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Claves N° 4

Xenofobia y racismo en la Italia de Berlusconi

Ciro Tappeste

3 de julio 2008

Los pogrom antirom de Ponticelli (periferia de Nápoles) a fines de mayo, que luego se repitieron en Novara, Génova, Milán e incluso Roma, mostraron hasta dónde puede llegar la bronca popular canalizada en clave racista y xenófoba. También mostró de qué lado están las fuerzas policiales que asistieron impasibles a lo que estaba sucediendo, vigilando sólo que la muchedumbre “se contentara” con quemar los asentamientos y no llegara a linchar a la pobre gente que intentaba huir con los niños y sus pocos bienes cargados en los hombros.

Pocos días después, el gobierno adoptaba en la misma ciudad un “paquete seguridad”, en gran parte inspirado en el proyecto de ley adoptado hace unos meses por el ex gobierno de Prodi con el pleno apoyo de la “izquierda radical” (Refundación Comunista, Comunistas italianos y Verdes). Se reafirma con este paquete que Berlusconi busca perfilarse como gobierno duro dispuesto a llevar hasta las últimas consecuencias el discurso sobre la “seguridad” y el “problema inmigración”, en el que basaron su última campaña electoral tanto centro derecha y centro izquierda.

En este clima crecientemente reaccionario no tardaron en manifestarse brutalmente las consecuencias de las medidas adoptadas con el sostén tácito de la oposición del Partido Demócrata (PD). Mientras en Chiaiano (Nápoles) la policía reprimió violentamente a los manifestantes que levantaron barricadas en protesta contra la apertura de un vertedero de basura en la zona, en Roma una banda fascista destruía impunemente vitrinas de negocios asiáticos en uno de los históricos barrios “rojos” de la ciudad. El 27/5 un comando del partido fascista Forza Nuova agredía con cuchillos y palos a estudiantes de La Sapienza en las afueras de la facultad de Roma.

Prodi abonó el racismo y la xenofobia que hoy aprovecha Berlusconi
En los últimos meses del gobierno centroizquierdista de Prodi, mientras la burocracia sindical cubría las medidas antiobreras, la derechización del discurso y del debate político en clave populista, de la oposición berlusconiana de entonces y del centro izquierda, tenía como meta principal ocultar las raíces de los mecanismos de la crisis actual que golpea a Italia y canalizar el malestar popular latente en clave reaccionaria.

Basta pensar en cómo, mientras se orquestaba la enésima contrarreforma del Estado de Bienestar (reforma Damiano) en julio de 2007, Prodi no vaciló en adoptar (con el beneplácito de la “izquierda radical” del gobierno) un “paquete seguridad”, hoy retomado por Berlusconi. Con esas medidas, limpiabotas y vendedores ambulantes extranjeros indocumentados se transformaban en la fuente de los problemas de “seguridad” del país. De esta forma, Prodi pretendía (y logró parcialmente) desplazar artificialmente el eje del debate político y social.

Las leyes (Turco-Napolitano y Bossi-Fini) votadas por los anteriores gobiernos de centro izquierda y centro derecha (y que los amigos “comunistas” de Prodi que gobernaron durante más de 20 meses no tocaron aunque habían prometido derogarlas), no tenían ni tienen como meta acabar con la inmigración. Son leyes funcionales al discurso demagógico y racista de la clase política italiana, exacerbado en el caso de los aliados derechistas de Berlusconi de la Liga Norte, a pesar de que las PYMES de la parte septentrional del país (base electoral de la Liga) amontonan pingües ganancias gracias a la sobreexplotación de la mano de obra inmigrante. Pero también son funcionales a las necesidades de la patronal, que no puede prescindir de esta mano de obra que vive con el terror de la expulsión y es por consiguiente mucho más presionable, haciendo más difícil aún cualquier posible unificación de clase entre el proletariado italiano y extranjero.
Al mismo tiempo, el discurso populista del centro derecha (retomado en forma descarada por el centro izquierda) sirve para convertir, en caso de necesidad, a los inmigrantes en chivos expiatorios para canalizar la frustración de sectores enteros de la población. Esto se ve en particular en sectores del proletariado inmigrante marginados de los circuitos de la economía formal. Este es el caso de los rom, que se ocupan mayormente de actividades periféricas como el reciclaje de escombros de obras en construcción, trabajan como vendedores ambulantes o sobreviven pidiendo limosna, y que constituyen el sector más oprimido del proletariado inmigrante en Italia. Los pogrom de Nápoles no son más que la expresión de esta política. En un clima de crisis social y económica que asola el país 1, si el descontento popular se plasmó en clave populista y reaccionaria en el voto a Berlusconi en las últimas elecciones anticipadas, esta vez operó un nuevo salto tal como lo atestigua el brutal y preocupante desencadenamiento de violencia racista antirom.

El actual gobierno de Berlusconi

El gobierno de centro derecha recientemente conformado multiplicó operaciones policiales que pretenden ser golpes de efecto para mostrar que se estaría tratando de resolver por las buenas o por las malas los problemas del país sintetizados en una sola palabra: “inmigración”. Berlusconi planteó en el primer Consejo de ministros extraordinario que “el derecho de los italianos es el de no tener miedo”. No hablaba del miedo a la desocupación, a los salarios cada vez más carcomidos por la inflación o a los problemas de seguridad en los lugares de trabajo, donde mueren tres obreros por día. Para Berlusconi, el problema central es el miedo a los inmigrantes. Lo volvió a recalcar como primer gesto político al adoptar como medida central el nuevo “paquete seguridad” que generó tensiones en el seno del gabinete donde la palabra “orden” es la que logra más demagogia reaccionaria y racista para responder a su base electoral.

En este clima de tensión intervienen sectores afines al gobierno o más a derecha y que la coalición berlusconiana no controla del todo. Así lo muestran la golpiza a activistas estudiantiles, ataques a comercios asiáticos y agresiones a la comunidad homosexual en Roma, y la represión en Chiaiano.

Lejos de escandalizarse ante el estallido de odio antirom y la represión policial, el PD de Veltroni se destacó por su sostén completo al gobierno2. En el caso de Ponticelli, el PD alimentó vergonzosamente los pogrom empapelando la ciudad con carteles a favor del desalojo.
La orientación del PD encuentra eco también en los tres principales sindicatos y de la central sindical CGIL en particular, que colabora al mantener las divisiones al interior de la clase obrera en Italia.
La coalición Izquierda Arcoiris (“izquierda radical”) no logra recuperarse de la tremenda derrota de las últimas elecciones y se contentó con protestar formalmente. Sin embargo, localmente sus consejeros y asesores siguen apoyando a los alcaldes centroizquierdistas que alimentan el clima xenófobo pidiendo al gobierno mayores poderes para luchar contra los inmigrantes clandestinos.

Contra el racismo y la xenofobia fascista, luchar por la unidad de clase
Ante esta situación, la tarea central y urgente de toda la vanguardia de clase y juvenil en Italia es estar en la primera línea de defensa de los trabajadores inmigrantes y sus familias, empezando por la defensa incondicional de los rom en un momento en que son objeto de ataques fascistas. Fue importante la moción de defensa de los inmigrantes adoptada por la Asamblea Nacional de Trabajadores y Delegados del sindicalismo de base promovido por el RdB-CUB, SdL y Cobas que tuvo lugar en Milán el 17/5, aunque todavía insuficiente al no votarse acciones concretas en este sentido hasta ahora. Las organizaciones obreras y políticas de izquierda no pueden dejarse arrastrar por los prejuicios que gangrenan a la clase obrera y los sectores populares en Italia, y por el contrario deben demostrar la estrecha vinculación existente entre las reivindicaciones de los trabajadores inmigrantes con las de los italianos. Al mismo tiempo, la propaganda racista del gobierno Berlusconi, sus decretos xenófobos y los ataques fascistoides contra los inmigrantes no se puede separar de una denuncia clara del papel del imperialismo italiano y sus ocupaciones militares como en los Balcanes o Afganistán.

En un momento en que los trabajadores inmigrantes latinos en EE.UU. demostraron no sólo su centralidad productiva sino también su importancia política en distintas oportunidades en multitudinarias marchas en 2006-2007, mientras los trabajadores “sans-papiers”, los trabajadores inmigrantes indocumentados en Francia del sector de la restauración (hoteles y restaurantes) están llevando adelante una dura lucha por su legalización, estos ejemplos de lucha por los derechos de los inmigrantes y por la unidad de clase tienen que ser el norte de la vanguardia en Italia si quiere contrarrestar la oleada xenófoba y populista promovida por el gobierno con la complicidad de la oposición de centro izquierda y la pasividad de la burocracia sindical, un giro a la derecha que prepara futuros ataques al conjunto del proletariado italiano.


LOS ROM, PARIAS ENTRE LOS PARIAS

Los rom y los sintis (gitanos) representan la minoría cultural más importante de Europa, perseguida y martirizada hasta la actualidad. Se calcula que estas poblaciones oriundas de la India que se desplazaron progresivamente entre los siglos XI y XIV hacia el Oeste hasta llegar a Europa, representan aproximadamente 27 millones de personas en el continente europeo (más de diez millones en la actual UE), siendo importantes minorías en varios países de Europa del Este. Las condiciones de vida de los rom en Europa oriental eran particularmente terribles, llegando incluso a ser reducidos a la esclavitud en varios de los Estados semifeudales que componían la actual Rumania hasta la segunda mitad del siglo XIX. Su opresión llegó a su punto máximo durante la Segunda Guerra Mundial, con los campos de concentración nazi y la limpieza étnica llevadas a cabo por el ejército alemán y sus aliados locales.

La instauración de Estados obreros profundamente deformados en Europa oriental, aunque aportó ciertas mejoras materiales, no brindó ninguna solución positiva al “problema rom”. Las autoridades stalinistas intentaron asimilarlos negándoles toda especificidad cultural y nacional y los utilizó como mano de obra en los sectores más duros, marginándolos en verdaderos ghettos o enviando a sus hijos a escuelas especiales para niños con problemas mentales.

Con la restauración capitalista y la posterior recolonización de la región, la discriminación histórica de los rom volvió a flote con más fuerza aún. Por ejemplo, en la República Checa, la tasa de desocupación ronda el 70% en la comunidad gitana cuando la media nacional es del 9%, mientras en Rumania el salario medio de los rom es de 100 a 200 euros, lo que explica la inmigración forzosa hacia Occidente.


LOS INMIGRANTES EN ITALIA Y LA INMIGRACION DEL ESTE DE EUROPA EN PARTICULAR

Italia, España y Portugal, se transformaron en los últimos años en países con importante inmigración, convirtiéndose el proletariado inmigrante en un componente importante de su mano de obra. Hoy Italia cuenta con más de 3,5 millones de inmigrantes (el 5,8% de la población), una cifra que aumentó el año pasado con la llegada de casi 700.000 inmigrantes. La mitad de los extranjeros residentes en Italia tiene entre 18 y 35 años y son una importante fuente de abastecimiento de mano de obra joven en el país que más envejece en Europa.

Esto no sólo tiene que ver con la ubicación geográfica de aquellos países que figuran entre las principales “puertas de entrada” de la inmigración legal o clandestina. La restauración capitalista en Europa oriental llevó a una recolonización de esos países. Italia se convirtió en uno de los principales inversores extranjeros en Rumania y Bulgaria, llegando a controlar importantes sectores económicos, desde la confección textil hasta las empresas tercerizadas de la industria automovilística.

Esta presencia económica también tiene su expresión en el plano militar, como se vio en la intervención militar italiana durante la crisis económica albanesa en 1997 o durante las guerras balcánicas y la agresión a Serbia en 1999. Hoy en día Italia aún mantiene un importante contingente de ocupación en Kosovo, Albania y Bosnia-Herzegovina.
La semicolonización, que estuvo acompañada por la integración a la UE de una parte de esos países, generó también un importante flujo migratorio hacia Europa occidental, una inmigración forzada de millones en busca de una mejora de sus condiciones de vida que las patronales europeas utilizan como mano de obra calificada y barata. Los inmigrantes de Europa del Este superan en número a los de la primera oleada migratoria de los ’80, principalmente provenientes de África del Norte.

Los trabajadores inmigrantes sostienen sectores centrales de la vida económica del país, en los servicios, la industria, la construcción y la agricultura. Sólo en Roma la patronal recluta entre las comunidades rumana y blangladesh a gran parte de los trabajadores precarizados que construyen la tercera línea de subterráneos y mantienen la limpieza de la ciudad.


Directiva Retorno

Retorno: se aplicará el “principio de retorno” de los inmigrantes indocumentados a su país de origen o a un tercer Estado (no están incluidas las personas asiladas).

Retorno voluntario: la persona expulsada puede “acordar” su regreso voluntario en un plazo de 7 a 30 días.

Detención: se aplicará cuando haya “riesgo de fuga” o la persona “sin papeles” se niegue a ser expulsado.

Plazo de detención: la duración máxima es de 6 meses, pero puede extenderse hasta 18. Una vez vencido ese plazo, el inmigrante recuperará su libertad. Hoy, el tiempo de detención tiene límites menores en Francia, Dinamarca, Gran Bretaña, Finlandia, Estonia y Holanda.

Prohibición de ingreso: la expulsión significa que se prohibirá la posterior entrada a la UE durante 5 años, plazo que puede extenderse si hubiera una “amenaza grave” a la seguridad.

Menores: los niños y niñas menores sin tutores y las familias con niños serán trasladados a “centros especiales” donde se les garantice el acceso a la educación. Si el menor no está acompañado puede ser expulsado a su país de origen (tenga o no familia allí).

Junto a la Directiva Retorno se votó el pasado 10/06 una medida que permite ampliar la semana laboral de 48 horas a 60 y 65 horas. Esta nueva directiva laboral permitirá a los patrones llegar a acuerdos individuales con los trabajadores, atacando directamente a los convenios colectivos.Esto demuestra cómo el ataque a los inmigrantes viene acompañado de un ataque a las conquistas de toda la clase obrera europea.

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