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MOVIMIENTO OBRERO

ACCIDENTES DE TRABAJO

Manos obreras

Charla con Sandra y Verónica, despedidas de Soriano por padecer enfermedades laborales

Hernán Aragón

4 de octubre 2012

Cristina Kirchner, en el silencio de su apacible despacho, apoya su mano sobre unos papeles mientras con la otra empuña una lapicera. Las suyas están sanas, como las de los empresarios que aplauden a rabiar la firma que ella acaba de estampar para reformar, en provecho patronal, la Ley de Riesgos de Trabajo.

“Me apuro, me apuro, me apuro”, es la orden que reciben las manos que la faena de la producción fabril se encargará de entumecer y mutilar, de succionarle las fuerzas hasta convertirlas en descarte. Sandra y Verónica enseñan las suyas: “Nunca volverán a ser como antes”.
Productos Soriano, una alimenticia mediana, que las dejó en la calle por haberse lesionado en los ritmos infernales de trabajo. Pero como dice Sandra, “Para los patrones y para la ART las lesiones son siempre ´congénitas´”. 
Sus historias son las que viven diariamente millones de trabajadores y la que la reforma kirchnerista de la ley de ART viene a perpetuar.

Los accidentes laborales son producto de la explotación capitalista. “El patrón, explica Marx, paga, por ejemplo, el valor diario de la fuerza de trabajo del obrero. Por consiguiente le pertenece su uso durante un día, como le pertenecería el de cualquier otra mercancía, por ejemplo un caballo que alquilara por el término de un día”.

Sobretodo en las medianas y pequeñas empresas, donde no existe representación sindical, los trabajadores se convierten en animales a los que se les extrae hasta la última gota de sudor. Sobre esta base se sustenta el crecimiento empresarial que defienden el gobierno y la oposición patronal.

Si una parte del proceso laboral se basa en el consumo de la mercancía fuerza de trabajo, en Soriano, como en tantas fábricas del país, éste se realiza hasta la mutilación del obrero. Sandra y Verónica lo describen claramente: “Podías pasar hasta 12 horas cargando cajas o paleando frente a un horno a 50 grados. Corriendo de un lado al otro o deshidratándote por el calor. Después te hacían quedar a limpiar la fábrica, siempre con la encargada buscándote el error y tratándote de inútil. Las chicas contratadas teníamos 5 minutos para el mate cocido y 5 para ir al baño, solo una vez al día. No podíamos ni usar el papel higiénico, lo tenían por si caía una inspección. Cámaras de seguridad por todos lados y el descanso es individual para que entre las trabajadoras no haya contacto. Estás sola en un cuartito mirando el reloj porque si te pasabas de los 10 minutos eras castigada. ´Apurarse, cerrar la boca y agachar la cabeza si quieren mantener el trabajo´, era la orden que recibíamos todos los días”.

Sandra sufrió desgarros en los hombros debido al peso que cargaba y tendinitis en las manos, al igual que Verónica.

“No podía dormir sin calmantes. Hasta el día de hoy me levanto con los tres dedos trabados como si estuviera agarrando la pala”.

Cuando un trabajador se enferma el trato al que se lo somete es peor que el habitual. Ya irrecuperable para el rendimiento que el patrón exige, debe ser exprimido hasta el último aliento para hacer valer el precio que se ha pagado por él.

“Mi mano se había hinchado terriblemente, me dieron un analgésico vencido y me obligaron a seguir trabajando”.

La ART terminó declarando, en complicidad con la empresa, que el caso de Sandra se debía a causas crónicas. Verónica ni siquiera tenía esa posibilidad porque era contratada.

“No te autorizaban ir al medico. Una aguanta por los hijos, porque por primera vez lograste tener un trabajo en blanco o porque estás a la espera de que te blanqueen, pero llega un momento que el cuerpo no puede más”.

Cuando Sandra y Verónica se enteran que el decreto del gobierno permite la creación de ARTs formadas por los sindicatos con personería gremial y los empresarios, se ríen. La respuesta que obtuvieron del STIA fue que “Soriano era una empresa impecable”.

Esos despidos alevosos hicieron que sus manos se volvieran más firmes. Su lucha obligó a que Soriano efectivizara a sus compañeras y disminuyera el maltrato. Ahora piensan seguir adelante para que otros trabajadores no tengan que pasar por lo mismo. Ellas se grabaron la cara de Cristina riéndose de la tendinitis. ¿A cuántos trabajadores les habrá pasado lo mismo?

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