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CAIDA DE LA ACTIVIDAD, AJUSTE Y SALUDABLES GANANCIAS EMPRESARIAS
La política K lleva a la recesión
Por: Pablo Anino

22 May 2014 |

El ajuste, con techos salariales, tarifazos y devaluación está llevando a la recesión. El gobierno decidió resolver la restricción externa (escasez de dólares para sostener el crecimiento) frenando la economía. La industria cayó 3,1% en el primer trimestre. La economía cae de conjunto. Hace poco el establisment decía que faltaban inversiones y que por eso subían los precios. Hoy la capacidad disponible en la industria retrocedió a 67,2%. Es decir que se podría producir más sin ni subir precios. Pero eso no ocurre. No se genera empleo y avanzan las suspensiones en las automotrices y los despidos “hormiga” en las metalúrgicas.

Estabilización precaria y vuelta de la especulación

El ajuste estabilizó precariamente las variables económicas. Se dejó de perder reservas, incluso algo se recuperó. Por eso el presidente del Banco Central Fábrega levantó parcialmente el “cepo”, así las multinacionales mandan sus ganancias a las casas centrales. La inflación, aunque sigue siendo alta, moderó su crecimiento, más por efecto de la recesión que planchó algunos precios que por los “precios cuidados”.
La nueva disparada del dólar “blue” refleja una precaria estabilización. Ya se habla del fin de la “pax cambiaria”. El estancamiento de la producción presiona para que el Banco Central baje la tasa de interés (lo hizo levemente los últimos días) facilitando el consumo e inversión con dinero “barato”. Como contraparte, los especuladores quieren volver a comprar dólares ante la perspectiva de menor rendimiento de los plazos fijos. La disyuntiva entre subir o bajar la tasa de interés dividiría aguas en el gabinete, reunido por Cristina para buscar que la “sintonía fina” se dé entre sus funcionarios.

Pero los especuladores no actúan sólo por un problema de “tasa de interés”. Por debajo actúan las condiciones estructurales de la Argentina semi-colonial, atrasada y dependiente. Los Estados semi-coloniales son formalmente libres, pero económicamente dependientes del capital financiero internacional, de organismos como el FMI ,y están atados a pactos con países imperialistas. Ejemplos de ellos son la ley anti terrorista votada a pedido de EE.UU. o el acuerdo energético que acaba de cerrar Julio De Vido con el país del norte. La falta de dólares se debe a la fuga de ganancias de las multinacionales, los pagos de la deuda y las importaciones de energía. Esto se agrava por la “reticencia inversora” de la burguesía local, una fugadora serial.

Sólo un programa de la clase obrera puede atacar de raíz estos problemas. Aún con “desendeudamiento”, la deuda se llevó año a año miles de millones de dólares, y retomó su curso alcista con los bonos emitidos para compensar a Repsol. Otro tanto ocurrirá si el gobierno logra volver a los “mercados” negociando con el Club de París y los fondos buitre. Hay que dejar de pagar la usuraria deuda externa que en 2015 se llevaría u$s9 mil millones. Los bancos, con la devaluación de enero, ganaron millones. Nacionalizar la banca y conformar una banca estatal única es una medida mínima para frenar a estos especuladores. Las grandes cerealeras (casi todas conglomerados imperialistas) habrían liquidado menos granos especulando con mayor devaluación.

Frente a esa suerte de monopolio de una buena parte de los dólares que se obtienen por exportaciones, la respuesta debería ser el monopolio estatal del comercio exterior y la expropiación de los grandes terratenientes.

La crisis mundial sigue como mar de fondo. En las expectativas de mayor devaluación influyen condiciones estructurales internas (inflación, baja de tasa de interés, deterioro del superávit comercial que pegó un salto en abril, entre otras), pero la paulatina disminución de los estímulos monetarios en EEUU también repercute sobre la economía local. El previsible debilitamiento de las monedas de algunos países “emergentes” (Brasil, Sudáfrica y Turquía) también puede alcanzar al peso argentino.

Automotrices: los trabajadores pagan el ajuste

La situación en la industria automotriz es ilustrativa de cómo funciona el capitalismo y, en particular, de cómo las empresas imperialistas sacan grandes frutos de países semi-coloniales como Argentina. Todas las terminales son de capitales imperialistas y su esquema de negocios es global, desagregando su producción en distintos países. En el Mercosur lo hacen en Brasil y Argentina. Como en Argentina se producen pocas autopartes, gran cantidad de dólares se destinan a la importación. Así, un 70% de los autos que se arman es importado. Esta industria necesita cada vez más dólares para sostener su actividad agravando la escasez de divisas. El régimen automotriz del Mercosur está en discusión con Brasil, que compra menos autos e influye en la caída de la producción. Pero la caída de las ventas locales por el ajuste es mayor aún.
Entre 2002 y 2013 la producción subió 359% pasando de 170 mil autos a 779 mil. La cantidad de obreros ocupados subió a un ritmo menor (245%), aumentando la productividad por obrero un 31,4% por una mayor intensidad en los ritmos de producción y flexibilidad laboral. La mejora de la productividad y el avance tecnológico fueron aprovechados por las patronales, que en vez de liberar de tiempo de trabajo al obrero lo llevó a ritmos insoportables.

Fue una excepcional “década ganada” para las empresas. Incluso en medio de la devaluación de enero subieron los precios de los autos a niveles altísimos. El combo de mayor producción, productividad por obrero y ventas récord se tradujo en una gigante acumulación de ganancias. Ahora el gobierno pide tibiamente a las empresas que muestren su estructura de costos, no para develar que se la “llevaron en pala”, sino para ofrecerles incentivos. Se debería exigir a las fábricas que abran ya los libros de contabilidad, para dejar al desnudo que la grave crisis que viven los trabajadores no es porque las empresas no estén ganando.

En 2013 la producción fue algo menor que la récord de 2011, pero las ventas alcanzaron el nivel más alto de la historia. Hoy, frente a la caída, la variable de ajuste son los trabajadores con suspensiones y despidos de activistas. Pero pese a la baja las ventas se mantendrán en niveles altísimos. Las patronales aprovechan para intentar crear un clima de terror, disciplinar a los obreros y sacar una nueva tajada. Si se produce menos, se deberían repartir las horas de trabajo entre todos los obreros, reduciendo la jornada sin tocar los salarios. ¿Por qué la mejora de la productividad no significó una reducción de la jornada laboral o de los ritmos? ¿Por qué no se usan las ganancias acumuladas para un plan de contingencia? Son preguntas retóricas, porque en el capitalismo los intereses de las empresas son opuestos a los de los trabajadores. Las ganancias que se reportan a las casas centrales, aunque impliquen destruir empleos y lanzar miles de obreros a la calle, están por delante de cualquier necesidad social.

Las ganancias no están en crisis

Los bancos gozan de un festival de ganancias con la diferencia que se hicieron con la devaluación de enero. Las exportadoras de granos disfrutan de altos precios de la soja con cosecha récord. La buena salud de las ganancias se extiende a otros grandes conglomerados. En 2013 el Mercado de Valores de Buenos Aires registró una de las mayores alzas en el mundo. Aunque la distribución de ganancias retrocedió un poco respecto a 2012 significó enormes dividendos. Pero desde marzo la tendencia al alza sigue. Las automotrices no cotizan en bolsa, pero ganaron fortunas con las ventas récord en 2013. Mientras tanto el ajuste se descarga sobre el pueblo trabajador. Tenemos que imponer una salida propia para que el ajuste recaiga sobre quienes generaron este desorden económico.

 

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