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    Buenos Aires   |  27 de marzo de 2024
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SE ACELERA LA SUBA DE PRECIOS
Las tensiones del “modelo”, la inflación y el salario
Por: Esteban Mercatante

24 Jan 2013 |

La inflación, que hace años viene carcomiendo los ingresos de los trabajadores y golpea especialmente a los sectores más precarizados, volvió a acelerarse desde fin de año. Fue de casi 26% en 2012, y varios cálculos afirman es de 2% sólo para lo que va de enero, y podrían llegar al 30%/35% anual. Buena parte de la oposición patronal la aprovecha para exigir devaluación, o políticas de “enfriamiento” y ajuste sin anestesia, mientras el gobierno le pone cepo al salario, trucha las cifras del Indek y saca provecho de la escalada de precios para mejorar la recaudación y achicar los gastos.

Relatos oficialistas y opositores sobre la inflación

En la vereda de los críticos del gobierno, dominan ante todo interpretaciones de la inflación vinculadas a una mala política: emisión monetaria excesiva para financiar los gastos, y políticas que privilegian el consumo antes que la inversión estarían empujando los precios. En la vereda K, oscilan entre desconocer la existencia de la inflación, o ligarla a fenómenos como los mercados oligopólicos o la suba de precios internacionales por la especulación de las grandes cerealeras.

Es cierta la elevada concentración en la venta minorista (7 grandes firmas controlan el 58% del total de alimentos y bebidas vendidos) y la capacidad que esto conlleva de manipular precios. También es cierto que la política oficial mete una presión creciente en el financiamiento del Banco Central para sostener el gasto público que se dilapida en subsidios y el pago de deuda y que alimenta la desvalorización del peso. Pero los relatos oficialistas y opositores son verdades a medias, y como explicaciones generales enteramente falsos.

Remarcación de precios: una vía para mantener rentabilidad

El fenómeno inflacionario es complejo y su explicación no puede reducirse a un factor excluyente. Hay aspectos profundos que la originan y otros que la acicatean coyunturalmente.

Un aspecto clave es el esfuerzo de la clase capitalista por sostener las condiciones de rentabilidad logradas con la devaluación. En 2002 se produjo un cambio en los precios relativos (básicamente de los bienes generalmente llamados “transables”, porque se venden en el extranjero, frente a los bienes “no transables” y servicios vendidos en el mercado local) y en la participación de salarios y de ganancias en el ingreso. Luego de la devaluación, se encarecieron los productos de importación y subieron los precios en dólares de las mercancías exportables, como los alimentos, mientras no se movieron los precios de otros bienes y servicios, ni los salarios. Gracias a esto, el costo salarial medido en dólares cayó un 60%, mientras que el salario real, es decir el poder adquisitivo del salario, cayó un 25%.

Con el mayor crecimiento económico, desde 2005 en adelante empezaron a registrarse recomposiciones de precios. Las patronales cuyos precios (y rentabilidades) quedaron rezagados con la devaluación aprovecharon la recuperación de la demanda para ponerse al día.

Esto aceleró los intentos de vastos sectores de la clase trabajadora por recuperar sus ingresos, en un nuevo contexto más favorable, gracias al crecimiento de la ocupación que contrastaba con el extremo desempleo de 2001. Aunque con un mercado laboral muy divido entre los sectores con empleo registrado y aquellos en condiciones precarias, los primeros estuvieron en condiciones de sostener pujas por la recomposición salarial, aunque siempre corriendo por detrás de los aumentos de precios y a cambio de mayor productividad vía mayores ritmos de trabajo y otros beneficios a la patronal. Pero el secreto del “modelo” es la elevada ganancia extraordinaria, una verdadera “caja negra” del crecimiento argentino durante los años 2003-2007, tal como sostenía en el pasado el ahora vice ministro de economía, Axel Kicillof (CENDA, Notas de Economía Argentina n° 4, diciembre de 2007). Su relativa disminución se explica, entre otras cuestiones, por la escasa inversión de las patronales. Hasta 2006, los empresarios contaban con un “colchón” muy elevado de ganancias y una capacidad instalada ociosa (producto de la crisis de la convertibilidad) que permitió el crecimiento con escasas inversiones, pero que se fue agotando.

Aprovechando un contexto donde distintos factores empujan el alza de precios, entre ellos a partir de 2006 los primeros síntomas de la burbuja en el precio de los alimentos, algunas dificultades en el abastecimiento energético y otros “cuellos de botella” por inversiones insuficientes, las patronales buscan sostener y acrecentar sus ganancias extraordinarias remarcando sistemáticamente los precios. El capital busca así asegurarse la preservación de las elevadas cuotas de apropiación del excedente social, conquistadas durante décadas de ofensiva patronal y afianzadas con la devaluación, trasladando a precios cualquier encarecimiento de sus costos a los fines de resistir el achicamiento del excedente.

El mito de la puja redistributiva progresiva

Ciertos “progres K” consideran la inflación como una expresión de las tensiones del “modelo” que favorece a los trabajadores. Pero las negociaciones salariales apenas permiten en algunos gremios seguirle el ritmo a la suba de precios. La redistribución progresiva es un mito: la participación de las ganancias en el total de ingreso nacional siguen mucho más altas que en los años ‘90. De hecho el porcentaje de los salarios en el ingreso nacional volvió a caer entre 2009 (40,4%) y 2011 (37,6%), tendencia que se mantiene (Apuntes para el cambio N° 3, Mayo-Junio de 2012). Esto se debe a una conquista histórica lograda por el empresariado argentino durante décadas de encarnizada ofensiva patronal: la fragmentación de la clase trabajadora, que persistió sin cambios durante la última década, con el apoyo de los burócratas sindicales y de los gobiernos de los Kirchner. Estos mantuvieron toda la legislación precarizadora, lo que limitó la capacidad de la clase trabajadora de pelear por la recomposición del ingreso y dio margen a los empresarios para la defensa de la tasa de ganancia por la vía de los ajustes de precios, acicateando así la inflación.

Aunque la redistribución en favor de los asalariados sea un mito insostenible, el cristinismo no dejó de culpar una y otra vez a los “excesos” en los reclamos salariales como causantes de la inflación, al igual que lo vienen haciendo hace años empresarios y políticos patronales, cuando la responsabilidad de la inflación está en un modelo de altas ganancias y baja inversión. Esta denuncia es la base para el cepo al salario con el que se preparan para las paritarias de 2013.

Inflación y ajuste

La política del gobierno viene alimentando la espiral inflacionaria. No combatirla le presenta algunos beneficios. Mientras sigue denunciando a los voceros del ajuste que estarían sólo en la oposición, la inflación le ayuda a realizar su propia versión del ajuste: partidas presupuestarias (como las de educación o salud) que aumentan menos que la inflación, en los hechos caen. Los ingresos siguen creciendo a la par de la inflación lo cual permite que el Estado mejore la capacidad de afrontar sus gastos. Buena parte de este ajuste recae sobre los asalariados que siguen pagando el impuesto a las ganancias y soportan el IVA. Otros aspectos de la política oficial también alimentan la inflación, desde la destrucción del IPC elaborado por el indeK, hasta los tarifazos en el transporte y el combustible, o el salto que está pegando el dólar blue, que se traslada rápidamente a los cálculos económicos de los empresarios.

Las salidas patronales son variantes de ajuste al salario

Ante la inflación acelerada, las salidas entre las que se debaten en oficialismo y la oposición patronal vuelven a ser el ajuste “clásico” basado en el enfriamiento recesivo de la economía, la salida devaluatoria (puesta sobre el tapete en días recientes por el ex ministro Roberto Lavagna y por Francisco de Narvaez) y el ajuste inflacionario del gobierno.

Para enfrentar estas variantes de ajuste, es necesario pelear por cláusulas gatillo en las negociaciones salariales para actualizarlas a la par de la inflación, y exigir el ajuste automático de los haberes jubilatorios y la AUH para evitar la caída del poder adquisitivo. Ante las maniobras de los grandes grupos que controlan la comercialización y distribución de bienes, imponer comités de consumidores y trabajadores para garantizar el acceso a los bienes esenciales y desarmar las maniobras. Abajo el IVA a los consumos populares, impuestos progresivos a las grandes fortunas. Sólo la pelea por una alternativa política independiente de la clase trabajadora permitirá evitar que se transforme al salario obrero en variable del ajuste. 

 

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