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Partido de los Trabajadores Socialistas
    Buenos Aires   |  27 de marzo de 2024
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Vergonzosa capitulación de la LIT-CI en Egipto
Por: Eduardo Molina

22 Aug 2013 |

Una contribución esencial de los marxistas a la causa de la revolución egipcia y árabe es ayudar a clarificar los problemas que enfrenta y las vías para su triunfo, lo que pone sobre la mesa un problema central: ¿cómo pueden conquistar el pan, el trabajo, la libertad, los pueblos árabes en lucha? ¿Es posible una democratización real, sin toma del poder por los trabajadores? Lamentablemente sectores de la izquierda socialista imaginan una fase de “revolución democrática”, previa y separada de la toma del poder por los trabajadores, lo que tiene gravísimas consecuencias políticas. Por ejemplo, la LIT-CI, corriente liderada por el PSTU de Brasil, habla de la “gran conquista de las masas” -un gran paso adelante de su “revolución democrática”- mientras los militares dan un golpe, masacran, encarcelan, imponen el estado de emergencia y avanzan en ataques que apuntan no sólo contra los Hermanos Musulmanes, sino contra el conjunto del proceso revolucionario.

Según la LIT hay un avance de la revolución “por más que se plantee la contradicción de que la cúpula castrense reasuma directamente las riendas del gobierno, será una nueva victoria de las masas populares, parcial pero importantísima, pues aunque no lo destruya habrán asestado un nuevo golpazo al régimen militar”.1 Así, “A pesar de esta contradicción, la caída de Mursi se configura como una gran conquista de las masas y un nuevo golpe al régimen, que perdió a su segundo gobierno en dos años y medio a partir de la movilización popular”. ¿Cómo explica la LIT que esta “gran conquista de las masas” haya llevado a la imposición de un gobierno militar y a las peores masacres que no se veían desde la época de Mubarak?

Siguiendo esta lógica, la LIT-CI se ubica en el “campo democrático” en nombre de “la más amplia unidad de acción” incluyendo a los políticos patronales liberales y laicos, contra los “bonapartistas”, sean islámicos o militares. Por la vía de esta claudicación a las fuerzas “liberales” se da la paradoja de que la LIT, hablando de la revolución “democrática” termina concediendo a los militares y su gobierno -aliados del imperialismo y de Israel-, legitimidad para reprimir a los islamistas. Es insólito que una organización que se reclama de izquierda plantee que la represión estatal fue “desenfrenada y completamente desproporcionada contra los militantes de la Hermandad” (...) y que si el ejército solo quisiera reprimir a la HM, “Bastaría con arrestos masivos o, como mínimo, de toda su cúpula. Tampoco sería necesario declarar un estado de emergencia (de sitio) ni un toque de queda, pues sería suficiente con ilegalizar a la Hermandad”. A la vez pide (¿a los militares?; ¿a los liberales aliados del imperialismo?) que no se conceda “ningún derecho democrático ni de expresión para la Hermandad y sus líderes políticos mientras se movilicen por el retorno de Morsi” (sic). Parece increíble tener que recordarle a los compañeros de la LIT algo tan elemental para un revolucionario: que una cosa es que las masas derroten al gobierno reaccionario de Morsi, y otra muy distinta que quien lo haga sean las fuerzas represivas del estado capitalista, cuyo objetivo es liquidar el proceso de conjunto. Al mismo tiempo, no puede menos que llamar la atención su consigna de: “¡Elecciones inmediatas para la asamblea Constituyente libre y soberana, sin participación de militares ni de la hermandad!”2 lo que traduce su adaptación al campo de las corrientes burguesas laicas, liberales y nacionalistas.
La política de “revolución democrática” ya llevó a la LIT y a otras organizaciones de la izquierda internacional a considerar que la caída de Kadafi en Libia, bajo la dirección de la OTAN y sus colaboradores locales era un “gran triunfo” de las masas. Ahora los lleva en Egipto a capitular a los “demócratas” que encubren al poder militar.

A dos años y medio de convulsiones y luchas de masas de todo tipo en el mundo árabe y en Egipto, demuestran que la utopía de una fase de “revolución democrática” que cambie el régimen político sin que el poder pase de manos de la burguesía a manos de la clase obrera y los oprimidos, es equivocada. No hay otra forma de satisfacer las demandas profundas de las masas y resolver íntegra y efectivamente las tareas democráticas y nacionales que la toma del poder por los trabajadores, al frente de la alianza obrera, campesina y popular.

 

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