tomando crecientemente un rol dirigente. La dimensión internacional del proceso que se avecinaba estaba claramente contemplada en el Manifiesto Comunista.
El año 1848 es el momento más revolucionario del siglo XIX, una de esas fechas que son divisorias de aguas en la historia. Marx atisba una gran oleada de revoluciones, la disposición de las masas a terminar con todo lo establecido, donde los proyectos más radicalizados ganan adhesión, estas aprenden rápidamente en el combate de las barricadas lo que no aprendieron en décadas.
Vamos ahora a tratar de sintetizar los problemas que plantea Marx sobre el proceso revolucionario que se inicia en Francia en febrero de 1848, y que analiza en dos libros fundamentales: Las luchas de clases en Francia, que fue escrito al calor mismo de los acontecimientos, y en esa gran obra de literatura política que es El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Este último se llama así por la analogía que hace Marx entre el golpe de estado que da el sobrino de Napoleón el 2 de diciembre de 1851 con la fecha en que éste se proclamó emperador -9 de noviembre de 1799-, utilizando la denominación del calendario revolucionario que había instituido el gobierno jacobino en 1793. Recuérdese que todo el hilo argumental del libro está construido desde la idea, con la que Marx parafrasea a Hegel, de que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces, una como tragedia y la otra como farsa.

El régimen de la aristocracia financiera
Desde que llegó al poder, expropiando el poder de las barricadas que habían terminado en julio de 1830 con el poder restaurado de los Borbones, y hasta su caída en febrero de 1848, Luis Felipe de Orleáns gobierna Francia bajo un régimen de monarquía constitucional, basado en un sufragio censitario muy limitado, que abarcaba sólo a doscientos cuarenta mil electores. El régimen de Luis Felipe se asienta en una fracción de la burguesía, la de la aristocracia financiera que se venía enriqueciendo a costa de la deuda pública. El Estado francés estaba constantemente endeudado con el Banco de Francia, y era esa fracción capitalista en el gobierno, la que justamente por apropiarse de los recursos generados por la sociedad francesa, la que dificultaba el desarrollo de una fuerte burguesía industrial.
Al mismo tiempo, el otro sector aristocrático eran los Borbones, asentados en las grandes propiedades de tierras recuperadas después de la caída de Napoleón. Parte de las tierras que habían sido expropiadas durante la revolución, favoreciendo a los campesinos, les habían sido devueltas, cobrando incluso indemnizaciones por el monto de mil millones de francos en 1825.
La clase dominante en Francia de 1848 tiene entonces tres fracciones que, más allá de las formas aristocráticas que toma la representación política de dos ellas, expresan distintos sectores burgueses: la aristocracia financiera que está en el gobierno de Luis Felipe; el sector que responde a la fracción dinástica de los Borbones, que son grandes propietarios de tierras, y finalmente un sector minoritario expresado por la burguesía industrial, más débil y que no tiene una expresión política directa, aunque tiende a apoyar a la oposición republicana agrupada en el periódico El Nacional. Había además un sector pequeñoburgués urbano relativamente importante en algunas ciudades (tenderos, comerciantes, periodistas, literatos, etc.) y un amplio campesinado parcelario, que pese a la restauración de 1815 había logrado conservar la propiedad de sus tierras. En la mayor parte de los casos, sin embargo, tenían que enfrentar fuertes gastos en deudas hipotecarias, casi tanto como lo que antes de la revolución tributaban al señor. Preponderamente en París, pero también en Lyon o Marsella, existe también una clase obrera que se organiza fundamentalmente en distintas corrientes y núcleos socialistas y comunistas. Aún conservando muchos rasgos de producción artesanal y siendo minoritaria desde el punto de vista numérico –los campesinos parcelarios constituyen la gran mayoría de la población francesa de entonces-, la clase obrera francesa contaba con una importante tradición combativa y revolucionaria, herencia de los sansculottes de la revolución de 1789. En las décadas de 1830 y 1840 es protagonista de huelgas y luchas que son parte del fermento político que recorre Francia y preanuncia el levantamiento de 1848.
Existe también otro sector social que Marx denominará lumpen-proletariado. La crisis económica a la que hacíamos referencia anteriormente había provocado el cierre de muchas industrias y crisis en el comercio, aumentando la pauperización. Muchos trabajadores se quedaban sin empleo y muchos campesinos –que se morían de hambre en el campo- engrosaban las masas pauperizadas de las ciudades.
Dos acontecimientos mundiales, las plagas de la patata y las malas cosechas de 1845 y 1846, junto con la crisis general del comercio y la industria, que estalló en 1847 con la quiebra de los comerciantes mayoristas en productos coloniales de Londres, seguida por la de los bancos agrarios y los cierres de fábricas en los distritos industriales de Inglaterra, aceleraron el descontento general con el gobierno de Luis Felipe y llevaron a la revuelta popular.

La ilusión en la “fraternidad de todas las clases”
El proceso que va a llevar al levantamiento revolucionario empieza –como sucede frecuentemente en los procesos de esta índole- con la acción lanzada por los sectores opositores en el seno de la clase dominante. Los sectores opositores de la burguesía habían organizado una campaña de agitación en forma de banquetes, planteando una reforma electoral que les daría mayoría en las cámaras y así terminar con el ministerio de la Bolsa. Pero echaron una chispa en leña seca, porque la insatisfacción popular se coló detrás de esta demanda de reforma del gobierno y se produce un levantamiento popular el 24 de febrero de 1848, con barricadas levantadas en toda la ciudad de París, donde la clase obrera tuvo un protagonismo excluyente. El ejército se vio desarmado ante la actitud pasiva de la guardia nacional y la monarquía dejó su lugar a un gobierno provisional.1 
Cae el gobierno y se inicia una primera disputa sobre qué tipo de régimen de gobierno sustituirá a la monarquía constitucional de Luis Felipe: ¿una monarquía o una república?
Políticamente, la burguesía republicana, desde el periódico El Nacional, agitaba en contra de la monarquía de Luis Felipe. A su izquierda se encontraban aquellos que estaban agrupados en el periódico demócrata socialista La Reforma, liderados por Alexandre Ledru-Rollin. Entre los que, de alguna manera, buscaban expresar políticamente al movimiento obrero se encontraban, entre otros, Louis Blanc, que expresaba a los sectores más moderados, y también había grupos socialistas y comunistas que se van a organizar en clubes revolucionarios, entre ellos la Sociedad Republicana Central, liderada por el gran comunista revolucionario Augusto Blanqui, y el Club de la Revolución, liderado por Barb˜és. También tenían su importancia los llamados “comunistas icarianos” de Cabet y los seguidores de Victor Considerant. Algunos historiadores sostienen que al calor del proceso revolucionario llegaron a formarse más de 400 clubes políticos.
Inicialmente, los sectores burgueses que se habían levantado contra Luis Felipe querían convocar a una Asamblea Constituyente para que decidiera el carácter del nuevo régimen.
Pero los obreros de París sabiamente denunciaron que se trataba de una maniobra para que los sectores más conservadores que no habían participado de la revolución bloquearan la proclamación de la república. Eran las lecciones aprendidas en 1830, cuando los obreros hicieron las barricadas, pusieron la sangre y los muertos, pero después –a la hora de formar el gobierno- se instauró una monarquía constitucional.
Esta vez, los obreros de París dijeron “no”. Inmediatamente a la caída del gobierno, marchan a la sede del Ayuntamiento, donde se habían reunido los miembros del gobierno provisional, que expresaba, al decir de Marx, “una transacción entre las diversas clases que habían derribado conjuntamente la monarquía de julio, pero cuyos intereses se contraponían hostilmente”2 . Marx dice que para el mediodía del 25 de febrero “no se había proclamado todavía la república pero, en cambio, todos los ministerios estaban ya repartidos entre los elementos burgueses del gobierno provisional y entre los generales, abogados y banqueros del National”3 .
El proletariado marcha, entonces, encabezado por el dirigente comunista Raspail, al H˜ôtel de Ville. Este dice a los miembros del gobierno provisional: “En nombre del proletariado les ordeno que proclamen la República; tienen dos horas, sino volveremos con otros doscientos mil hombres”. Dice Marx que aún antes de expirar el plazo, la Segunda República había sido proclamada por imposición de las masas obreras de París.
En este primer momento de la revolución, las clases dominantes se ven obligadas a hacer concesiones al proletariado, porque éste había sido el gran protagonista de la insurrección de febrero. Aceptan, entonces, jugar la ficción –durante un tiempo- de que se había conquistado la “república social”.
La idea equívoca que movía a la mayoría de los trabajadores que participan del levantamiento, es la de que, al conquistar la república –y, con ella, la representación política igualitaria-, derrotando a la monarquía y a la aristocracia financiera, se avanzaba hacia la emancipación social. República social y derecho al trabajo serán las dos demandas que encarnan en la intervención de la clase obrera en febrero de 1848.
En Las luchas de clases en Francia, Marx va a decir que esta primera etapa –que va desde febrero hasta junio- será aquella donde prima el engaño sobre la “fraternidad entre las clases”, donde existía la ilusión en que la implantación de la república equivalía al fin de la dominación de la burguesía en su conjunto. Uno de los miembros del gobierno provisional, el poeta Lamartine, bautizó al nuevo gobierno como aquél que “elimina esa equivocación terrible que existe entre las diversas clases”.
En un primer momento la clase obrera conquista una serie de derechos democráticos y económicos, como la libertad de prensa, de asociación política, el sufragio universal, leyes de protección al trabajo, la limitación al trabajo de las mujeres y los niños, derecho sindical y de huelga, o la abolición de la esclavitud en los territorios coloniales de Guadalupe y Martinica. Además, la Guardia Nacional, que hasta entonces sólo era integrada por miembros de la burguesía, se abre a la participación de los sectores obreros y populares. El gobierno provisional, a su vez, tomará caricaturizándola la demanda de Louis Blanc de enfrentar el desempleo mediante la constitución de “talleres nacionales”. A pesar de que eran poco más que una versión de las workhouse (casas de pobres) inglesas, suscitaron el odio de la burguesía, que los estigmatizó como si fuesen la realización misma del socialismo, buscando ante todo volver contra los obreros a los pequeño burgueses.
Además, se puso en funciones la llamada “comisión del Luxembugo”, supuestamente encargada de satisfacer la demanda acerca del “derecho al trabajo”. Bajo la presidencia de Louis Blanc, llegará a reunir a 231 delegados patronales junto a 242 delegados obreros y numerosos “consejeros teóricos” y economistas, sin ningún logro favorable a los trabajadores.
A la vez, se va a conformar un nuevo cuerpo militar, la Guardia Móvil, reclutando a sus efectivos entre el lumpen-proletariado, que era vista por sus promotores como una forma de reforzar las fuerzas armadas tradicionales.
Es también convocada una Asamblea constituyente, que va a tener su primer reunión el 4 de mayo, con una mayoría controlada por los burgueses republicanos, una importante presencia de representantes de las fracciones monárquicas y una minoría de socialistas. Por decisión del gobierno provisional, el Estado, en vez de decretar la caducidad de las deudas contraídas por Luis Felipe, se compromete al pago de la deuda con el Banco de Francia, salvando y volviendo a quedar atado a la aristocracia financiera. Y para hacer estos pagos obtienen los recursos mediante el aumento de impuestos a los campesinos (45 céntimos de franco en cada uno de los cuatro impuestos directos existentes), a quienes se los engaña diciendo que estos impuestos son para el sostenimiento de los talleres nacionales. Desde ese momento, señala Marx, “la república fue para el campesino francés el impuesto de los 45 céntimos y vio en el proletariado de París al dilapidador que se daba buena vida a costa suya”4 . Era un primer paso para aislar política y socialmente a la clase obrera que había estado a la vanguardia de la alianza revolucionaria que derrocó a Luis Felipe.

1 En Francia, existía la tradición de una milicia civil, que era la Guardia Nacional.
2 Karl Marx, Las luchas de clases en Francia (1848-1850), en Marx-Engels, Obras Escogidas, Tomo 4, pág. 186, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, 1973.
3 Ídem.
4 Ídem, pág. 193.

_________________
El papel de la deuda pública bajo el reinado de Luis Felipe

“… el incremento de la deuda pública interesaba directamente a la fracción burguesa que gobernaba y legislaba a través de las cámaras. El déficit del Estado era precisamente el verdadero objeto de sus especulaciones y la fuente principal de su enriquecimiento. Cada año, un nuevo déficit. Cada cuatro o cinco años, un nuevo empréstito. Y cada nuevo empréstito daba a la aristocracia financiera una nueva ocasión de estafar a un Estado mantenido artificialmente al borde de la bancarrota; éste no tenía más remedio que negociar con los banqueros en las condiciones más desfavorables. Cada nuevo empréstito daba una nueva ocasión para saquear al público que colocaba sus capitales en valores del Estado, mediante operaciones de Bolsa, en cuyos secretos estaban iniciados el gobierno y la mayoría de la cámara”.
“La monarquía de julio no era más que una gran sociedad por acciones para la explotación de la riqueza nacional de Francia, cuyos dividendos se repartían entre los ministros, las cámaras, 240.000 electores y su séquito. Luis Felipe era el director de esta sociedad”.

Karl Marx, Las luchas de clases en Francia, 1848-1850

 

Ver online | Ir a www.pts.org.ar



Redacción de la Verdad Obrera: [email protected]
La Rioja 853 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires - C1221ACG - Argentina / Te.: (54-11) 4932-9297