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Internacional

Alemania intenta imponer su hegemonía en Europa…sobre la cabeza de Grecia y otros países imperialistas más débiles

Está claro. La Unión Europea no ha rescatado a Grecia. Con el acuerdo alcanzado el 25 de marzo, por la noche, los países de la Eurozona han presentado, un no rescate, como rescate, usando la promesa de un fondo de emergencia, como un apoyo psicológico para los mercados, mientras no han resuelto ninguno de los problemas esenciales, a la vez, que buscan ganar margen de maniobra para diseñar la estrategia futura que más convenga a las grandes potencias.

Juan Chingo

1ro de abril 2010

Está claro. La Unión Europea no ha rescatado a Grecia. Con el acuerdo alcanzado el 25 de marzo, por la noche, los países de la Eurozona han presentado, un no rescate, como rescate, usando la promesa de un fondo de emergencia, como un apoyo psicológico para los mercados, mientras no han resuelto ninguno de los problemas esenciales, a la vez, que buscan ganar margen de maniobra para diseñar la estrategia futura que más convenga a las grandes potencias.

Lo primero no ha sido logrado. El gobierno griego salió el lunes a los mercados internacionales con 5.000 millones de euros en bonos a siete años. Aunque logró venderlos, tuvo que ofrecer un 6,01% de interés, el doble de lo que ofrece Alemania –bonos de referencia en Europa–, dos puntos por encima de otros países con problemas de deuda como España o Italia y sólo tres décimas por debajo de lo que tuvo que ofrecer antes de que hubiera plan europeo por si sus finanzas estallasen. Peor aún, la emisión inesperada de bonos, a 12 años, realizada por Grecia el martes, no obtuvo la demanda prevista. Según datos de Bloomberg, Grecia pretendía recaudar 1.000 millones de euros en la operación, pero sólo ha conseguido vender 390 millones de euros. Lo segundo, está abriendo un peligroso curso en la eurozona que genera fisuras en el seno de la Unión, que amenazan con liquidar la estabilidad del Viejo Continente y puede llevarse puesto al euro.

Un no rescate que es una dura advertencia a los países Mediterráneos
El acuerdo prevé que la ayuda concedida a Grecia para hacer frente a su deuda pública, adopte la forma de préstamos bilaterales coordinados por la Comisión y el Banco Central Europeo (BCE), a los que se añadirá una intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI). Estos préstamos serían concedidos a tasa de mercado, a la vez, que los dineros solamente serán disponibles como último recurso si Grecia se encuentra incapacitada de encontrar financiamiento en los mercados de deuda, o dicho de otra manera, si está al borde del default. Wolfgang Münchau, columnista de Financial Times especializado en asuntos europeos, tacha de ‘absurda’ la frase, según la cual, el rescate griego se realizaría a través de ‘créditos a tasas de interés de mercado’. Es que, “es duro imaginarse incluso un panorama hipotético en el cual la Unión Europea desembolsaría la ayuda de emergencia. Grecia tendría que ser cortada de los mercados de capitales; en tal situación es difícil imaginarse que un préstamo de la UE - a tipos de interés prohibitivamente altos - solucionaría cualquier problema” .
En otras palabras, Alemania le está diciendo al “Club Med” entero – Portugal, Grecia, Italia y España - que deben ajustarse los cinturones brutalmente ya que no está dispuesta a poner un céntimo en su ayuda.
Éste es el duro mensaje que ha dado Angela Merkel, en el marco de que el conjunto de los llamados PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) enfrentan vencimientos para 2010, por más de 404 mil millones de euros. Como dice Le Figaro: “La píldora que se anuncia es amarga para el primer ministro Papandreou. Esperaba que Europa les ayudara a refinanciarse a un coste menor. Atenas debe encontrar 15.000 millones de euros de aquí a comienzos de mayo y 50.000 millones antes de fin de año. Las condiciones impuestas por Angela Merkel hacen del apoyo conjunto de la UE y del FMI un recurso muy disuasivo" .

Estamos entrando en una situación turbulenta, no sólo para Grecia, sino para el conjunto de la eurozona. Los buenos días del pasado, que permitieron que países de menor competitividad y trayectorias económicas divergentes, compartieran una moneda común se acabaron. Este período, excepcional, fue posible gracias a dos factores. Como explica Michel Husson: “Dos procedimientos permitieron administrar estas tensiones hasta la crisis. El primero consistió para algunos países en proceder a una devaluación anticipada que les permitiese entrar en el euro con un tipo de cambio que garantizaba una clase de reserva de competitividad. Es la vía elegida, en particular, por España e Italia en la primera mitad de los años 90. En sentido opuesto, otros países, como Francia (e incluso hasta un determinado punto Alemania) entraron en el euro con un tipo de cambio más bien desfavorable en términos de competitividad. El segundo factor de flexibilidad, corresponde a la única ventaja del euro: el déficit exterior de un país no pesa sobre su propia moneda, puesto que no tiene más.

Globalmente, los intercambios exteriores de la zona euro son más o menos equilibrados, y el problema del euro consistía más bien, en el reciente período, en ser demasiado fuerte con relación al dólar. Esta protección aportada por el euro, permitió a una serie de países, obtener un elevado crecimiento, sobre la base de un déficit exterior creciente. La moneda única garantizaba, por otra parte, una relativa homogeneidad de los tipos de interés, en particular, por lo que se refiere a la financiación de la deuda pública” . La crisis ha liquidado esta configuración. A su vez, ha agravado los desequilibrios ya existentes: en el marco de un crecimiento de los déficits estatales, estos son menores entre los países que aun poseen superávits comerciales, como es el caso de Alemania o los Países Bajos; mientras que en los PIIGS hay un neto empeoramiento de la situación, con una explosión de la deuda pública, en el marco de déficits comerciales crecientes. En este marco, Alemania ha decidido imponer la lógica de hierro del euro hasta el final, no dando escapatorias a los países más débiles, reduciendo al sistema monetario europeo a un sistema de cambio fijo que se asemeja enormemente al patrón oro de los años 30’, con todas las consecuencias deflacionarias que esto implica.

Grecia sacrificada

Lejos de la ortodoxia fondomonetarista y de los halcones del Bundesbank, el problema que afronta Grecia no es primeramente de tipo fiscal. La cuestión central es cómo logra de nuevo un crecimiento económico lo suficientemente rápido para evitar que la deflación y la contracción económica se coma todos los objetivos buscados a través de los draconianos recortes fiscales, y cómo financiar el endeudamiento griego, a una tasa de interés, que frene que el crecimiento hacia arriba del nivel de endeudamiento, se salga de control.

Dicho en otros términos, frenar el círculo vicioso que Argentina transitó entre 1999 y 2000 y que desembocó, a pesar de todos los planes de ajuste, en el default de su deuda soberana y el crack económico de diciembre de 2001. ¿Pero no es a ésto a lo que apuesta Alemania? Un grupo de cuatro economistas euroescépticos -que en 1998 no dudaron en llevar a la Corte Constitucional una demanda contra el euro y que amenazan no vacilar en plantear un nuevo pleito, si los gobiernos de la zona euro contravienen la regla de no rescate a los países miembros- argumentan que Grecia ha quedado sin opciones y que la única salida es salir del euro. Ellos dicen: “Está razonablemente claro que Grecia ha quedado sin opciones. El país ha adoptado un programa de austeridad de una severidad sin precedente, cortando el gasto público, aumentando impuestos y deprimiendo los salarios. Este programa ignora completamente la sentencia de Keynes que los estados deben hacer frente a crisis con contramedidas para apoyar demanda. La acción griega es una evocación dolorosa de los movimientos malogrados de Alemania de reducir radicalmente el gasto en los años 1930, que enseñaron al mundo que cortar presupuestos para apaciguar acreedores en una contracción económica genera desempleo de masas y radicaliza a la sociedad” . No por casualidad, Angela Merkel, anunció las fatídicas palabras de que un país podía ser excluido de la eurozona, que antes había avanzado su ministro de finanzas. El brutal ajuste fiscal crea, a su vez, que la deuda pública vuelva a transformarse en deuda privada, creando un potencial aumento de las bancarrotas. Como dicen los economistas, Marshall Auerback y Rob Parenteau: “A menos que los déficits comerciales de las naciones que intentan el recorte fiscal logren rápidamente excedentes (la disminución de los ingresos en el país lleva a menos demanda de bienes importados, y menores costes en la producción llevan a un incremento de las exportaciones), las suspensiones de pagos en la deuda privada comenzarán a multiplicarse en cascada por todo el sistema. La pasada semana, como tuvimos ocasión de mencionar, Moody’s degradó a la situación de necesitados de observación a 4 bancos griegos. Eso es sólo el comienzo: los efectos del recorte fiscal no han hecho más que empezar. Al tomar esas medidas para evitar una suspensión de pagos de la deuda pública, sugerimos que lo que hacen esas economías es exponerse a más suspensiones de pagos de deuda privada” . Es decir, que paradójicamente la austeridad fiscal, puede poner a los sectores privados en un camino de deflación de deuda , es decir, el escenario que los planes de rescate estatal trataron de evitar en 2008 y 2009.

En este marco, los mecanismos de salida que se están aplicando en el conjunto de la UE, pueden no tener los objetivos esperados. Es que si la eurozona de conjunto está usando la deflación interna como mecanismo para aumentar las exportaciones, no hay ningún país que se beneficia especialmente, sólo la UE de conjunto. Pero, a su vez, ésta salida exportadora global puede agravar la crisis de sobreproducción mundial, como muestran las tensiones y las posibilidades de una guerra comercial entre EE.UU. y China. En esas circunstancias económicas catastróficas, el default puede llegar a ser en algún momento para el gobierno griego la mejor opción, sobre todo cuando el 70% de la su deuda es poseída por extranjeros, pero con todas sus consecuencias traumáticas y caóticas que trae aparejada. Es que el camino del gólgota financiero que se prevé en Grecia puede resultar insoportable para su cuerpo económico y social.
Según “Erik Nielsen de Goldman Sachs”, Grecia debe levantar €24.700 millones para fines de mayo. La soga entonces se aprieta. Las amortizaciones de la deuda de largo plazo son 7% del PBI este año, 10.2% en 2011, 11.8% en 2012, 9.7% en 2013, y 10.4% en 2014. ‘Grecia hace frente a una crisis de liquidez y a una crisis de la solvencia. No está claro que los responsables políticos europeos aprecian completamente la escala de los problemas’, escribió en un informe, ‘Here Comes The IMF’. Goldman Sachs dijo que Atenas debe realizar un ajuste del presupuesto primario de 7% del PBI para estabilizar la deuda en 120% del PBI, y hacerlo con una fuerza de trabajo que se irá. Incluso si lo logra, exige pagos de 4% del PBI a los acreedores ‘en perpetuidad’ .

Un difícil equilibrio

En Estrategia Internacional N°25 de diciembre 2008/Enero 2009 decíamos que: “Este creciente protagonismo de los Estados también alienta actitudes más unilaterales como es caso de Alemania, que no sufre los agudos desequilibrios internos y externos de EE.UU. y algunos de sus socios comunitarios, que siguieron fielmente el “patrón de crecimiento” norteamericano. Alemania, que tiene un sector manufacturero muy competitivo, superávit de cuenta corriente y desde hace un tiempo superávit fiscal, ha evitado un boom inmobiliario y crediticio desenfrenado aunque posee como rezago una demanda interna estructuralmente débil.

Si Alemania logra sobrellevar el impacto inmediato que tendrá la crisis sobre su crecimiento muy dependiente de las exportaciones (una dura prueba), y logra recuperar ciertas dosis de soberanía monetaria, ya sea dentro de la eurozona, bajo su forma actual o rediseñada, podría salir de la crisis –quizás en algún tipo de bloque o alianza– fortalecida con respecto a EE.UU” . Los sucesos europeos de estas semanas han sacado a luz este unilateralismo alemán para sorpresa de la mayor parte de la prensa burguesa. Alemania, que apoyó desde hace décadas la extensión de la UE con grandes contribuciones financieras, porque se benefició de ella económicamente a la vez que buscaba rehabilitarse política y geopolíticamente después del trauma del nazismo y sus políticas expansionistas, ahora está utilizando su poder económico para dictar drásticos cortes sociales y medidas de austeridad. Raramente antes la Unión Europea reveló tan descarnadamente su verdadero carácter como herramienta del capital financiero más concentrado, con Alemania -la potencia imperialista más fuerte del capitalismo europeo –estableciendo el tono y dictando los términos.

Económicamente este curso puede ser suicida y dar lugar a una nueva recesión. Como dice Husson: “Los planes de ajuste van obviamente a liquidar la demanda interior, y Alemania no podrá compensar los mercados que pierde en Europa por un aumento de las exportaciones el resto del mundo. La situación corre el riesgo de conducir algunos países a salir del euro para poder encontrar un margen de maniobra jugando sobre su tipo de cambio. Pero es una solución desesperada que correría el riesgo de gatillar un espiral recesivo y desencadenaría una especulación que nadie podría limitar” . Geopolíticamente arriesga romper el frágil equilibrio europeo ya muy tensionado y fisurado, no sólo entre los países económicamente más fuertes del norte y los países económicamente más débiles del sur, sino también entre sus dos principales potencias, Francia y Alemania. La burguesía alemana debe caminar por un difícil equilibrio que puede, como tantas veces en el pasado, volvérsele en contra. Sin embargo, la misma ve una ventana de oportunidad que no quiere dejar de aprovechar. El nuevo viejo Continente, para usar la expresión del último libro de Perry Anderson, se apresta a vivir momentos críticos en cuyo contexto puede desarrollarse una lucha de clases aguda, ya que a pesar de no estar aún a la altura de la crisis, viene dando crecientes síntomas de reanimamiento, como la misma Grecia empieza a mostrar. Más que nunca es necesario construir una izquierda que deje de jugar a buscar atajos más o menos reformistas, y ligándose a la resistencia de los trabajadores, se proponga construir partidos revolucionarios capaces de enfrentar los duros combates y desafíos que se vienen.

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