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Partido de los Trabajadores Socialistas
    Buenos Aires   |  23 de abril de 2024
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El salario y la ganancia capitalista
23 Mar 2006 | Adelanto del libro “Para entender la explotación capitalista”, de próxima publicación

Como decíamos en LVO 181, en la nota titulada “¿Es justo pagar Impuesto a las Ganancias con nuestro salario?: “En nuestra sociedad, la amplia mayoría de la población no cuenta con capital para invertir, ni medios de producción ni nada que le permita su subsistencia; salvo sus brazos, su cuerpo y su cerebro. Esta capacidad de trabajar, en el capitalismo se denomina fuerza de trabajo y los trabajadores deben venderla constantemente en el mercado a cambio de un salario.” El problema que queremos discutir aquí es que el obrero cree que el patrón le paga por todas las horas trabajadas, piensa que cobra por todo el trabajo realizado.
Contra esta falsa creencia, Marx introdujo un aporte fundamental: la diferencia entre trabajo y fuerza de trabajo. Dice: “todos ustedes están convencidos de que lo que venden al capitalista es su trabajo”1. Es común pensar que el trabajador vende su “trabajo” en el mercado a cambio de un salario y que el capitalista al combinar ese trabajo con las máquinas y herramientas logra un producto que le pertenece. Además, como el obrero recibe el pago de su salario después de haber trabajado, percibe que el patrón le paga por todo el trabajo que realizó (es decir por todas las horas trabajadas).
Marx demostró que, en realidad, existe una diferencia fundamental entre lo que el obrero cree que vende y lo que él realmente vende. “Lo que el obrero vende no es directamente su trabajo, sino su fuerza de trabajo, cediendo temporalmente al capitalista el derecho a disponer de ella”2. En esta diferencia entre trabajo y fuerza de trabajo, se encierra todo el secreto del capital. Porque el obrero en realidad, cobra sólo una parte del trabajo que realiza, la fracción que equivale a la cantidad de tiempo de trabajo que necesita para reproducir su vida y que es lo que se representa en el salario.
Una vez que el capitalista contrata a un trabajador, es decir, compra su capacidad de poner en movimiento sus músculos, nervios y cerebro (su fuerza de trabajo), la combina con maquinarias y materias primas, poniéndola a trabajar durante una jornada de trabajo. Con una parte de esa jornada, el trabajador produce el equivalente a lo que el capitalista gasta en salarios. Pero como ha vendido su capacidad de trabajar por una jornada completa, está obligado a seguir trabajando el tiempo restante. Estas horas trabajadas por encima de la cantidad necesaria para producir el equivalente a su salario, son apropiadas por el patrón, sin dar nada a cambio. Este robo de horas de trabajo es la única fuente de las ganancias de los capitalistas.
Muchos trabajadores se sorprenden porque piensan que el capitalista obtiene ganancias pagándoles un salario “de miseria”, por debajo de esa “canasta familiar” de la que siempre se habla. Pero aunque el capitalista pague un salario que cubra esa canasta, obtiene beneficios. La ganancia no depende de pagarle al obrero menos de lo que “vale” su fuerza de trabajo. Depende, pura y exclusivamente de la diferencia entre la cantidad de trabajo que el obrero realiza, y lo que cuesta la reproducción de su vida (el valor de su “fuerza de trabajo” o su salario).
También es muy común la creencia de que la ganancia surge porque al costo de producción de las mercancías el capitalista le agrega un recargo. Esta es otra creencia falsa. La verdad es que poniendo en movimiento la fuerza de trabajo, el capitalista obtiene al final del proceso más valor del que invirtió. Pero ese valor extra (plusvalor), surge de la diferencia entre lo que al capitalista le cuesta la fuerza de trabajo y lo que esa fuerza de trabajo efectivamente produce (su trabajo). En definitiva, lo único que le interesa al capitalista es que la utilización de la fuerza de trabajo que contrata rinda más valor del que le cuesta.
Este robo de trabajo, constituye la única fuente de la ganancia capitalista y es lo que permite que el patrón reciba en dinero, cuando vende sus mercancías en el mercado, un precio mayor al que le costó comprar y poner en movimiento los medios de producción, las materias primas y la fuerza de trabajo.

 

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