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Comunicados de prensa

Lo novedoso en el conflicto de los telefónicos

¿Quién dijo que no se puede?

Prensa PTS

8 de diciembre 2004

El sindicato FOETRA Capital, que desarrolló un triunfo sindical que acaso termine siendo considerado histórico, tiene en la planta baja de su edificio un busto de Juan Domingo Perón, joven. A medida que se asciende puede accederse a las oficinas de Osvaldo Iadarola, (secretario del gremio y miembro del MTA, movimiento del cegetista Hugo Moyano), de Claudio Marín (de la CTA) y de otro de los voceros de estos días calientes y calurosos en que los obreros tomaron los edificios neurálgicos de Telefónica y Telecom, el encargado de prensa Sergio Sosto, integrante del Partido Obrero.
Sosto recibió a lavaca (Marín y Iadarola andaban con la agenda colapsada) en medio de una reunión con sus compañeros de gremio. Un veterano telefónico comentaba: “Esto, viejo, es histórico. Se rompió la idea de que no puede haber aumentos de sueldo”. Otro de los presentes dijo: “Las acciones de Telecom en Wall Street habían bajado la semana pasada. Pero con el final del conflicto, volvieron a subir. Voy a la compu, me meto en Nueva York y después les aviso”.
Una mujer hospitalaria se acercó con lo que definió como “mate telefónico”, debe consignarse que muy bien hecho. Sosto (camisa gris y azul de Telefónica, voz gastada de tantos gritos y declaraciones en estos días, banderín de Nueva Chicago en la pared, humor veloz y guiños de picardía de sindicalista de toda la vida) armó un hueco de tiempo para describir detalles de un conflicto con muchos rasgos inéditos. 

Los combativos mutantes

Para empezar conviene que repasar brevemente datos de la prehistoria. En la Argentina existió un sindicalismo combativo, la CGT de los Argentinos, que en los años 60 comandaban el gráfico Raymundo Ongaro y el telefónico Julio Guillán. En los 90 Guillán mutó al menemismo privatizador. “Tenía la Lista Marrón, gobernó 35 años el sindicato. Primero se acercaron a Alfonsín, con sus primeras variantes privatizadoras. En los 90 el Partido Comunista estaba con el guillanismo, al que también adherían viejos sectores cercanos a José López Rega. Ya en tiempos de Menem, Guillán perdió unas elecciones pero recuperó el gremio por la división de todos los demás”. 
Esa especie de raíz cuadrada gremial, que todo lo subdividía (los clasistas iban en tres listas diferentes, por poner un caso) se frenó a partir de ese triunfo marrón del 93.
Los derrotados optaron por empezar a trabajar como oposición en forma conjunta y abierta. Había gente de la Comisión Nacional de Gremios Estatales, ex integrante del MAS, ex socialistas, intransigentes, y de toda corriente imaginable opositora a Guillán, que logró así el paradójico rol de unificar al sindicato, en su diversidad. “Teníamos claro que venía a vaciar el gremio y hacer la política de los privatizadores con los microemprendimientos, que era el modo de convertirse, ellos mismos, en los gerenciadores del dinero de los retiros voluntarios. Además, cometieron una cantidad de negociados”, dice Sosto. De la lista Marrón se separó un sector liderado por Osvaldo Iadarola, actual secretario general de FOETRA Buenos Aires. El punto de quiebre –explica Sosto- fue el de los microemprendimientos: “Iadarola dijo que no podía aceptar esa política y se sumó a la oposición. La consigna ‘no al sindicato patrón’ se cambió por otra no tan de izquierda: ‘No al sindicalismo empresario’, que era lo mismo”.
Con el menemismo (y el guillanismo) se había llegado a 25.000 despidos en el gremio. La otra consigna, entonces, mencionaba algo que ya en esos años parecía platónico: Estabilidad laboral.
Y la tercer consigna podía sonar incomprensible para buena parte del gremialismo vernáculo: Democracia sindical. “Veníamos de años sin que se reuniera un plenario de delegados”.
Los opositores ganaron las elecciones al guillanismo por pocos votos en 1997. El menemismo, solidario, militarizó el sindicato con la guardia de infantería durante 45 días, para evitar que los triunfadores se hiciesen cargo del gremio.
“Reunimos 1.500 obreros en la puerta, Iadarola se sumó al MTA, vino Moyano y compañía, y al final pudimos entrar” enumera Sosto. Al día siguiente se decretó el desalojo judicial del edificio de Perón al 2700, que había sido entregado por como parte de pago por las deudas contraídas en negocios poco comprensibles. La nueva conducción alquiló la actual sede a la UOM (Perón al 1400).
¿Qué panorama encontraron al asumir? “Por un lado, miles de trabajadores estaban por contrato, fuera de convenio. Les habían dado unos pesos más para que renunciaran al sindicato, y a todos sus derechos. Por otro lado, había 3.000 pasantes. Hacían de operadores del 110 o el 112. Eran estudiantes de las universidades privadas tipo UADE o Belgrano, o también de la UBA. Cobraban 450 pesos y hacían la misma tarea que un telefónico que ganaba 900 o 1.000. Se veían mutuamente como enemigos. La empresa estaba des-sindicalizando todo”. 

Bailantas en Palermo Chico

En enero de 1998 encararon el primer conflicto. La empresa quería desprenderse de unos 20 viejos trabajadores que recibieron el telegrama de traslado y fueron enviados a una consultora para que los reubicaran en otros empleos. “Nos movilizamos, tomamos la consultora, estuvimos con meses de conflicto tirando cohetazos y demás, pero nos empeñamos en que no sacaran a nadie, porque nos parecía que era el comienzo de una ola de despidos encubiertos”.
¿Lo que hacían era un escrache? “Todo el tiempo. Además, a esos compañeros los hicimos nombrar delegados para que tuvieran fueros gremiales. Al final la empresa terminó mostrando lo que quería hacer desde el principio: mandó 269 telegramas de despido”.
La respuesta de los trabajadores fue el primer paro en la era privatizada, en Telecom.
Consistió en un escrache con choripanes y olla popular en Austria y Libertador, Palermo Chico, frente al edificio donde vivía Juan Carlos Masjoan, entonces presidente de la empresa.
Informa Sosto: “Conseguimos un equipo de sonido para canchas de fútbol, y metimos música de bailanta. Pocho la Pantera, todo eso. Y bombas de estruendo. Ahí viven un montón de dirigentes de empresas. En el Ministerio de Trabajo nos dijeron que el gobierno estaba más preocupado por los reclamos de los vecinos de Masjoan que por el conflicto. Ese mismo día dejaron sin efecto los telegramas de despido”. 

Los celulares delatores

Las telefónicas privatizadas son dos, pero se portan como un reloj (esto ya deberían saberlo los gobiernos), ya que utilizan lo que los trabajadores definen como política del péndulo. Primero pega una, después la otra. “Nosotros aprendimos. Cuando pegaba una, volcábamos todos los activistas y delegados a esa. Pegaba la otra, nos íbamos para la otra”.
Como Telefónica intentó repetir el modelo de despidos de Telecom, la olla, los chorizos y la bailanta se trasladaron a Tucumán 1. El problema es que el reclamo, en ese lugar oficinesco, no era tan efectivo. “Dijimos: ¿vamos a quedarnos comiendo chorizos en Puerto Madero? Inauguramos un nuevo método”.
Nuevo método: como Telefónica tenía cantidad de oficinas comerciales en los barrios, los trabajadores se dedicaron a ocuparlas. Diseminaron el escrache. Las oficinas cerraban y ya no atendían a nadie.
Los trabajadores observaron que la empresa –como por telepatía- empezaba a detectar qué oficinas iban a ocupar. Y la policía se instalaba a custodiarlas antes de que los trabajadores llegaran.
No se trataba de un acto de magia, sino que los celulares de los obreros estaban intervenidos. Eran de Unifón (de Telefónica).
Sosto sostiene: “Hicimos lo siguiente: empezamos a avisar por los teléfonos pinchados que íbamos a tomar tal oficina, y ahí zarpaba la policía para custodiarla. Pero nosotros íbamos a otra. La policía nos seguía y hacía inteligencia. Pero nosotros usábamos códigos, y no nos podían agarrar”.
Para contrarrestar los seguimientos personales los trabajadores, por ejemplo, subían a un colectivo y bajaban sorpresivamente para tomar un edificio o una oficina de Telefónica. El reclamo incluía piquetes y cortes de calles, cuando los piquetes –hasta entonces- solo se realizaban en algunas localidades del interior (Cutral-Có y Mosconi, entre las primeras, y comenzaban en La Matanza con el MTD de Toty Flores).
Un total de cuatro conflictos permitió que 1.000 intentos de despidos quedaran en la nada. 

Los pasantes rebeldes

Ya en el 2000 hubo 14 despidos de pasantes por haber realizado una asamblea de ocho (8) minutos. Un año después, dos semanas antes del 19 y 20 de diciembre del 2001, los trabajadores y los pasantes tomaron dos edificios de Telefónica (los de las calles Azcuénaga y Talcahuano). “Los pasantes trabajaban casi en la clandestinidad desde los despidos. La propia dirección del sindicato no sabía si tomar esa lucha, que era una cosa nueva. Los viejos veían mal a los pasantes, como que les iban a sacar el puesto. Y los pasantes veían mal a los viejos porque decían que no hacían nada y eran brutos”.
Las diferencias se limaron en la práctica y los propios pasantes tomaron los edificios cuando vieron venir el final de sus contratos, y el horizonte de desempleo. “Fue la primera acción gremial directa de pasantes en la Argentina” describe Sosto. Fueron cuatro días de toma de edificios, aquel diciembre. Se logró un acuerdo a partir del cual todos los pasantes con cuatro años de antigüedad, quedaron incorporados. Hoy ya no queda ninguno de los 3.000 que hubo. Todos son telefónicos. Fue una pelea colosal, y la juventud que se pudo ver en el conflicto, todo ese guachaje, es la sangre nueva de este sindicato”. 
Sosto cuenta que ninguno de esos chicos tenía experiencia sindical, y habían llegado atraídos por la posibilidad de convertirse en ejecutivos o empresarios. Llegaban de universidades privadas o de la propia UBA. “Era la mejor manera de explotarlos y engañarlos. Ningún operador se convierte en empresario”.
Agrega Sosto: “Como la UBA no tiene financiamiento, ubicaba a los chicos en las pasantías y se quedaba con un 20% de cada sueldo, para poder seguir funcionando”. Como el péndulo, el mismo conflicto se trasladó luego a Telecom y el Ministerio de Trabajo cometió “el error de su vida” según el sindicalista, al decretar la conciliación obligatoria (cuando se suponía que los pasantes no eran trabajadores convencionales). “El fraude laboral ya no podía esconderse. El propio Ministerio tenía pasantes, cometiendo otro fraude. Y la AFIP, que controla a todos para que no evadan, tiene cientos y cientos de pasantes, con lo cual hacen lo mismo”.
Sosto cree que los pasantes telefónicos terminaron por descubrir que lo que les decían los gremialistas era una sencilla verdad: “Les explicábamos que la empresa los iba a usar y a tirar, que ellos eran trabajadores igual que nosotros. El gremio los bancó sin que lo pidieran”. 

La hora de los sueldos

El primer paso había consistido en evitar más despidos. El segundo, incorporar a los pasantes. “Ahora íbamos por el salario”.
En el 2003 hubo un conflicto con todas las características y tácticas anteriores, del que salieron con un aumento de 150 pesos en blanco, 50 pesos en tickets, 50 para viáticos y 500 por única vez para todo el año (otros 50 pesos mensuales). En la negociación se acordó que en agosto del 2004 se volvería a discutir la cuestión salarial.
Los trabajadores no lo olvidaron. Las conversaciones empezaron puntualmente en agosto y terminaron en noviembre, cuando los telefónicos tomaron los centros neurálgicos de Telefónica y Telecom, reclamando un 25% de aumento, historia que acaba de culminar con la aceptación de un 20%.
“Las empresas buscaron partirnos con los medios de comunicación como armas. Mintieron, quisieron confundir. Pero no entendieron que acá no hacía falta tener activistas. Cada trabajador es un activista. Lo que había que lograr era perforar la política del gobierno nacional de no dar aumentos. Y lo hicimos”.
¿Cómo toman decisiones, tratándose de organizaciones que en otros ámbitos suelen no poder ni sentarse a la misma mesa? “La conducción es totalmente heterogénea. MTA, CTA, PO, ex socialistas, ex intransigentes, de todo. Y con eso aprendimos democracia sindical. ¿Quién puede tomar una decisión solo? Ninguno, porque esto se parte. ¿Estamos en condiciones de enfrentarnos entre nosotros y partirnos ante semejante adversario, con todo lo que hay que hacer en este gremio? No”.
¿Hay un manejo vertical y jerárquico de las decisiones, al viejo estilo sindical? “No. Acá no hay verticalidad. Aparecen Iadarola y Marín como un acuerdo entre nosotros, porque representan cada uno a un sector importante. Pero funcionamos con un sistema de vetos cruzados. Si un tema molesta a otro, se deja de lado. Siempre hay cositas, no vamos a engañarnos: esto es política. Pero la verdad es que decidimos hasta cambiar el nombre de Consejo Directivo por Consejo Administrativo, para que se entienda el mensaje. El plenario de delegados es el que toma las decisiones fuertes cuando hay debate. Y los delegados, por ejemplo en este conflicto, decidieron suspender la lucha ad referendum de lo que diga la asamblea. La que manda es la asamblea”.
Sosto con un gesto da vuelta una torre imaginaria. “Acá no es que arriba está la conducción. Se dio vuelta. Arriba está la asamblea. Este gremio viene del anarco sindicalismo de los años 20 y todavía los compañeros te dicen que no podés hacer cosas sin consultar a la asamblea. Después vino la época de la dictadura, con Guillán –antes de hacerse menemista- manejando el gremio desde la clandestinidad. No se pierde toda esa experiencia”.
Sosto cree que en este conflicto se rompió el criterio de flexibilidad laboral que inundó las relaciones laborales en las últimas décadas. “Acá volvió a existir el escalafón. Además, el gobierno dice que hay que reactivar para dar aumentos de salarios. Bien. Estamos de acuerdo. Pero si no aumentan las empresas que más ganan, ¿quién va a aumentar?”
La duda sigue siendo: ¿cómo lograr que la heterogeneidad del gremio no termine en fragmentación? “El punto es determinar si uno quiere hacer una agitación marquetinera, o si buscamos cómo llevar adelante un conflicto real. Si la consigna es aumento salarial, ¿qué hacemos? ¿Sacamos un volante del Partido Obrero reclamando? ¿O hacemos todo lo que hay que hacer para que el conjunto de los compañeros se sume a la lucha en serio? El compañero Hugo Moyano vino al conflicto y dijo: somos todos telefónicos. Entonces, si la reivindicación es correcta, justa y calza en la base del gremio, si se discute democráticamente y se aprueba, ahí vamos. Podemos tener muchas diferencias, pero eso es casi nuestra fortaleza. Cuando nos quisieron desalojar uno llamó a Moyano, otro a De Gennaro y otro a Pitrola. Todos estaban con nosotros”. 
De ese modo, dice Sosto, el intento de desalojo de un piso de Telefónica por parte de 30 patovicas armados, se transformó en la sepultura de la estrategia empresaria. “Nos juntamos todos. Reflejo de clase” dice con media sonrisa cómplice.
¿Cómo estima la actitud del gobierno en esta situación? “Jugó bien. Creo que no podía hacer otra cosa, para evitar un desarrollo mayor de la cuestión. Esto se potenciaba”. Sosto no descarta, sin embargo, que la cuestión siga creciendo: “Ahora nadie va a querer menos de un 20% de aumento. Un sindicato burocrático, ¿cómo le dice a los compañeros que no puede conseguir nada? Le van a contestar: mirá a los telefónicos, ¿quién dijo que no se puede?”
Sigue la secuencia de interrogantes: “¿Quién dijo que no se puede hacer paro? ¿O tomar edificios? ¿O hacer piquetes? Además, se puede hacer que la gente te entienda. Todo el mundo comprendió nuestro reclamo y vieron que nosotros podíamos hacernos cargo de que las comunicaciones siguieran funcionando. El 80% de la sociedad estaba a favor nuestro y no le creyó a los medios ni a las empresas que decían que iba a colapsar el sistema”. 
El futuro, según Sosto, augura conflictos en Luz y Fuerza, en petroleros, subtes, y en el gremio docente. “Yo creo que marzo del 2005 va a ser otro momento fuerte. Porque si no empiezan las clases en la provincia, ¿qué pasa? Y es un año electoral. Me parece que va a ser un año de muchas luchas, ya hay un piso de este 20% de aumento. Por eso yo no descarto que haya represión”.
Alguien acerca otro mate telefónico, y Sosto espera que le cuenten si las acciones de Telecom volvieron a subir en la bolsa de Nueva York.
 
 

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