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Debates

El Partido Obrero “profundiza” su confusión en Bolivia

Con la nota “El referendo boliviano y el debate de la izquierda”1 intenta responder a la crítica que hiciéramos desde la LOR-CI, organización en Bolivia de la FT-CI, al voto por el NO que levantaron en el reciente referéndum constitucional.

Eduardo Molina

19 de febrero 2009

Desde La Paz,

Con la nota “El referendo boliviano y el debate de la izquierda”1 intenta responder a la crítica que hiciéramos desde la LOR-CI, organización en Bolivia de la FT-CI, al voto por el NO que levantaron en el reciente referéndum constitucional.

PO (al igual que la LIT-CI) sostiene que “Ante el pacto con la derecha, no hay abstención”, para elegir una de las dos patas del pacto: el SI a la constitución burguesa reformista, o el NO de la derecha para ponerle límites al MAS y seguir negociando más condicionamientos.

Mal que les pese, su adhesión al rechazo los dejó a la zaga de la masiva campaña de los sectores más clericales, oligárquicos y proimperialistas; no ayuda a una diferenciación política progresiva frente al MAS, pero los metió de cabeza en la trampa diseñada para legitimar la nueva CPE en cuanto “piedra fundamental” de un nuevo régimen.

Defendiéndose, Guerrero inventa que hemos planteado una supuesta “autonomía socialista” ante el proceso autonomista en la Media Luna. Simplemente invitamos a los lectores a revisar nuestras publicaciones2 para comprobar la falsedad de esa afirmación.

Desde la LOR-CI tenemos el orgullo de haber rechazado las dos variantes burguesas del referéndum y haber planteado el voto blanco o nulo como expresión de una posición de independencia de clase, desde una política de reagrupamiento de la vanguardia en torno al programa obrero y socialista, tarea que PO desprecia y a la que sus tácticas oportunistas sólo podrían aportar confusión.

Del voto por Evo al voto junto a la derecha

Para PO “El ascenso del MAS al gobierno fue producto, deformado o no, de dos insurrecciones populares, el referendo es el “entierro” de esa perspectiva”. Pero el gobierno de Evo Morales no es simplemente “producto del ascenso”, sino un gobierno frentepopulista de colaboración de clases cuya misión es desmontar el ascenso y recomponer el orden burgués recurriendo a ciertas reformas a través del “proceso constituyente”.

Jorge Altamira escribía que “En el choque (...) entre la candidatura del MAS y el imperialismo y la oligarquía local, la única posición revolucionaria admisible es del lado del MAS contra el imperialismo, pero no con la política o la estrategia del MAS sino con una política y una estrategia realmente antiimperialistas” absolutizando las contradicciones del MAS con la burguesía y el imperialismo para justificar su apoyo electoral “sin aditamentos” (como dice Guerrero). Desde esta argumentación campista le dieron apoyo a la negación reformista del ascenso, esperando que surgiera un ala revolucionaria, y hasta hubo en la CRCI quien insinuó proponer un Frente Unico Antiimperialista al MAS (como escribía un dirigente del PT de Uruguay).

Tres años de gobierno masista no pasaron en vano, desnudando los límites de su proyecto. Ahora PO informa que “el referendo es el “entierro” de esa perspectiva”, pero ese “entierro” empezó mucho antes producto de toda la estrategia de colaboración de clases desplegada desde el primer día por Evo Morales. Las hipótesis de PO no se cumplieron obligándolo a abandonar su primitivo posicionamiento pro-Evo; pero pone un signo menos donde antes ponía un MAS: si durante largo tiempo absolutizó las contradicciones entre el campo populista/nacionalista y el abiertamente proimperialista, ahora las niega por completo. Como PO nunca se plantea ubicarse desde un punto de vista de clase, en este nuevo “bandazo” sigue fiel a su método mecanicista e impresionista, se ofusca con la realidad y pierde el norte político.

PO tiene derecho a desconocer Bolivia, pero eso no justifica sus disparates

A Guerrero le cayó mal que consideremos disparates sus afirmaciones más insostenibles, pero el problema es que PO, para argumentar por semejantes posiciones no sólo muestra desconocimiento y superficialidad en su abordaje de la historia y la realidad bolivianas, sino que las reinventa según sus necesidades acumulando “macanas” y gruesos errores.

PO afirmó que “la burguesía boliviana vota Sí” y la iglesia “sugiere votar por la positiva”. Este delirio es insostenible aunque a Guerrero le moleste que demos cuenta de los datos básicos del referéndum, donde el MAS obtuvo una victoria política importante, el nivel de abstención fue bajo (contra su pronóstico) y el NO fogoneado por los clericales y neoliberales arrastró el voto de la pequeña burguesía conservadora y se impuso en los 4 departamentos de la “media luna” controlados por las oligarquías autonomistas. ¿Se anima PO a afirmar algún elemento progresivo en ese bloque del rechazo?

Según PO Evo Morales “propugna un retorno imposible a las formas precapitalistas de producción. Por eso, él representa al viejo incario.” El gobierno del MAS no “propugna” tal retorno al precapitalismo y menos “representa al viejo incario”. Su programa es esencialmente y más allá de los aditamentos “indigenistas” un programa seminacionalista, de desarrollo burgués asociado al capital nacional y extranjero, como lo demuestra toda su acción desde el gobierno. Invitamos al lector a leer una crítica a García Linera y su “capitalismo andino” en Lucha de Clases N°1, revista teórica de la LOR-CI (www.lorci.org).

Para PO la nueva CPE es más “derechista, reaccionaria” que la constitución neoliberal. Imagina que “la Constitución Política del Estado vigente hasta ahora también rechazaba el latifundio y con más legitimidad que la actual, porque después de todo aquella fue producto, distorsionado o no, de la revolución del ‘52”.3 La nueva CPE es una constitución burguesa en la tradición del “constitucionalismo social” (amplia enumeración de derechos formales), que intenta fortalecer al Estado para negociar con el capital extranjero y que en su fraseología indigenista incluye algunas concesiones formales a los pueblos originarios. El pacto congresal sirvió para “suavizarla” según los reparos de empresarios y terratenientes. La anterior CPE no fue producto del ‘52 sino de la Constituyente de 1967 bajo la dictadura de Barrientos, y fue modificada por los gobiernos neoliberales en los ‘90. PO debe recrear los hechos y forzar sus caracterizaciones para justificar su coincidencia con el rechazo de la derecha.

PO habla de “restitución de los tribunales de justicia de los pueblos originarios” como equivalente a “lapidación de los rateros”. No sólo que no sabemos de qué tribunales habla, pues la justicia comunitaria es impartida por la asamblea de la comunidad, sino que la misma no tiene pena de muerte y los linchamientos en las ciudades de El Alto o Cochabamba no tienen nada que ver con la justicia comunitaria. No hay por qué embellecer a las instituciones indígenas tradicionales pero tampoco guiarse por la diatriba de los racistas.

Para PO, en el campo andino sólo hay “precapitalismo”. Guerrero pinta una imagen de postal, estática y superficial que no permite comprender los procesos de movilización indígena y campesina de los últimos años. La realidad agraria del Altiplano y los Valles es mucho más compleja y articulada dentro de la formación social capitalista atrasada de Bolivia con su peculiar desarrollo desigual y combinado. Dejamos para otra oportunidad la crítica a esa visión unilateral y a su enfoque histórico, según el cual aymaras y quechuas casi deberían agradecer la conquista, por lo que se acerca más al determinismo vulgar de la Segunda Internacional que a la dialéctica marxista de Trotsky.

PO desconoce la importancia del problema de opresión nacional india

Aunque puede referirse a la “opresión social y nacional del campesinado”, al afirmar que “de vez en cuando el indigenismo se pone de moda entre cierta intelectualidad que ‘redescubre’ a los indios para volver a olvidarlos rápidamente” 4 caen en una visión superficial y reduccionista del problema.

En Bolivia (como en otros países latinoamericanos) hay un problema histórico de opresión nacional sobre los pueblos indígenas. Si bien este problema está estrechamente ligado con el problema de la tierra (que fue y es uno de sus mayores fundamentos materiales), no se limita ni se puede reducir al mismo.

La intelectualidad oscila entre dos ideologías: el indigenismo, que responde al problema de la opresión india con propuestas culturalistas o de democracia formal negando el problema de la tierra; y el nacionalismo que puede plantear alguna reforma agraria limitada pero reduce al indio a la categoría de campesino manteniendo su opresión, estrechamente entrelazada a los mecanismos de explotación de clase y dominación social y política burguesa.

Si en las primeras décadas del siglo XX el “problema indio” y la cuestión agraria coincidían en líneas generales, la reforma agraria de 1953 y la evolución posterior de la sociedad boliviana no disolvieron la opresión india sino que ampliaron su dimensión social y geográfica. Hoy amplios estratos obreros, parte de la pequeña burguesía y hasta un sector de peso como la “burguesía chola” paceña, se identifican como indígenas y sufren en diverso grado la discriminación reinante.

El MAS utiliza las legítimas aspiraciones democráticas de amplias capas indígenas para abonar una supuesta “revolución cultural y democrática, descolonizadora”. Las corrientes indianistas e indigenistas usan este discurso contra el marxismo, pero eso no puede llevar a negar la cuestión nacional o reducirlo al problema de la tierra.

Por nuestra parte, creemos con Trotsky que “el problema nacional debe ser encarado con los métodos de la lucha de clases”5 y que el despertar de una conciencia nacional de rebelión contra la opresión, no es sólo una moda de la pequeñaburguesía intelectual sino un importante elemento del ascenso de las masas andinas de los últimos años. Como las demás tareas democráticas, no puede ser ignorada sino que debe articularse en el programa de transición en la lógica de la revolución permanente, para permitir al proletariado boliviano combatir a las corrientes pro-burguesas y conquistar la hegemonía en la alianza obrera, campesina y popular para dirigirla hacia la toma del poder.

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