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MOVIMIENTO OBRERO

ANTE LA HUELGA POLICIAL EN LA PROVINCIA

Un debate con las organizaciones gremiales de Santa Cruz

Desde hace 17 días la policía de Santa Cruz se encuentra acuartelada y reclamando aumento salarial entre otros reclamos como uniforme y armamento.

Virginia Pescarmona

19 de julio 2012

Desde hace 17 días la policía de Santa Cruz se encuentra acuartelada y reclamando aumento salarial entre otros reclamos como uniforme y armamento. Las negociaciones están trabadas y sobre la base de un discurso de seguridad "interior" la presidenta CFK y la Ministra Garré destinaron 4.000 gendarmes para que cumplan "las tareas" que la policía santacruceña no realiza desde inicios de julio.

Pero ante estos hechos empiezan a pronunciarse distintos sectores, y particularmente las organizaciones sindicales y políticas de la provincia. Con esa nota pretendemos abrir un debate sobre la posición política que mantienen desde la seccional de Pico Truncado de ADOSAC y que reproduce Izquierda Socialista en su periódico del 18 de julio, o la seccional Río Turbio de ADOSAC que convoca a la solidaridad activa con los policías acuartelados, incluso con retórica combativa afirmando que "los reclamos son justos" y que "la única lucha que se pierde es la que se abandona".

¿Por qué los trabajadores y los que nos reivindicamos clasistas no apoyamos una huelga policial?

En principio afirmamos que somos los trabajadores y la juventud organizada los que debemos asumir como tarea fundamental distinguir quiénes son aliados de los trabajadores y quiénes enemigos.
Justamente la docencia no puede olvidar el rol que cumplió la policía en la heroica lucha de docentes y petroleros del 2011, la cual terminó con dos petroleros presos y decenas de procesados por cortes de rutas y bloqueos de los pozos, que en los próximos días van a juicio.

Corre todavía por nuestra sangre el frío de las imágenes de la policía neuquina asesinando a nuestro compañero Carlos Fuentealba. ¿Quién se olvida de los casos de jóvenes asesinados a sangre fría en Bariloche? Y seguimos indignándonos ante las imágenes y recuerdos de la brutal represión en el Indoamericano a familias sin techo, entre tantos casos.
Sostenemos sin dudar que los efectivos de las fuerzas policiales no son “empleados públicos” como los docentes o los trabajadores estatales, aunque reciban un salario por su función. Si coincidimos en que la sociedad está dividida en clases y que los agentes armados son eso, el brazo -justamente- armado que depende directamente del poder ejecutivo para mantener el orden, entonces no se puede negar que la función de la policía es reprimir la protesta de los explotados y oprimidos, de los que se organizan, y levantan su voz contra las injusticias sociales.
Lejos de la aspiración que plantean ADOSAC y otras entidades gremiales de la MUS (Mesa de Unidad Sindical) la policía es irreformable. La policía, y las fuerzas represivas en general -cobrando por ello- son llamados, bajo el lema de "obediencia debida", a defender este sistema de explotación, precarización, falta de vivienda para millones y vida acomodada y llena de lujos para un puñado de capitalistas. Es por eso que cuando tienen la orden de reprimir a los que salen a luchar no dudan en hacerlo. Y esto no depende de cuánto ganen.

Y tampoco podemos olvidar los más de 9.000 agentes que fueron parte del aparato policial en la última dictadura, y hoy continúan en funciones. Son una banda armada que garantiza la propiedad privada y el orden social, ataca a la clase obrera en lucha y sistemáticamente ataca a la juventud, incluso reciclando métodos de tortura y hostigamiento en los barrios y en cada comisaría, hasta desapareciendo pibes como Luciano Arruga y tantos más. Junto a esto, las fuerzas policiales argentinas, frente al desprestigio en que se sumieron las tres Fuerzas Armadas luego de la dictadura, ganan peso, financiamiento, cantidad de miembros y, por consiguiente, impunidad. Juegan roles activos: atacan a los trabajadores, fajan a los jóvenes en los recitales y en la cancha, organizan eficazmente el narcotráfico y la trata de mujeres, además de ser responsables de cientos de casos al año de gatillo fácil que castigan a los jóvenes en los barrios populares. Poblete, Franchiotti, Salmo, por citar algunos nombres actuales que los trabajadores tenemos marcados a fuego, como símbolos del clásico canto "atención, atención: no es un policía, es toda la institución".

Hay corrientes que crean la ilusión de que con la sindicalización se podría transformar su naturaleza... dejando de ser policía. Pues no. El humilde hijo del obrero, o del desocupado que se alista, se cruza de vereda, se pasa de bando, se desclasa... se vuelve perro guardián del patrón. A partir de ahí cumplen órdenes: perseguir, espiar, armar causas, cuidar la propiedad privada ajena, "garantizar el orden", reprimir, asesinar a sueldo, hacer fichas de seguimiento de luchadores, golpear, encarcelar, reclutar o matar pibes en los barrios...

Sólo bajo determinadas condiciones la clase trabajadora podría pensar en quebrar la cadena de mandos policiales, suprimiendo la disciplina vertical de la alta oficialidad, debilitando así el poder represivo del Estado burgués, pero sobre la base de la movilización de masas, lo que presupone la autoorganización y el armamento obrero y popular como factor disciplinador de las fuerzas represivas. Estas condiciones son mucho más realistas que pensar que un proceso de “sindicalización” policial puede cambiar el carácter de la función represora.

Mientras el Estado, lejos de desfinanciar el aparato represivo, destina millones de pesos para que la Gendarmería espíe, para modernizar las flotas de patrulleros y helicópteros o los medios de comunicación policial, nos cierran grados, nos cierran escuelas, nos dividen el aguinaldo a los trabajadores estatales y docentes, nos niegan presupuesto… y lo combinan con el aumento del presupuesto para las escuelas privadas y religiosas, esas que enseñan a resignarse, a “portarse bien” a guardar orden en este sistema que sólo le ofrece a los jóvenes trabajos precarios, en el mejor de los casos; o bala y machete en los barrios populares.
Por todo esto los y las docentes del PTS y todos/as los/as que impulsamos la Corriente Nacional 9 de abril, no defendemos las huelgas policiales. Tal como discutimos y votamos junto a miles de trabajadores en la Conferencia Obrera del pasado 8 de julio en Ferro, por el contrario, llamamos a repudiarlas y luchamos por la disolución de todas las fuerzas de seguridad, al tiempo que defendemos y promovemos todas las formas de autodefensa obrera y popular que se doten las masas. La disolución de esta banda de criminales no es una utopía. Está íntimamente ligada a la preservación de las grandes mayorías populares, en particular los jóvenes trabajadores y estudiantes.

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