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Partido de los Trabajadores Socialistas
    Buenos Aires   |  27 de marzo de 2024
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HACIA UNA NUEVA INTERNACIONAL
Francia: los revolucionarios ante el Frente Popular
Por: Emilio Salgado , Matías Maiello

07 Nov 2013 | Como vimos en La Verdad Obrera 541, en 1933 el Partido Comunista Alemán, siguiendo las órdenes de Stalin, permite que Hitler llegue al poder sin oponer resistencia y no surgen tendencias opositoras al interior de la Internacional Comunista que cuestionen esta política traidora que abriría paso al aplastamiento del proletariado alemán y al curso (...)

La Oposición de Izquierda dirigida por Trotsky hasta entonces se consideraba una fracción de la Internacional Comunista (IC), pero frente a la bancarrota de la III Internacional stalinista, Trotsky plantearía que había llegado la hora de construir nuevos partidos revolucionarios y una nueva Internacional. La Oposición de Izquierda pasaría a llamarse Liga Comunista Internacional (LCI) forjando las bases sobre las que en 1938 se fundaría la IV Internacional. Una parte importante de esta pelea se jugó en la lucha de clases europea luego de 1933, principalmente en Francia, y en el Estado Español, donde desde 1931 se daba un profundo proceso revolucionario. En ambos casos los revolucionarios tendrían que enfrentarse a la política de conciliación de clases del stalinismo de los“frentes populares”. En esta nota nos centraremos en la experiencia de Francia.

La acciones de los fascistas y la respuesta obrera

La derrota de la clase obrera alemana y la llegada de los nazis al poder impulsan el avance de la derecha fascista en Europa, en el marco de la profunda crisis capitalista.

En Francia, a principios de 1934, los fascistas empiezan a protagonizaron una serie de movilizaciones contra el parlamento, muy cuestionado por casos de corrupción. Aprovechando que uno de los principales involucrados era judío de origen ucraniano, la derecha liga el cuestionamiento a la corrupción con una campaña antisemita y xenófoba. En este marco, en febrero, fascistas y monárquicos intentan tomar el parlamento. Aunque fracasan, cae el gobierno y se forma uno nuevo bajo la consigna de “unidad nacional”, del que pasaría a formar parte el grupo derechista Alianza Democrática.

En respuesta, el movimiento obrero sale a las calles, protagoniza huelgas y manifestaciones exigiendo al gobierno que disuelva las bandas fascistas. Estas acciones tuvieron su punto más alto el 12 de febrero con la huelga general. Este proceso se expresará a mediados de año en dos concentraciones del Partido Socialista (SFIO) y del Partido Comunista (PCF) Aunque había ilusiones reformistas, se orientaba hacia una perspectiva revolucionaria.

La perspectiva del frente único obrero

Bajo la presión de este proceso, la SFIO llama al frente único obrero al PCF, que lo rechaza orientado por la política sectaria que igualaba a la socialdemocracia con el fascismo. Trotsky y los trotskistas franceses, agrupados en la Liga Comunista, plantearon concretar el frente único con un programa que dé una salida a la profunda crisis que estaba atravesando Francia y contra los planes de la burguesía de descargarla sobre las espaldas de los trabajadores, la pequeño burguesía de las ciudades y los pequeños campesinos.

El fascismo se presentaba como salida de conjunto y reclutaba su base social entre las “clases medias”. En esta aguda situación de la lucha de clases, la clase obrera no podía limitarse a un programa que sólo levantase demandas inmediatas, como querían la SFIO y el PCF. Tenía que plantear también un programa de conjunto para oponerlo al de los fascistas y así luchar por ganarse a las “clases medias” para una alianza revolucionaria.

Un programa de acción para que levanten las organizaciones obreras

El frente único obrero debía levantar un programa para desbaratar la conspiración de los capitalistas y sus políticos a sueldo contra los trabajadores: había que eliminar el “secreto comercial” e imponer el control de los bancos, la industria y el comercio por los trabajadores y los campesinos. Un programa para dar una salida de conjunto no podía detenerse frente a la propiedad privada: junto a la lucha por el salario y por sus derechos, los trabajadores tenían que terminar con el reinado de los monopolios capitalistas, imponiendo la nacionalización de los bancos, las industrias fundamentales y el transporte. La clase obrera tenía que levantar las demandas de los campesinos y expropiar a los terratenientes. Había que enfrentar los planes de la burguesía imperialista francesa, que se preparaba para la guerra mundial de rapiña, y oponerle la unidad socialista de los trabajadores de Europa.

Estos eran algunos de los planteos de la Liga para el programa del frente único obrero. Para concretar este programa había que reemplazar al Estado capitalista por un Estado de los trabajadores y los campesinos. Pero, para que el programa no se torne estéril, era necesario establecer un diálogo con la mayoría de los trabajadores franceses que veían la podredumbre de un régimen político capitalista autoritario y corrompido y que, sin embargo, no estaban por la dictadura del proletariado sino que mantenían las expectativas en la democracia burguesa. A ellos, la LCI les proponía luchar en común por un programa de demandas “democrático radicales” y transicionales: la eliminación de la institución “bonapartista” de la presidencia, así como de la oligárquica cámara de senadores, y la conformación de una cámara única que fusione los poderes ejecutivo y legislativo y que sea electa por sufragio verdaderamente universal donde voten todos los residentes sin distinción de su nacionalidad de origen. Que los diputados sean revocables y que todos cobren lo mismo que un trabajador. Que los jueces sean elegidos por sufragio universal; y la separación de la iglesia del Estado.

Este programa no podía imponerse sin una gran organización. Había que poner en pie comités de lucha, directamente electos por las masas, con la perspectiva de que se transformasen en órganos de poder obrero y campesino.

La autodefensa de los trabajadores

Si la clase obrera se presentaba como una alternativa no podía limitarse a exigir que el Estado de los capitalistas desarmase a las bandas fascistas que los mismos capitalistas financiaban e impulsaban. Trotsky se opone duramente a la línea del PCF que dejaba librada a las masas, no organizadas ni preparadas, la cuestión de la autodefensa. Había que construir destacamentos de combate, con cuadros obreros fabriles especializados y armamento. A esto se refería con la construcción de milicias obreras organizadas según el lugar de trabajo, mucho más efectivas contra cualquier infiltración que la defensa que pudieran ofrecer los burócratas. Sólo los comités de acción surgidos en la lucha podían asegurar verdaderas milicias si podían contar con decenas de miles de combatientes. Sin ellas, las masas serían aplastadas.

La política de “frentes populares”

Luego de oponerse al frente único obrero para enfrentar a los fascistas, el stalinismo da un giro de 180 grados en 1935. Pasa de denunciar que la socialdemocracia era igual al fascismo, a conformar un bloque político acrítico con los partidos socialistas y a llamar a que se sumen a la unidad “antifascista” a representantes de sectores de las burguesías imperialistas supuestamente “democráticos”. A esta orientación se la conoció como la política de “frente popular antifascista”.

En Francia, el PCF en 1935 forma un Frente Popular con la socialdemocracia y una fracción del Partido Radical, que históricamente había sido impulsor de la opresión francesa sobre sus colonias.

La alianza con el Partido Radical, cuya base social tradicional estaba en la pequeño burguesía del campo y la ciudad, era presentada por los stalinistas como una “alianza con las clases medias”. En realidad era todo lo contrario: era ligarse a un partido en decadencia y del que las clases medias se separaban cada vez más claramente.

También tendría su expresión en las elecciones municipales donde ambos partidos crecerían en votos como consecuencia, entre otras cosas, del creciente desprestigio del Partido Radical, que había sido el mayor protagonista de los casos de corrupción que mencionamos antes.

Los comités de acción del frente popular

Al mismo tiempo que Trotsky era implacable en su crítica al carácter conciliador del Frente Popular, le “tomaba la palabra” a la resolución del VII Congreso de la IC (‘35) sobre el llamado a la conformación de “comités de acción del frente popular”, y la hace propia. La tarea estratégica era expulsar, a través de elecciones de masas de los comités de acción, a los “negociantes burgueses” del partido radical. Esa sería la manera de derrotar la política de conciliación de clases dictada “desde Moscú”. Al mismo tiempo que combatía la política conciliadora del PCF, Trotsky busca los medios para que se puedan expresar los elementos más revolucionarios de la clase obrera y cobren peso político, acelerando la experiencia con su dirección.
Los partidos no se diluían en los comités de acción, que tenían como primera tarea que era unificar la lucha defensiva de las masas trabajadoras de Francia (crear las milicias obreras, armar a los obreros y preparar la huelga general) y darles la conciencia de su propia fuerza para la ofensiva futura. Si los comités de acción derrotaban la traba del Frente Popular, podían convertirse en soviets y volver la situación revolucionaria. Con esa perspectiva, para Trotsky, desde los comités de acción, abarcando los centros obreros principales del país, se podría elegir el momento de pasar a métodos más decididos de lucha.

La huelga con ocupación de fábricas de 1936

En el ‘36, un enorme movimiento huelguístico (participaron más de 2 millones de trabajadores y los sindicatos que, previo a la huelga, no pasaban de 1 millón de afiliados, pasaron a tener 4 millones) con ocupaciones de fábricas, sorprenden a los partidos del Frente Popular. Como Trotsky explica en “¿A dónde va Francia?” el Frente Popular de conjunto, y como parte de él el PC, jugaron un rol fundamental para terminar la huelga; y las masas entraban a la lucha casi sin dirección, sin programa claro y sin comprensión de las tareas.

Para frenar la huelga, las direcciones alcanzan un acuerdo (semana laboral de 40 horas, vacaciones pagas, derechos sindicales, convenios colectivos y aumento salarial). Pero por la crisis general, liquidaría pronto estas conquistas y comenzarían los ataques contra el movimiento obrero. Pero el stalinismo y el Frente Popular ya habían cumplido su rol: frenar el ascenso revolucionario e impedir que se llegara a un gobierno de trabajadores. Durante los meses siguientes, el gobierno termina reprimiendo y lleva a un estallido del gobierno del Frente Popular. La ausencia de una alternativa revolucionaria abriría paso a la guerra.

La victoria era posible

Trotsky planteaba que la crisis del sistema capitalista era tal que debía dar paso al socialismo, y que el mantenimiento de la propiedad privada de los medios de producción amenazaba a la humanidad con la barbarie y la degeneración potenciada por los preparativos de una nueva guerra mundial. Pero también marcaba que un análisis marxista serio debía partir de que el capitalismo no cae solo. Solo la clase obrera puede arrancar las fuerzas productivas de manos de los explotadores que las estrangulan. En ese marco, el problema de la dirección del proletariado es vital para la humanidad. En paralelo al proceso de Francia, se dará otro e incluso más profundo, como fue la revolución en España, como veremos en la próxima entrega. Ambos hitos fueron fundamentales para la fundación de la Cuarta Internacional como partido mundial de la revolución.

 

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