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ACERCA DE ASUNTOS PENDIENTES, NUEVA OBRA DE “TATO” PAVLOVSKY
Los seres y la nada
Por: Demian Paredes

18 Jul 2013 |

Presenciar el teatro de Eduardo “Tato” Pavlovsky implica sumergirse en la subjetividad moderna –o al menos, en algunas de sus dimensiones, en algunos de sus estamentos sociales–. (Hablamos de una subjetividad conformada de acuerdo a una época histórica, a la familia, a la cultura y, en fin, a la política.)

En este sentido, “lo privado” y “lo público” en/de los sujetos, las distancias –que suelen proponerse como parte de “las buenas costumbres”– entre estas esferas se rompen y se funden en los discursos de los personajes: mediante la dramaturgia, entonces, también se explica (al ser, y a sus condiciones –o condicionantes– de vida).

Pero claro que esta obra no es (no tiene) una “explicación didáctica”: surgiendo como borbotones, hay algo así como explosiones de la subjetividad, de las emociones, en los discursos, que van engarzándose no-linealmente: en Asuntos pendientes, no importa tanto el buscar algún “hilo argumental” sino el presenciar los “cómo es” nuestra sociedad, que vive pariendo/sosteniendo/manteniendo pobres y clases medias… Esto ha planteado el autor en una entrevista, explicando su labor y esta obra: “Mi trabajo es intuitivo: tengo una imagen, que se va conectando con otras imágenes, como en una telaraña. La imagen de Asuntos pendientes se relaciona con la maquinaria represiva civil en un momento de nuestra historia. Es una obra onírica, pero lo onírico tiene un valor de inscripción de lo social-histórico”.

Asuntos pendientes se inicia con tres personajes: un matrimonio y un hijo (adoptado), y desde ellos se despliegan las (muchas o pocas, no importa) historias (pasadas o presentes, reales o imaginarias). Visiones, verdaderas pesadillas –como la que Aurelio le comenta a su mujer cuando apenas comienza la obra– de muerte e indiferencia (social); historias familiares, donde la violencia (hacia “los otros”) se manifiesta; repetición de frases y expresiones como “¡Negros de mierda! ¡Son unos negros de mierda!” que aluden al brutal individualismo que impera en amplios sectores de las clases medias. (Hay también una interesante “microhistoria” –los personajes “transmutan” en otros– entre un anhelante y “viejo” Aurelio en un encuentro con… Valeria Mazza: el “estar bien” y la familia como “valores fundamentales”, contra la consciencia, la angustia y las “razones existenciales” en debate.) Pavlovsky, como suele hacer desde su “estética de la multiplicidad” (como él mismo la ha explicado: es un “teatro de estados”, donde se “pone en un segundo plano lo argumental-narrativo y basa la actuación en intensidades más fragmentarias”), inscribe los discursos de estas subjetividades en el devenir de nuestra sociedad, donde las cicatrices de la dictadura y de la destrucción (social, política y cultural) “neoliberal” permanecen abiertas… La “opulenta ciudad” Capital Federal y las provincias “del interior”, la(s) familia(s) y el incesto, la pobreza y las infancias (y otras vidas) truncadas, transformadas en menos que nada; la policía y su accionar delincuencial-mafioso; todo eso y más hay en esta nueva obra escrita y actuada –intensamente, junto a Susy Evans, Paula Marrón y Eduardo Misch– por Pavlovsky.

Somos lo que decimos y hacemos… y lo que nos hacen. Y el teatro de Pavlovsky –directo, visceral– lo pone de relieve. Nos lo arroja –sin mayores miramientos– a la cara.

 

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