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MEXICO

Multitudinaria movilización contra el gobierno de Calderón

El domingo 8 de mayo, una multitudinaria manifestación convocada bajo el lema “marcha por la paz”, que algunos cálculos cifran en 150.000 personas, recorrió la ciudad de México.

Pablo Oprinari

12 de mayo 2011

El domingo 8 de mayo, una multitudinaria manifestación convocada bajo el lema “marcha por la paz”, que algunos cálculos cifran en 150.000 personas, recorrió la ciudad de México. Cruzada por un fuerte sentimiento de oposición a la política de militarización y de guerra contra el narcotráfico del gobierno de Felipe Calderón (del derechista PAN), los manifestantes recorrieron 21 kilómetros bajo un intenso sol, que después de 8 horas de marcha los llevó, desde la Ciudad Universitaria, hasta el Zócalo de la Ciudad de México, donde los contingentes tardaron casi 2 horas en ingresar al mismo. Simultáneamente se realizaron distintas actividades en otros puntos del país, entre los que destacó la marcha de 25.000 zapatistas en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. La autodenominada “marcha por la paz” había partido el 5 de mayo desde la ciudad de Cuernavaca, estado de Morelos, con alrededor de 1.000 manifestantes que, encabezados por Javier Sicilia (poeta proveniente de la “teología de la liberación”, conocido en los círculos intelectuales y vinculado al periodismo opositor y al zapatismo), recorrieron los 70 kilómetros hasta la Ciudad Universitaria, donde se prepararon y alistaron para la manifestación que inició muy temprano el 8 de mayo.

A partir del asesinato de su hijo y varios de sus amigos a fines de abril, por una banda que se presume vinculada a los carteles del narcotráfico, Sicilia realizó un plantón en el zócalo de la ciudad de Cuernavaca, exigiendo justicia, y enarbolando un discurso crítico hacia la llamada “narcoguerra” lanzada por Calderón que ha dejado un saldo, en poco más de 4 años, de alrededor de 40.000 muertos.

Surge un gran movimiento democrático

La marcha del 8 de mayo, protagonizada por sectores de las clases medias, la juventud y sectores populares, y motorizada por el hartazgo con la política gubernamental que ha sacado el ejército a las calles con la excusa de la guerra contra el narcotráfico, mostró que comienza a gestarse una amplia movilización democrática contra el gobierno. En la acción del 8/5, se incorporaron espontáneamente distintas consignas y demandas, y participaron gran cantidad de organizaciones y agrupamientos de familiares de víctimas de la militarización, organizaciones feministas que luchan contra los feminicidios, organizaciones populares y políticas (como la Otra Campaña), estudiantiles y juveniles como la Coordinadora Metropolitana contra la Militarización (COMECOM), de la cual forma parte la agrupación estudiantil Contracorriente y los universitarios de la LTS. El zapatismo, después de un largo periodo de silencio, reapareció también en la escena política nacional, tanto en las movilizaciones en Chiapas como en la ciudad de México, plegándose al llamado de Sicilia y apoyando su política.

Esta importante acción se da, además, en una situación adversa para el movimiento de masas (signada por la derrota de los electricistas del SME cuya fuente de trabajo fue cerrada en octubre de 2009 dejando a 44.000 trabajadores en la calle, a pesar de las grandes manifestaciones de fines de 2009 e inicios del 2010). Y donde el gobierno nacional viene impulsando una fuerte ofensiva contra los derechos laborales y los más elementales derechos democráticos, representada por los proyectos de reforma laboral y de reforma a la Ley de Seguridad Nacional, autorizando al Ejecutivo a utilizar al ejército en casos de “inestabilidad”. Esta política del gobierno se enmarca en un mayor alineamiento con la política de seguridad de la Casa Blanca, como muestran la operación “Rápido y furioso”, los cables de Wikileaks sobre México y las declaraciones de Hilary Clinton. Esto expresa un salto en la subordinación del gobierno mexicano al de Obama.

La marcha del 8 se da en este contexto y abre la posibilidad de alentar no sólo la continuidad del movimiento democrático, sino también movilizaciones de los trabajadores y el movimiento estudiantil. Muestra el hartazgo de amplios sectores medios y populares con esta política del gobierno, y la importancia que en México tiene la movilización contra el ataque a las libertades democráticas, que ya en 2006 mostró su potencialidad en el movimiento de masas que enfrentó el fraude con el que Calderón llegó a la presidencia.

El gobierno y la política de Javier Sicilia

En el mitin realizado en el Zócalo, Sicilia resumió su política, centrada en conformar un “movimiento nacional por la justicia y la dignidad” y proponer un pacto nacional convocado por quienes “están al frente del país” para “recomponer el tejido social”. A esto le sumó la exigencia de la renuncia del secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna (uno de los funcionarios señalados por vínculos con bandas de secuestradores y distintas facciones de los narcos), afirmando que “Queremos oír un mensaje, con esa renuncia, del Presidente de la República, diciendo que sí nos escuchó”, y planteó la posibilidad del boicot electoral para el 2012. Si la movilización muestra el hartazgo en amplios sectores (y el dolor de los familiares como Sicilia, con el asesinato de sus seres queridos), la política propuesta por éste no puede resolver el justo reclamo de alto a la militarización y a la impunidad de los asesinatos a manos del ejército y de las bandas de narcotraficantes.

El llamado a un pacto nacional, que incluye al gobierno y a la “sociedad civil” en general, deja de lado que son el gobierno y las instituciones de esta “democracia para ricos”, los impulsores de una militarización que ataca los derechos democráticos de las amplias mayorías y que está al servicio de garantizar los planes de hambre y miseria contra los trabajadores y el pueblo.

Lamentablemente, esta política de presión al gobierno -que es acompañada de un discurso pacifista que no diferencia la violencia criminal del ejército y los narcos de la necesaria autodefensa por parte de los explotados y oprimidos- deja de lado que la única salida a esta situación no vendrá de pactos y eventuales “reformas” democráticas, sino que es necesaria la movilización y la lucha frontal contra el gobierno y las instituciones, sin ninguna confianza en la reforma del régimen responsable de la militarización y del ataque a las libertades democráticas.

La movilización iniciada el 5 de mayo y la multitudinaria acción del 8, debe ser el primer paso en la construcción de un gran movimiento contra la militarización del país, en el que participen las organizaciones de derechos humanos, familiares de las víctimas de la militarización y el narcotráfico, los sindicatos, organizaciones estudiantiles y de izquierda. En ese camino, es necesario convocar y organizar un gran Encuentro Nacional, que con delegados democráticamente electos, discuta y resuelva un plan de lucha a nivel nacional para enfrentar este duro ataque a nuestras libertades democráticas.

Como parte del impulso de ese movimiento, hay que poner en pie comités contra la militarización, y un programa que denuncie la criminalización de la juventud, los feminicidios y juvenicidios, así como exigir la disolución de los cuerpos represivos y grupos paramilitares. Los asesinatos a manos de los carteles de narcotraficantes y del ejército, muestran que, para garantizar la seguridad de los trabajadores, las mujeres y la juventud, es fundamental que las organizaciones obreras y populares organicen las medidas necesarias de autodefensa.

Los socialistas de la LTS –que participamos activamente en las movilizaciones contra la militarización y que somos impulsores de la COMECOM- propondremos que este movimiento impulse una lucha frontal contra el gobierno y las instituciones, y que busque la alianza con la clase obrera, que es la que, con sus métodos de lucha –como la huelga y el paro- puede paralizar el país para derrotar la militarización y las medidas reaccionarias del gobierno. En ese sentido, es urgente que las organizaciones sindicales convoquen a un paro nacional contra la militarización y los planes del gobierno, en primer lugar las reaccionarias reformas a la Ley de Seguridad Nacional y la Reforma Laboral.

por Pablo Oprinari, desde el Distrito Federal


Los estudiantes en la movilización del 8 de mayo

Alrededor de 5.000 estudiantes, de la UNAM y otras universidades (como la UAM, el Poli, y la UACM así como delegaciones de otros estados) participaron organizados; ya desde el sábado, 7, los universitarios recibieron a la caravana proveniente de Cuernavaca en las instalaciones de Ciudad Universitaria. Aunque la propuesta de Javier Sicilia fue la de realizar una “marcha de silencio”, los estudiantes se movilizaron combativamente con cantos y consignas en un contingente propio, y durante toda la marcha se corearon las demandas contra el gobierno, “Ciudad Juárez no es cuartel, Fuera ejercito de él” y “en la guerra contra el narco, el pueblo pone los muertos”.

Esta destacada participación es el punto más alto de la movilización estudiantil –que no cae del cielo, ya que desde el año pasado se realizaron varias movilizaciones contra la militarización y surgió la COMECOM, que es la primera organización amplia y permanente desde la huelga de la UNAM- y puede estar mostrando el resurgimiento del movimiento estudiantil, esta vez en torno a la lucha democrática y contra el gobierno.


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