Luego de las crisis, que el Cacerolazo primero y posteriormente el amotinamiento de prefectos y gendarmes, le abrieron al gobierno, Cristina Kirchner aprovechó la cadena nacional para intentar retomar la agenda política. Otra vez eligió como blanco a Clarín amenazando con que el 7 de diciembre, si el multimedio no activa un plan de desinversión, “el Estado se verá obligado” a llamar a concurso público y readjudicar sus licencias. Nada progresivo para los trabajadores y sectores populares vendrá de esta “guerra”. Lejos de “multiplicar las voces”, a lo sumo, quienes se beneficiarán serán otros grupos capitalistas...amigos de los K, como Sergio Spolsky, “Rudi” Ulloa, o el grupo Vila-Manzano.

CFK trata de generar alguna “mística” y animar a su base progresista, pero más allá de cualquier fortalecimiento coyuntural, asistimos a una decadencia gubernamental, en un escenario donde sigue vivo el descontento por derecha, como mostraron las clases medias, y también por izquierda, aunque con expresiones de menor envergadura, pero que pueden verse en conflictos como el de los secundarios de Capital o la rápida reacción de sectores del movimiento estudiantil ante el secuestro de Alfonso Severo (ver contratapa).

El discurso de CFK ratificó que se acabó el “nunca menos”. Cristina se animó contra la derecha recalcitrante y campera y defendió la Asignación Universal por Hijo. A nadie le extraña que estos sectores digan que con “la Asignación hay poca mano de obra”. Pero lo cínico es que la presidenta les retruque diciendo que lo que no hay “en este país es mano de obra para ser explotada”. Habla como si no gobernaran hace 9 años, como si no existiera un 40% de trabajadores en negro, superexplotados, y el 60% de la fuerza laboral, no estuviera precarizada. Ni siquiera anunció la suba del mínimo no imponible del vergonzoso impuesto al salario. Otra vez los alcahuetes de la CGT oficialista, que se reunieron con la presidenta el día anterior, se quedaron con las manos vacías.

Un respaldo desde Venezuela

El triunfo de Hugo Chávez, reelecto en los comicios del domingo 7, es el marco regional en que debe entenderse el intento kirchnerista de recuperar protagonismo. El gobierno recibió un espaldarazo y la oposición mediática y de derecha ya habla de “chavización del kirchnerismo”. Es cierto que ese resultado electoral le puso un límite a los avances de las derechas más duras y evidenció que la relación de fuerzas más general del continente favorece a los gobiernos “pos-neoliberales” surgidos para contener y desviar una década de levantamientos populares. Sin embargo, lejos del chavismo “virulento” que presentan Macri o Carrió, la campaña de Chávez mostró un giro hacia la “moderación”. Ni siquiera estamos ante el chavismo que, apoyado en la movilización popular, enfrentó el lockout petrolero en 2002. El régimen actual propone reconciliarse con la oposición de derecha y en política exterior hasta colabora con el gobierno colombiano contra las FARC, mientras festeja la “unidad latinoamericana” capitaneada por el Brasil de Dilma Roussef, garante de la “estabilidad” regional (página 14).

Heridas abiertas

CFK pasó a la ofensiva contra los gendarmes y prefectos, decretando el pase a disponibilidad para varios líderes de la protesta e imponiendo “de facto” un acuerdo que responsabiliza a los altos mandos por “mal implementar” el decreto de recorte salarial. Al cierre de esta edición se desconocía qué nuevas prebendas fueron otorgadas pero la crisis estaba parcialmente cerrada. Sin embargo, las heridas están latentes.

La denuncia realizada por Horacio Verbitsky revelando la transa entre uniformados, jueces y abogados que llevó al descalabro salarial, es en realidad una autoincriminación contra el propio gobierno que sostuvo esta situación durante años. Por otra parte, el panorama salarial en estas Fuerzas no es muy distinto al de muchas reparticiones estatales donde parte de los sueldos son negro y la diferencia entre jerárquicos y amigos del gobierno respecto a las categorías mas bajas son siderales.

Pero además, y lo más grave para gobierno, es que se le ha abierto un frente de tormenta, nada menos que a nivel de las fuerzas represivas del Estado. Difícilmente Gendarmería y Prefectura vuelvan al redil oficialista y está a la vista el quiebre entre el gobierno y estas dos Fuerzas que fueron presentadas como “modelo” de la “seguridad democrática”. No es un problema menor en el marco de la crisis histórica de las Fuerzas Armadas genocidas y de las corruptas policías. Prefectura y Gendarmería son fuerzas tan represoras como las otras, pero los K las pintaron como Fuerzas “reconciliadas” con el pueblo, y contaban con ellas ante cualquier “problema” de insubordinación popular.

El acto del 10 de la CTA Micheli y la CGT Moyano

En el acto del 10 en Plaza de Mayo se mezclaron las banderas: la de los trabajadores y la de las patronales. El jefe de la Federación Agraria fue un orador central y no se privó de plantear una “reforma impositiva” favorable a las Pymes, campeonas del trabajo en negro. Mientras, los productores agrarios volanteaban la Plaza denunciando una “asfixiante presión tributaria” pidiendo “retenciones segmentadas”. Pablo Micheli de la CTA, puso un signo igual entre la protesta de los caceroleros, la de los gendarmes y la de los trabajadores; y en el mismo sentido se expresó Juan Carlos Alderete de la CCC.

El carácter de acto político de conciliación de clases demostró la justeza del planteo que hicimos desde el PTS de no participar. Nuestras agrupaciones, delegados y activistas en la CTA impulsaron el paro por las verdaderas demandas de los trabajadores. En Neuquén la marcha tomó un carácter de lucha independiente, sin sectores patronales. En ATEN (docentes) la medida fue votada en asamblea y el Sindicato Ceramista, referente claro de la vanguardia neuquina, marchó con una columna clasista cuya bandera decía: “ni con los patrones, ni con los represores” (página 5).

Al cierre del acto, Micheli afirmó que Hugo Moyano le prometió que “antes de fin de año” convocarían a un paro nacional donde “no se va a mover una pluma”. Por ahora no pasa de la amenaza y el paro no tiene fecha.
La caída del salario por la inflación, el trabajo en negro, la miseria que cobran los jubilados y quienes reciben planes sociales, o el mantenimiento del mínimo no imponible; son razones más que suficientes para un paro nacional y un plan de lucha. Pero para que realmente “no se mueva una pluma” hay que hacer lo opuesto a lo que acostumbran Micheli y Moyano. Un verdadero paro nacional y un plan de lucha deben ser decididos democráticamente en asambleas en las fábricas, establecimientos y gremios, en plenarios de delegados de base por región y a nivel nacional. Hay que abrir el debate sobre el programa necesario para responder a los reclamos obreros y populares, opuesto al de la oposición patronal y que incluya medidas como la eliminación del impuesto al salario, el aumento y generalización de las asignaciones familiares; un salario equivalente al costo de la canasta familiar y el 82% móvil para los jubilados. Un programa, no a la medida de los intereses de las patronales del campo, sino para expropiar a los terratenientes y a la gran burguesía agraria. Para pelear por la nacionalización de la banca y el monopolio del comercio exterior, contra las mineras que expolian nuestras riquezas y contra la entrega de nuestros recursos a los capitales imperialistas como hoy se pretende hacer con la “nueva YPF”.

Micheli llamó a rodear el Congreso el 24/10 para impedir que se vote la nueva Ley pro-patronal de Riesgos de Trabajo. Llamamos a participar porque constituye una convocatoria a una lucha concreta, a diferencia del acto en Plaza de Mayo, que fue con un programa de colaboración de clases. Asimismo, convocamos a marchar el 20 de octubre en el segundo aniversario del asesinato de Mariano Ferreyra, por el castigo a todos los responsables materiales e intelectuales del crimen.