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Perspectivas de la Iglesia en Latinoamérica
Por: Miguel Raider

31 May 2007 | En pocos días culmina en Brasil la V° Cumbre de obispos de América Latina y el Caribe. A la espera de las conclusiones, adelantamos algunos aspectos que hacen al documento inaugural de la Conferencia Episcopal latinoamericana (CELAM) que revelan el rumbo reaccionario de la Iglesia1. El Papa hasta tuvo la osadía de solicitar la excomunión de los (...)

El “continente de la esperanza”

El documento define a América Latina como el “continente de la esperanza”, pues en él residen más de 460 millones de católicos, más de la mitad de todos los católicos del mundo. Pero la Iglesia está preocupada a raíz de la disminución del número de sus fieles2.

Su relativa pérdida de influencia la somete a prueba como institución de control social ante una realidad donde “las democracias latinoamericanas no disponen de instituciones consistentes y sólidas y sufren la tentación de soluciones populistas”. Los procesos de la lucha de clases y debilidad de los partidos políticos tradicionales constituyen elementos que obligan a la Iglesia a actuar como “reserva moral” en procura del “bien público” para canalizar la demanda social en los marcos de los regímenes políticos, evitando así la movilización extraparlamentaria contra el orden. En este sentido, Benedicto XVI condenó al gobierno de Chávez por sus “formas de gobierno autoritarias o sujetas a ciertas ideologías que se creían superadas, y que no corresponden con la visión cristiana del hombre y la sociedad”. Vale recordar que la Iglesia militó en las huestes que organizaron los dos intentos de golpe de estado, eso sí, “en defensa de las instituciones”.

La necesidad “de luchar contra la pobreza, la exclusión y la desigualdad social” abunda en una Iglesia que se reconoce “cuestionada”. ¡Cómo no habría de estarlo! La inauguración de la CELAM costó 20 millones de dólares y Benedicto XVI se dio el lujo de descorchar botellas de vino de 175 dólares. La Iglesia es propietaria de bancos y propiedades frecuentemente asociados a estafas y lavado de dinero como el recordado caso del Banco Ambrosiano. Horacio Verbitsky denunció que Sergio Taselli, el empresario profesional en el vaciamiento de empresas, en realidad es “un hombre de paja de las inversiones del Arzobispado de Buenos Aires”3.

Desprecio por los pueblos oprimidos

El documento señala que “la fe católica tuvo una recepción positiva gracias a la gesta evangelizadora y a la predisposición de misioneros a acercarse a las culturas autóctonas”. En consonancia, el Papa destacó que la evangelización “no supuso en ningún momento una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña” porque “Cristo era el salvador que anhelaban silenciosamente”. Evidentemente, la Iglesia continúa negando el genocidio de los pueblos originarios. El Papa rechazó los pedidos de audiencia de los representantes de los pueblos aborígenes de Brasil que exigían una retractación. Ese desprecio hacia los pueblos oprimidos también se manifestó calificando a los árabes musulmanes como “malignos e inhumanos”4, así como tras su paso por Auschwitz, omitió palabra alguna sobre el genocidio de los nazis en ese campo de martirio donde asesinaron a millones de judíos, gitanos, homosexuales y comunistas. Tal vez el Papa haya rememorado su pasado en las juventudes hitlerianas.

Curiosamente, cuando Joseph Ratzinger manifiesta abiertamente su ideología reaccionaria, la corriente “progresista” de sacerdotes y laicos llamada teología de la liberación cierra filas con Benedicto XVI. “Se terminaron 27 años de destierro interior dentro de la Iglesia”, decía el cardenal Oscar Rodríguez Madariaga, quien admitió que los integrantes de esa corriente estaban “arrepentidos por errores del pasado” pues Ratzinger “ha tenido en todo momento una gran apertura”5. Tanto el documento como el Papa aseguran que “la opción por los pobres está implícita en la fe cristológica”, y reivindican las “comunidades eclesiales de base” y la “religiosidad popular”, banderas de la teología de la liberación que propiciaba una Iglesia con “compromiso social”. Finalmente el custodio de la ortodoxia católica de la orden heredera de la Santa Inquisición terminó asimilando a los curas “tercermundistas” para una Iglesia “progresista”.

Separar la iglesia del estado

Los socialistas revolucionarios somos ateos porque consideramos que la religión es la ideología que utilizan las clases dominantes para adormecer y disciplinar a las clases explotadas tras la promesa de una mejor vida en el “reino de los cielos”, mientras un puñado de capitalistas monopoliza la riqueza material del “reino en la tierra”. Aunque defendemos el derecho de las masas a practicar la religión que deseen, pensamos que es un asunto privado respecto del Estado. La gran mayoría de los países latinoamericanos sostiene a la Iglesia como religión de Estado, financia los colegios católicos y su asistencia social y hasta paga los ingresos de sacerdotes y seminaristas. En Argentina un obispo recibe un ingreso mensual de $7.280 y sólo en la Capital los colegios católicos reciben una partida de $320 millones. Es necesario separar íntegramente la Iglesia del Estado y acabar con todos sus subsidios y prebendas materiales como hace dos siglos lo hizo sin vacilaciones la revolución francesa.

 

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