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La Asamblea Universitaria y la política de la conducción de la FUBA
12 Dec 2013 | Leonardo Améndola

El 5 de diciembre pasado se realizó la Asamblea Universitaria de la UBA. Una vez más, el Gobierno Nacional con el flamante Jefe de Gabinete Capitanich a la cabeza, cedió las instalaciones del Congreso Nacional y la custodia de la Policía Federal para garantizar una nueva entrega de la “fiesta de la democracia Universitaria”. Al respecto del escenario y las condiciones en las que se realizaba dicha Asamblea, Cecilia Mancuso y Facundo Gómez, (militantes de la Juventud del PTS y consejeros Directivos de la facultad de Sociales y de Filosofía y Letras respectivamente) escribían que la defensa por parte de las autoridades de la UBA de un régimen profundamente antidemocrático es la forma que tienen, quienes hoy gobiernan la Universidad, de evitar el cuestionamiento del rol social que juega la Universidad, su funcionamiento y el de su gobierno. La defensa de un modelo donde el conocimiento está puesto en función de la ganancia de empresas privadas que brindan como contraparte cierto “financiamiento externo” tiene su máxima expresión en el uso de las fuerzas policiales y la estigmatización del movimiento estudiantil. En palabras del Rector electo, quienes se movilizaron a repudiar la Asamblea “no son parte del pueblo Argentino”. Todo dicho.

Aunque no sorprenda la actitud de las autoridades y el gobierno frente a quienes nos movilizamos en defensa de la democratización de la UBA, durante todo el proceso de elección de autoridades se destacó el debate entre entre las corrientes que hoy conducen la FUBA. La conducción de la federación había logrado atravesar diversos momentos. Ahí están como muestra los congresos completamente vaciados de participación, las “crisis políticas” de la conducción con los militantes de Marea Popular llevando las banderas de la FUBA a los actos con Chávez y el reparto de los espacios de publicaciones. Dicho frente había logrado, sobre todo, mantener a la FUBA sacando declaraciones como tarea central de la actividad política de la federación en el último tiempo.

Los avatares de la política sin embargo golpearon en las dos corrientes más importantes de la conducción: el PO y La Mella. El proceso de democratización, las asambleas y las definiciones frente a la elección del Rector se transformaron en el campo de una batalla muy poco creíble para cualquier observador asiduo de la política Universitaria. En asambleas, marchas y declaraciones, una y otra parte se acusaron sin ahorrar municiones de aquello que hasta unas semanas atrás era patrimonio común de ambas partes: el apoyo en diversos momentos a algún sector de las autoridades de la Universidad, el ninguneo a los espacios de definición y autoorganización del movimiento estudiantil, la parálisis de la federación como tal.
Por fuera de la pirotecnia verbal y de las actuaciones estelares frente a las vallas de la policía, la crisis que atraviesa la federación responde a problemas menos anecdóticos. Las diferencias políticas que pudieron atravesar a la conducción fueron resguardadas bajo el mismo método de conducción con el cual se ha manejado la FUBA en el último tiempo, al cual hemos cuestionado en numerosas oportunidades y creemos que hace a un punto central respecto a los obstáculos a sortear. Todo rumbo progresivo de la federación debe apelar al desarrollo de un movimiento estudiantil militante y autoorganizado. Desde ahora, la tarea de los centros militantes que ganamos desde el Frente de Izquierda tiene que estar puesta bajo esta perspectiva y por eso peleamos desde la Juventud del PTS. El objetivo de mantener los “sellos” de la FUBA por fuera de este objetivo termina en algún momento en esta parodia de “lucha política” en la que han concluido el PO y la Mella.

 

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