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Partido de los Trabajadores Socialistas
    Buenos Aires   |  27 de marzo de 2024
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Los marxistas y las demandas democráticas
15 Jun 2004 |

“Marx (...) mostró (...) el carácter explotador de la democracia burguesa y del parlamentarismo burgués bajo los cuales las clases oprimidas tienen el derecho de decidir una vez cada determinado número de años qué miembros de las clases poseedoras han de ‘representar y aplastar’ al pueblo en el Parlamento”. En este discurso al Primer Congreso de la III Internacional en 1919, Lenin ilustraba sus ideas con algunos ejemplos, como el siguiente: “La ‘libertad de imprenta’ es una de las principales consignas de la ‘democracia pura’. Los obreros saben, y los socialistas de todos los países lo han reconocido millones de veces, que esa libertad será un engaño mientras las mejores imprentas y grandísimas reservas de papel (podríamos agregar los canales de TV y radio, NdR) se hallen en manos de los capitalistas y mientras exista el poder del capital sobre la prensa (TV y radio, NdR), poder que se manifiesta en todo el mundo con tanta mayor claridad, nitidez y cinismo cuanto más desarrollados se hallan la democracia y el régimen republicano (...) A fin de conquistar la igualdad efectiva y la verdadera democracia para los trabajadores, para los obreros y los campesinos, hay que quitar primero al capital la posibilidad de contratar a escritores, comprar las editoriales y sobornar a la prensa, y para ello es necesario derrocar el yugo del capital, derrocar a los explotadores y aplastar su resistencia. Los capitalistas siempre han llamado ‘libertad’ a la libertad de lucro para los ricos, a la libertad de morirse de hambre para los obreros. Los capitalistas llaman libertad de imprenta a la libertad de soborno de la prensa por los ricos, a la libertad de utilizar la riqueza para fabricar y falsear la llamada opinión pública (...) Libertad e igualdad verdaderas será el orden de cosas que están instaurando los comunistas, y en él será imposible enriquecerse a costa de otros, no habrá posibilidad objetiva de someter directa o indirectamente la prensa al poder del dinero, no habrá obstáculo para que cada trabajador (o grupo de trabajadores, sea cual fuere su número) posea y ejerza el derecho igual de utilizar las imprentas y el papel que pertenecerán a la sociedad”.
Los 85 años transcurridos desde estas palabras confirmaron crudamente la justeza del análisis de clase marxista del estado, sus regímenes políticos y su “libertad”. En 1916, en El Estado y la Revolución, Lenin ya había expresado una clara definición de los regímenes parlamentarios, mucho más seria y científica que todo el palabrerío de los “politólogos” de nuestros días: “La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo, y por lo tanto el capital, al dominar esta envoltura, que es la mejor de todas, cimienta su poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa, hace vacilar este Poder. Hay que advertir, además, que Engels, con la mayor precisión, llama al sufragio universal arma de dominación de la burguesía. El sufragio universal, dice Engels, sacando evidentemente las enseñanzas de la larga experiencia de la socialdemocracia alemana, es ‘el índice que sirve para medir la madurez de la clase obrera. No puede ser más ni será nunca más, en el Estado actual’”.
Con la Revolución Rusa de 1917 nació un nuevo tipo de estado basado en organizaciones que permitían que los trabajadores y el pueblo pobre ejercieran su poder tanto en el terreno político como en el de la gestión de la producción y el intercambio: el estado de los consejos, el estado soviético. Este estado nació como trinchera de lucha contra la reacción capitalista (que desarrolló una guerra civil sangrienta) y por la extensión de la revolución a los países más avanzados de Europa, con lo cual sus funciones “estatales”, de dictadura del proletariado sobre las clases enemigas, irían desapareciendo. El aislamiento de la URSS y el desgaste de la guerra civil, llevaron al surgimiento de la burocracia, con Stalin a su frente, que degeneró al régimen de los soviets y al Partido Bolchevique. Sin embargo, esta experiencia histórica quedó como expresión práctica más acabada de la estrategia revolucionaria del marxismo.
¿Por qué entonces los socialistas revolucionarios proponemos en determinadas circunstancias mecanismos basados en el sufragio universal, como la Asamblea Constituyente, o en caso muy particulares, hasta plebiscitos?
Estas demandas democráticas formales, como parte de un programa de acción, pueden jugar un rol progresivo cuando permiten desarrollar la movilización de las masas y enfrentar sus legítimas aspiraciones (como el aumento de salarios, salud, educación, vivienda o la emancipación nacional de los países oprimidos por el imperialismo) con la ilusión de satisfacerlas mediante los mecanismos de la democracia burguesa, ilusión bien sintetizada por Alfonsín cuando dijo “con la democracia se come, se cura y se educa”. En situaciones de aguda crisis del régimen burgués y ascenso de la lucha de clases, como ocurrió por ejemplo durante el 2002, levantamos la demanda de Asamblea Constituyente Revolucionaria sobre las ruinas del viejo régimen, para que las masas que exigían “que se vayan todos” pero aún no luchaban conscientemente por un gobierno de trabajadores, hicieran su experiencia hasta el final con el sufragio universal, no mediante tramposas elecciones presidenciales (como finalmente ocurrió) sino mediante la convocatoria a una Asamblea Constituyente donde se pusiera en cuestión toda la estructura política y social, en primer lugar los lazos de dominación imperialista. Para esto, explicábamos, no podía ser convocada por Duhalde sino por un gobierno provisional de las organizaciones de los trabajadores y el pueblo en lucha.
De este modo, estas consignas pueden jugar un rol transicional facilitando la experiencia de las masas con la democracia burguesa para construir al calor de la lucha sus propias organizaciones y un partido revolucionario que luche directamente por el poder de los trabajadores.
Sin embargo, esta función sólo puede ser episódica, circunstancial, ya que por tratarse de cuestiones que no afectan ni ponen en cuestión directamente la propiedad privada capitalista, la burguesía puede en determinado momento hacerlas propias para transformarlas en una soga al cuello de los trabajadores en lucha, quitándoles todo filo revolucionario. Por ejemplo, si la lucha de masas se radicalizaba durante el 2002, la burguesía podría haber convocado a una Constituyente, por supuesto controlada y amañada, para desviar la lucha revolucionaria. En ese caso, los revolucionarios deberíamos usar la autoridad ganada en la lucha por las demandas democráticas desde un principio, para denunciar la maniobra burguesa y preparar la lucha por el poder obrero.
En el caso del referéndum, plebiscito o consulta popular (ver en estas páginas), la exigencia de este procedimiento es más circunscripta aún, ya que se trata de un mecanismo muy manipulable por los gobiernos capitalistas que pueden diseñar a su antojo las preguntas y digitar la propaganda por los medios de difusión. Por esto, es una demanda precisa que proponemos para que la tomen en sus manos los trabajadores y el pueblo, para que la impongan con su movilización, sin crear la falsa ilusión que el gobierno la convocará sin lucha (como lamentablemente la presentan hasta ahora Luis Zamora y el PO), y exigiendo condiciones democráticas elementales como la posibilidad de presentar varias opciones y disponer de acceso gratuito a la radio y TV. De esta manera, no sólo demostramos que Kirchner quiere decidir a espaldas del pueblo sino que nos preparamos para que, si en determinado momento algún sector burgués acorralado por la lucha de las masas quiere apelar a algún mecanismo similar, poder denunciar sus limitaciones y desnudar su intención reaccionaria.
Las organizaciones combativas de los trabajadores, en especial los que queremos construir un gran partido revolucionario, tenemos que aprender a utilizar las demandas democráticas en los momentos adecuados para desnudar las falsas promesas de los capitalistas y sus políticos, y transformarlas en armas al servicio de construir nuestras propias organizaciones en la perspectiva de los consejos obreros y del pueblo pobre que serán la base de la futura república de los trabajadores.

 

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