PTS
Partido de los Trabajadores Socialistas
    Buenos Aires   |  27 de marzo de 2024
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Stella Cabral, miembro de la Comisión Interna de Kraft
"La lucha diaria es nuestro mejor homenaje"
21 Jun 2012 | Stella Cabral tiene 32 años y desde octubre del año pasado es delegada de la Comisión Interna de Kraft Terrabusi. Hace diez años, como militante y miembro de la asamblea popular de Temperley, participó del corte de Puente Pueyrredón en apoyo a los desocupados. En esa brutal jornada cayó detenida junto a otros tantos manifestantes. Stella conoció de (...)

 Toda mi niñez y juventud viví en el barrio Don Orione, en la zona sur del Gran Buenos Aires. Darío vivía en la manzana 2, a una cuadra de mi casa. Lo conocí porque yo había hecho el secundario en el Colegio Don Luis Piedrabuena de San Francisco Solano y ahí armamos una movida muy grande. Eran los años de la Ley Federal de Educación menemista y ahí armamos el Centro de Estudiantes. Los profesores nos incentivaban muchísimo para que nos organicemos. Nos coordinábamos con estudiantes de otras escuelas, convocábamos al SUTEBA, a docentes. Egresé en el ‘97.

Unos años después, esos mismos profesores que nos alentaban a nosotros le pasaron mi dirección a Darío para que lo orientemos sobre cómo volver a poner en pie el Centro. Así él se apareció en mi casa y empezamos a discutir de política, de todo.

Yo por esos años intentaba hacer el ingreso a la Facultad de Medicina de La Plata, que era totalmente restrictivo y la enorme mayoría, que éramos de familias laburantes, quedábamos afuera. Ahí también se armaron asambleas, tomas, una lucha fuerte. Y ahí es donde empiezo a militar con En Clave Roja y luego con el PTS. Me voy a estudiar el profesorado de historia y me sumo al CeProDH de Quilmes. Entonces vuelvo a tomar contacto con Darío, que ya había egresado y estaba militando en el movimiento de desocupados.

Zona Sur estaba devastada por la falta de trabajo, eran enormes la desocupación y la pobreza. Darío vino a varias reuniones que hacíamos con el CeProDH, quería interiorizarse sobre el tema de los derechos humanos y debatíamos mucho sobre Cutral Co, Tartagal, cómo habían surgido los piqueteros, sobre la necesidad de trabajo genuino y la trampa de los Planes Trabajar. Él se interesó mucho por conocer la experiencia de Zanon, el programa y la política que levantaban los ceramistas neuquinos.

Pasado el 2001 nos volvimos a encontrar en los cortes y en la calle, porque yo participaba de la asamblea popular de Temperley. Empezamos a hacer asambleas con los movimientos de desocupados, participábamos activamente de los cortes con ellos, mandatados por la asamblea
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Aquel 26 de junio

 Aquel día del Puente Pueyrredón lo ‘normal’ hubiera sido que llegáramos al puente, que no nos dejaran cortar, que nos fuéramos a la estación de Avellaneda, tomáramos el tren y nos volviéramos. Pero ese miércoles 26 llegamos bien temprano y ya era raro ver gente de Prefectura en los alrededores, mucho despliegue policial, filas de canas. Al poco tiempo se dio la provocación, los gases, los palos, las corridas. Yo estaba con una compañera y dijimos ‘ya fue, vamos para la estación’. Pero era tremendo el ruido de las camionetas a toda velocidad, los helicópteros. Había demasiado ruido para ser un desalojo. Los canas subidos a las camionetas disparando al cuerpo como salvajes. Había chicos y mujeres. Realmente nos empezamos a dar cuenta que era una verdadera cacería, que eso no era como otras veces.

Corrimos mucho, muchísimo, desde la estación hasta el próximo puente.
Parecía que había terminado, pero no. Vinieron con todo de nuevo. Nos metimos en el barrio y empezamos a patear puertas, a pedirle a los vecinos que nos dejaran entrar, la sensación era que nos iban a matar.

Con mi compañera nos mandamos a un taller. Entraron cinco más y al minuto entraron como ochenta más y nos tratamos de esconder. Llegó la cana y reprimió el taller a los tiros y al grito de ‘salgan porque los vamos a matar’. Nos tiraron al piso y nos llevaron detenidos en colectivos, con los brazos en la nuca, a la Comisaria 1° de Avellaneda.

Ahí nos maltrataron y amenazaron. Éramos más de cien los detenidos ahí. Hasta que empezaron a llegar columnas de organizaciones de izquierda y de desocupados a la comisaría para pedir que nos liberaran. Entonces nos subió la moral un montón. Pero enseguida nos enteramos que habían matado a Darío y a Kosteki. Empezamos a cantar adentro, la confusión era grande. Salimos como a las 8 de la noche y ahí nos enteramos todo, que había sido realmente una cacería, una masacre, un ataque brutal. Y que habían matado a dos jóvenes.

Darío era un referente de las ideas más contestatarias, más de izquierda de su movimiento.

Opción estratégica

 Luego de la masacre, con la crisis del gobierno de Duhalde, se vienen los años del kirchnerismo. El sur del Gran Buenos Aires era un mar de desocupación, la falta de trabajo era terrible. Yo entonces decido irme de Zona Sur, porque necesitaba laburo pero, sobre todo, porque me propuse ser parte de una política, de una opción estratégica que entonces tomamos desde el PTS como organización revolucionaria, que era apostar con todo a la estructuración y a un trabajo profundo de organización en el movimiento obrero ocupado.

Esa orientación iba a contramano del camino elegido por gran parte de la izquierda que optó por desarrollar organizaciones de desocupados, que se transformaron en colaterales de cada corriente, lo cual les permitió ‘construirse’ pero al precio de soportar la enorme presión de tener que administrar los planes del Estado, que todo el tiempo chantajea con sus métodos clientelares. Nuestra orientación era quizás la más difícil, pero estábamos convencidos de que la pelea central para el conjunto de nuestra clase pasaba por la construcción de verdaderos bastiones en el movimiento obrero ocupado, que lentamente empezaba a recomponerse.

No fue sencillo. En mi caso, yo tenía a mi nena y me fui a la Zona Norte a conseguir trabajo. Pasé por doce fábricas, precarizada mucho tiempo, contrato tras contrato. De Felfort incluso me echaron estando embarazada. Trabajé en PepsiCo, en Bonafide, en unos cuantos talleres de UOM y de SMATA, haciendo laburos tremendos como contratada, de 12 horas y cobrando miseria.

Hasta que en 2008 entré en Kraft. Justo un año antes del conflicto que todos conocen. En estos años fui elegida delegada de sector en mi turno. Una de las cosas que más me movilizan es la pelea por las condiciones de trabajo de las mujeres, que padecemos enfermedades, cobramos menos, no nos dan categorías, entre otros tantos atropellos patronales. Desde octubre de 2011 soy parte de la Comisión Interna de la fábrica y venimos dando una gran pelea, con la Lista Bordó, para sacarnos de encima a los burócratas como Daer y para pararle la mano a patronales como la multinacional Kraft, que se llenan de guita mientras nosotros, para llegar a fin de mes, tenemos que dejar la vida en la línea de producción.

El homenaje: lucha y organización

 Creo que el camino que muchos transitamos en estos diez años, luchando y organizándonos en fábricas y empresas, conquistando comisiones internas y cuerpos de delegados, movilizándonos junto a los trabajadores precarizados y de las tercerizadas, es el mejor homenaje que los revolucionarios podemos hacerle a todos los caídos por las balas y los palos de este Estado que siempre actúa al servicio de las patronales. De la misma forma que luchamos hace diez años junto a Darío y Maxi, lo hicimos junto a los tercerizados del ferrocarril, donde también nuestros enemigos de clase se cargaron a un joven militante como Mariano Ferreyra. En estos diez años las patronales, el Estado y sus cómplices de la burocracia sindical acabaron con la vida de decenas de compañeros trabajadores ocupados y desocupados, de campesinos y de los pueblos originarios.

Por eso para nosotros es una obligación seguir levantando las mismas banderas que levantaron esos compañeros. Y por eso luchamos día a día, para terminar con este sistema de explotación y miseria. El mismo sistema contra el que pelearon Darío, Maxi, Mariano y muchos otros. Esta lucha y esta organización, apostando a la unidad de toda la clase trabajadora y sus aliados, es el mejor homenaje que podemos hacerles a nuestros caídos.

 

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