La desaparición de Daniel Solano, el 5 de noviembre de 2011 en Choele Choel, Río Negro, dejó al descubierto la más perversa red de explotación agraria. La persistente lucha de sus familiares y abogados junto a vecinos, organizaciones sociales y políticas que rodearon el caso puso a la luz la extrema vinculación entre las fuerzas policiales, el poder judicial y el político con el sector empresarial. Trabajadores pobres del norte argentino y de países limítrofes, muchos integrantes de comunidades aborígenes como el propio Daniel, son reclutados por punteros locales y contratados por empresas tercerizadas para trabajar en condiciones deplorables en los campos y galpones de grandes empresas, como la multinacional Expofrut de Río Negro.

Daniel fue desaparecido tras promover la organización de sus compañeros ante la estafa patronal. La mano ejecutora fue la policía provincial. Jueces y fiscales fueron los encargados de encubrir. Y la impunidad está garantizada por los gobiernos provincial y nacional.

Los avances en la causa, que posibilitaron la detención de siete policías y la revocación de fiscales y jueces, fueron producto de las medidas impulsadas por quienes exigimos la aparición con vida y el castigo a los culpables. Al acampe permanente de sus familiares y al trabajo exhaustivo de los abogados que toman la causa desde hace casi dos años, se sumaron huelgas de hambre cuando los privilegios y resguardos seguían siendo para los policías imputados. Por eso, desde organizaciones sociales, sindicales, de derechos humanos y partidos de izquierda se redobló la solidaridad y en julio se conformó una multisectorial que definió distintas acciones, entre ellas la movilización en las calles y volanteadas para difundir el caso. Así se hizo en Río Negro y también en Neuquén, donde el CeProDH y el PTS participaron activamente. Desde la banca obrera del Frente de Izquierda en Neuquén, Raúl Godoy presentó en agosto pasado un proyecto de declaración exigiendo la aparición de Daniel Solano que fue votado por unanimidad. Todas medidas necesarias en el camino de lograr la aparición de Daniel y la cárcel común y efectiva, sin privilegios, de todos los responsables materiales e intelectuales de este crimen y sus encubridores.

La “década ganada” de los K sólo fortaleció las cadenas de explotación agraria, el amedrentamiento y la represión para quienes se resisten a ella y la impunidad para los represores. No nos olvidamos de Daniel Solano, como tampoco del jujeño Héctor Villagrán, del paraguayo Pedro Cabañas Cuba y de tantos obreros desaparecidos víctimas de las redes de trata laboral.

Mientras a los obreros rurales, los golondrinas, les pesan los peores eslabones de las cadenas de la esclavitud capitalista, los empresarios, verdaderos ganadores de esta década, cosechan fortunas con las frutas y verduras producidas por otros.

Daniel peleó contra ese despotismo. Debemos ser miles los que exijamos la aparición de Daniel y el castigo a sus verdugos. Su lucha fue parte de la larga lucha de la clase obrera contra la dictadura del capital que pretende hacerse dueña de nuestras vidas y de nuestra muerte. No olvidar a Daniel es continuar su lucha.