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Ejército sanmartiniano de genocidas
Por: Miguel Raider

22 Aug 2013 |

La designación del general Milani al frente del Ejército provocó una crisis política, generando chispazos de alto impacto con la oposición patronal. Milani llamó a las Fuerzas Armadas a “integrarse al proyecto nacional y popular (…) por un Ejército sanmartiniano comprometido con la democracia y los derechos humanos”.
Ratificando ese curso, Cristina dijo que “las FF.AA. tienen un nuevo rol a través de la solidaridad y la ayuda, lo que nos permite cerrar la brecha que épocas trágicas abrieron en nuestras FF.AA. y la sociedad” (La Nación, 4/7). En esa dirección ilustró la participación común de La Cámpora y el Ejército en tareas de asistencia a los damnificados por las inundaciones en La Plata. Grupos del Ejército ya desempeñan este tipo de labores en las villas 15 (Ciudad Oculta), 6 y 31 de la Ciudad de Buenos Aires y en los asentamientos de Villa Hidalgo, la Cárcova e Independencia en el partido bonaerense de San Martín (La Nación, 22/7/12). Simultáneamente, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Martín Fresneda, manifestó su voluntad para que en “2015 empiecen a concluir los procesos judiciales por delitos de lesa humanidad” (memoria.telam.com.ar), cuando la predominante mayoría de los genocidas aun sigue impune. Evidentemente, Cristina trazó el rumbo hacia la “reconciliación nacional” sobre la estocada de un “Ejército sanmartiniano”, plagado de genocidas.

La Nación y el grupo Clarín saltaron a la yugular y criticaron la “politización de las FF.AA.”, cuando durante más de 50 años defendieron el llamado Partido Militar que decidía los destinos de la política nacional con sucesivos golpes de Estado. Si bien el mismo origen del Ejército obedece a una matriz política, el relato sanmartiniano no se comparece con la realidad de esa institución enfeudada a los intereses de las clases dominantes.

Preexistente a la Nación, como la Iglesia Católica, el Ejército consolidó la unidad territorial a partir del exterminio de los pueblos originarios con la Conquista del Desierto emprendida por Adolfo Alsina y el general Roca.

Entre 1864 y 1870 fue parte de la Triple Alianza con Brasil y Uruguay en la guerra contra Paraguay, produciendo una masacre en pos de imponer el “libre comercio” con Gran Bretaña.

En 1890 aplastó a sangre y fuego la Revolución del Parque que representaba el ascenso de las clases medias urbanas organizadas en la UCR contra Miguel Juárez Celman y el régimen del fraude patriótico de los terratenientes y la Baring Brothers.
En 1921 el coronel Varela enfrentó las huelgas de la Patagonia rebelde fusilando a 1.500 peones rurales para algarabía de los grandes estancieros británicos.

En 1930 el general Uriburu dio un golpe de Estado preparando la entrega nacional a Gran Bretaña mediante el Pacto Roca-Runciman.

En 1945, los militares nacionalistas del GOU encarcelaron al entonces coronel Perón, liberado tras la movilización del 17 de octubre.

En 1955 el almirante Rojas y el general Lonardi se levantaron en armas con la Revolución Libertadora para aplastar a los obreros de la resistencia peronista y sentar las bases de la penetración del imperialismo norteamericano.

En 1966 el general Onganía protagonizó un nuevo golpe, bajo el plan del ministro Krieger Vasena, que abrió de par en par la economía al capital extranjero.

Sin embargo, recién con el más sangriento de los golpes en 1976, el general Videla y el almirante Massera lanzaron el plan de Martínez de Hoz para consumar la apertura a las grandes transnacionales norteamericanas.

Sumamente desprestigiadas tras la derrota en la guerra de Malvinas, con Menem las FF.AA. pasaron a integrar los contingentes de ocupación de las tropas de imperialistas en Irak, Líbano, Bosnia y, desde 2004, a instancias de los Kirchner, forman parte de las tropas de la MINUSTAH en Haití.

Como brazo armado del Estado capitalista el “Ejército sanmartiniano” que los K pretenden legitimar sólo puede servir para blindar al régimen y restaurar su poder de fuego ante los avatares de la lucha de clases que ya anuncia la crisis económica internacional. La sanción de la Ley Antiterrorista, la implementación del Proyecto X y la criminalización de la protesta social son solo los primeros mojones de esa orientación antipopular.

 

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