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Internacional

Un pedazo de Bolivia

“Evo, los voy a llevar siempre conmigo, es un pedazo de Bolivia”, se jactaba Cristina mientras lucía su encaje de Christian Dior en el acto de acuerdo energético con el presidente de Bolivia. Evo le obsequió un juego de collar y aros de plata con engarces de bolivianita, una piedra preciosa única en el mundo, producto de la fusión de la amatista y el citrino.

Miguel Raider

7 de febrero 2008

“Evo, los voy a llevar siempre conmigo, es un pedazo de Bolivia”, se jactaba Cristina mientras lucía su encaje de Christian Dior en el acto de acuerdo energético con el presidente de Bolivia. Evo le obsequió un juego de collar y aros de plata con engarces de bolivianita, una piedra preciosa única en el mundo, producto de la fusión de la amatista y el citrino. Ese pedazo de Bolivia se cotiza a razón de 2500 dólares el quilate y procede exclusivamente de las tierras tropicales del departamento de Santa Cruz de la Sierra. Durante 2003, la empresa Minerales y Metales del Oriente exportó estas gemas embolsando 2,5 millones de dólares y ahora busca conquistar el mercado de EE.UU. Entre tanto glamour, Cristina no podía dejar de aportar un toque “progresista”, señalando que “los negocios son negocios cuando las dos partes que intervienen obtienen beneficios, pero cuando solamente es una parte la que se lleva todo y la otra nada, eso es explotación, expoliación”.

Curiosamente, la bolivianita también es conocida popularmente como lágrima de miel, acaso aludiendo a los sacrificios que deben realizar aquellos que templan sus nervios y sus músculos para su elaboración final como mercancía. Efectivamente, si bien los talleres de joyería de Bolivia facturan la friolera de 55 millones de dólares anuales en ventas al exterior, simultáneamente emplean a más de 3000 trabajadores con salarios por debajo de la línea de pobreza bajo el régimen de destajo, sujetos a jornadas de trabajo que superan las 12 horas y frecuentemente se hallan anémicos. Son lágrimas similares a las vertidas por los pueblos originarios, reducidos a la esclavitud de la colonia para extraer los metales preciosos que sirvieron a la acumulación primitiva del capital de los países centrales, tal como describió Eduardo Galeano en su mítico libro Las venas abiertas de América Latina.

Cristina se quedó con un pedazo de Bolivia, esa que arrastra los sedimentos de los pulmones carbonizados de los mineros y las espaldas quebradas de los artesanos, para el glamour y la soberbia de los acaudalados y los poderosos.

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