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Partido de los Trabajadores Socialistas
    Buenos Aires   |  23 de abril de 2024
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SENTENCIA EN EL CASO BULACIO
Yo sabía que los jueces y el Estado bancan a la Policía
Por: Carla Lacorte

14 Nov 2013 |

Carla Lacorte
Hija de fusilado en la dictadura de Pinochet. Víctima del gatillo fácil policial, integrante del CeProDH, dirigente del PTS

Tres años de prisión en suspenso, pero ni un minuto preso para el excomisario de la Federal Miguel Angel Espósito. Así fue el fallo que, el Tribunal Oral en lo Criminal 29, dictó el viernes 8 en el caso de privación ilegítima de la libertad contra Walter Bulacio. Los que éramos jóvenes en 1991 nos estremecimos con un caso que reflejaba la represión policial que sufríamos cotidianamente y que los jóvenes de hoy continúan sufriendo. Marchamos infinidad de veces por Walter y por todos los pibes asesinados por la policía. Es lógico que hoy estemos indignados. Como sostenía María del Carmen Verdú de CORREPI, el juicio llega tarde y mal. Tarde, porque se realiza 22 años después de los hechos. Mal, porque el Estado argentino realizó el juicio obligado por una condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Juicio que sólo apunta a la privación ilegítima de la libertad y no a las torturas que terminaron con la vida de Walter. Además, el único imputado es el ex comisario y no el conjunto de policías involucrados, tampoco los funcionarios responsables de la razzia realizada en Obras Sanitarias en aquella noche de abril del ‘91.
Este fallo es muy similar a otros en causas por violaciones a los derechos humanos en la década kirchnerista: hay condena, pero no hay castigo. Espósito jamás piso la sala de audiencias y agradeció (por videoconferencia) el “buen trato” recibido por el tribunal. Le dan tres años, pero no va preso. Como Salmo, el ex policía que me disparó, que tiene cinco condenas en contra, pero puede seguir en libertad. Como dijimos en otras oportunidades este tipo de fallos contrastan con el 70% de la población carcelaria que está privada de su libertad sin haber tenido juicio alguno. Además dan un claro mensaje de impunidad desde la justicia patronal para que se sigan produciendo casos de gatillo fácil y de torturas en las comisarías. Esto se da dentro de un contexto donde todo el régimen político alienta y desarrolla políticas de mano dura. Por eso es fundamental redoblar la unidad y la coordinación con los familiares de las víctimas, con las organizaciones de derechos humanos, obreras y estudiantiles, para enfrentar la criminalización de la juventud y la represión que acecha los conflictos obreros y populares. Este es el mejor homenaje que podemos hacerle a Walter, a veintidós años de su asesinato, una lucha que dos décadas más tarde sigue más viva que nunca.

Para terminar, quiero resaltar la lucha de la abuela de Walter que contra viento y marea, con una fuerza que una no sabe de dónde sacaba, como tantas otras mujeres familiares de víctimas, sostuvo estos veinte años de pelea.

 

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