Densa es la niebla sobre Colectora este. Centenares de trabajadores marchan apachurrados. Infantería en la puerta de la autopartista Lear. Gendarmería alineada a la vera de la Panamericana.
Una batalla. Asamblea de fábrica vota medidas resueltas por los despedidos en asamblea. El redoblante en repique. Los obreros dentro de planta votan parar la fábrica. No queremos más despidos. No queremos suspensión... Un frío que no impugna las ganas. Crespones de frío sublevando el agite que nace entre palma y palma, las ganas. No queremos más despidos, no queremos suspensión. Una multitudinaria marcha entre la niebla envuelta en aplausos, más de quinientos pares de manos que envuelven en abrazo solidario a estos obreros y obreras. Alimenticios, mecánicos, del neumático, gráficos, estudiantes, etcétera.
Una multinacional norteamericana. No solo recoge el fruto de lo que los obreros producen, sino que los sumerge en la barbarie del dolor que les generan las lesiones producidas por los ritmos de trabajo.
Mujeres adelante, hombres atrás, dice una obrera de Lear. La columna de mujeres que encabeza la marcha se trenza en brazos y espíritu.
06:51, paso a informar, dice uno de los trabajadores, que la fábrica en este momento está parada... Unidad de los trabajadores, clama la columna. Hay intranquilidad en el pulso del capitalismo cuando el obrero lucha. Es intranquilidad que se viste en fajina militar. Para los trabajadores ya la reincorporación, es el canto que continúa.
Desde la garganta del bajo puente de 197 se redobla el volumen de la voz, y las palmas son como rugido del clima previo de la tormenta. Los trabajadores de Lear en lucha son conscientes de que esta lucha contra los despidos no será fácil. Pero saben que ha sido sorteando desafíos como se puso en pie su organización celeste.