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ISRAELÍES Y PALESTINOS ACUERDAN CESE AL FUEGO
Ganadores y perdedores de la operación “Margen Protector”
Por: Claudia Cinatti

29 Aug 2014 |

El 26/8, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (AP), Mahmud Abbas anunció un cese al fuego permanente en El Cairo. De esta manera termina la operación Margen Protector, la ofensiva militar más prolongada y sangrienta de las cuatro que llevó adelante el estado de Israel desde que se retirara de la Franja de Gaza en 2005.

Las cifras desnudan la masacre: en 50 días de bombardeos, con algunas treguas intermitentes, el ejército israelí asesinó a más de 2.100 palestinos, la mayoría civiles incluidos 500 niños, e hirió a otros 11.000. Destruyó 17.000 casas y transformó a 500.000 gazatíes, casi un tercio de la población, en desplazados que sobreviven como pueden en escuelas y hospitales de la ONU, que también fueron blanco de ataques. Además liquidó a tres importantes jefes de Hamas. En contraste Israel sufrió 70 bajas (64 soldados, 6 civiles, entre ellos 1 niño).

Sin embargo, el resultado de la operación demostró una vez más la validez de una vieja máxima del arte de la guerra: el recuento de bajas y daños materiales no define por sí mismo las victorias o derrotas. Cuentan también las fuerzas morales y las motivaciones políticas. En última instancia, termina triunfando quien logra sus objetivos, aunque estos sean modestos. Y este round fue para Hamas (“Hamas 1- Israel 0” tituló el diario israelí Haaretz).

Por eso, a pesar de haber pagado un alto precio, los palestinos y, en particular Hamas y Jihad Islámica, celebran lo que consideran una victoria de su resistencia, mientras que el gobierno de Netanyahu está sumido en una crisis y no puede vender el resultado a sus aliados/rivales de la extrema derecha como un triunfo, quienes saben que lo que no mata a Hamas lo fortalece.

Vencedores vencidos

Se podría decir que necesitaron siete semanas de guerra unilateral y asimétrica contra Hamas para volver a los términos del último cese del fuego en 2012: relajamiento parcial del bloqueo a la Franja con la apertura temporaria de los pasos fronterizos con Israel y Egipto y extensión de la zona de pesca, mientras quedan para más adelante otras demandas de Hamas como la reconstrucción del aeropuerto (destruido por Israel en el 2000), la liberación de unos 500 prisioneros palestinos y el fin definitivo del bloqueo.

Pero las condiciones son muy distintas, lo que hace más amargo el sabor a derrota que siente gran parte del establishment político israelí.

Entre 2012 y 2014, se pasó de la promesa de la “primavera árabe” al avance de las fuerzas de la reacción –EE.UU., la monarquía saudita, los militares egipcios-. El peso de esa relación de fuerzas adversa también se sintió en el conflicto palestino-israelí. Antes de Margen Protector, Hamas estaba aislado y su gobierno en la Franja al borde del colapso tras la caída del gobierno de la Hermandad Musulmana en Egipto y la ruptura de su alianza con Siria (y por transitividad con Irán). Eso lo empujó a negociar un gobierno de reconciliación con la AP.

La resistencia armada le permitió recuperar prestigio y legitimidad y se terminó ubicando como interlocutor privilegiado en la negociación.

Israel, Egipto y EE.UU. intentarán subordinar a Hamas a la AP, ungiendo a Abbas como el garante de los acuerdos, dándole el control de los pasos fronterizos para no tener que negociar con Hamas. Pero este poder formal de la AP está lejos de la realidad en el terreno. Mientras Abbas permaneció impávido ante la ofensiva israelí, en Cisjordania donde gobierna, miles de jóvenes con piedras hicieron volver el fantasma de la intifada.

Crisis política

Quien aparece como principal derrotado es Netanyahu, cuestionado por la extrema derecha que le reprocha haberle entregado a Hamas una victoria. La prensa israelí considera que Margen Protector lanzó a la ultraderecha a la campaña electoral.
El acuerdo, aprobado por Netanyahu de manera unilateral, produjo una fractura en el gabinete. Tres de sus ministros, entre ellos el ultraderechista canciller Lieberman, rechazaron el acuerdo. Lo mismo hizo un sector del Likud, partido del primer ministro. Esta extrema derecha parece estar en sintonía con la opinión mayoritaria de la sociedad israelí. La popularidad de Netanyahu, que superó el 80% cuando lanzó la invasión terrestre a Gaza, se desplomó con el acuerdo. Solo un 38% lo considera correcto. Incluso el líder del partido de izquierda Meretz responsabilizó a Netanyahu de permitir a Hamas apoderarse del triunfo cuando iba a una derrota segura. Sin embargo, la escala de la masacre también generó polarización: 10.000 israelíes desafiaron este brutal giro a la derecha y se manifestaron la semana pasada contra la ofensiva militar.

Esta crisis del gobierno expresa el dilema que enfrenta el estado sionista. Mientras Netanyahu quiere mantener el conflicto bajo control, lo que lleva a operaciones militares recurrentes, la extrema derecha puja por una suerte de solución final, liquidación de Hamas y eventual expulsión de la población palestina, que de todos modos es impracticable en la actual relación de fuerzas.

Cómo terminar con el apartheid

Si bien las masas palestinas festejan el fin del ataque militar y se sienten con la moral que da la resistencia, siguen viviendo y sufriendo la opresión colonial del estado de Israel, sostenido por EE.UU. y las potencias occidentales. Bajo el acuerdo, Gaza seguirá siendo una prisión a cielo abierto, sujeta al bloqueo económico y la amenaza de intervención militar israelí. Seguirá la expansión de los asentamientos de colonos en Cisjordania. Es decir, el pueblo palestino continuará viviendo un régimen de apartheid.

Margen Protector concitó el repudio de centenares de miles que se movilizaron en todo el mundo contra el guerrerismo del estado sionista y expuso como nunca antes la hipocresía de EE.UU., la Unión Europea y la ONU, que justificaron los crímenes de guerra de Israel. Miles de personas de origen judío dijeron nuevamente "No en nuestro nombre." Ya está claro que Israel no acepta ni siquiera la ficción de estado palestino y que las tendencias fascistizantes que surgen en su interior son producto de su proyecto colonial. Frente a la política racista del sionismo de bregar por un estado exclusivamente judío, surgen cada vez más voces disidentes que han llegado a la conclusión de que la alternativa a una nueva limpieza étnica y a la guerra permanente es desmantelar ese aparato estatal racista y colonialista y reemplazarlo por un estado palestino único, no racista, que respete los derechos nacionales de árabes y judíos. Desde nuestro punto de vista, ese resultado no es una utopía, sino la única salida progresiva. Pero solo podrá obtenerse como producto de una lucha revolucionaria contra las clases dominantes locales y las potencias imperialistas a quienes sirven, abriendo el camino al socialismo.

 

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