Las PASO abrieron un abanico de sorpresas, entre ellas la resurrección de la UCR, ese centenario partido antiobrero que estalló en pedazos tras las jornadas de diciembre de 2001 que voltearon al gobierno de La Alianza. Los boinas blancas llevaron las palmas en siete distritos, salieron segundos en seis y cosecharon el 14% del total de los votos. De confirmarse estos guarismos, en las elecciones de octubre conservarían 40 bancas en la Cámara de Diputados, preservándose como la primera fuerza de oposición. UNEN, el agrupamiento pan radical de CABA, causó impacto entre las capas medias, si bien no fueron consagrados los candidatos del radicalismo. Como adelanto, la “centroizquierdista” Elisa Carrió ya advirtió que “no pretende confrontar con su amiga Graciela Michetti” del PRO, seguida por el presidente de la UCR, Mario Barletta, quien convocó a todo ese espacio a conformar un bloque común en Diputados, pues “los resultados nos están diciendo que la mejor estrategia es conformar espacios comunes con las fuerzas afines” (Clarín, 13/08). Como la leyenda del ave Fénix, la UCR se yergue desde sus cenizas, alimentándose con nuevos socios, seduciendo a las mismas clases medias que se movilizaron en los cacerolazos con demandas reaccionarias.

La recomposición de la UCR está emparentada con el desarrollo de las PASO, las que fueron el corolario de la Reforma Política trazada por Néstor Kirchner como eslabón de transición para restaurar el viejo régimen bipartidista entre el PJ y la UCR que garantizaba la gobernabilidad de las clases dominantes, después de la caída de la dictadura militar. Con el antecedente de la vieja Ley de Lemas, las PASO constituyen un mecanismo para limitar la fragmentariedad de los grandes partidos patronales en una miríada de agrupamientos atomizados, mientras proscribe a los partidos chicos que no superan el piso del 1,5% del padrón electoral para poder presentarse a elecciones generales.

Basada sobre las clases medias urbanas y rurales, la UCR albergó históricamente una fracción de centroderecha y otra de centroizquierda, que hoy nuevamente parece prefigurarse junto al PS, el GEN, Proyecto Sur, la Coalición Cívica y Libres del Sur, agrupamiento que integró en Mendoza la lista del derechista Cobos.

En la mitología oriental el ave Fénix representa el renacimiento de la gloria y la virtud, una finta reñida con ese partido antipopular promotor de las leyes de impunidad a los milicos genocidas.