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PELIGRO DE DEFAULT DESORDENADO DE GRECIA, DISPUTAS NACIONALISTAS... (Versión completa exclusiva internet)
Los líderes de la UE llevan a Europa a la catástrofe
Por: Juan Chingo

03 Nov 2011 |

A sólo cinco días de la última Cumbre de la Unión Europea (UE) -que supuestamente iba a encausar la crisis griega y garantizar la sostenibilidad del euro-, no sólo están cuestionadas todas sus medidas por sus límites intrínsecos y los difíciles problemas de aplicación, sino que el llamado a un referéndum para votar sobre el fondo de rescate de la UE del primer ministro griego, George Papandreu, ha abierto una caja de Pandora de consecuencias impredecibles. La descomposición política acelerada del régimen y el gobierno en el marco de una brutal caída económica y crecientes signos de insubordinación de los trabajadores y las masas griegas, a pesar del inmenso obstáculo que significan las burocracias sindicales y los partidos reformistas, convierten a Grecia en un polvorín a punto de estallar, abriendo una situación prerrevolucionaria en términos marxistas.

Medidas totalmente insuficientes

A las 4 AM del jueves 27 de octubre, después de semanas de incertidumbre, los “líderes” de los distintos países de la UE llegaron a un acuerdo “in extremis” para evitar un inminente colapso de la zona euro. Veamos, punto por punto, qué se resolvió:

1) Una reducción parcial de la deuda soberana griega pero sin tocar aquella que tienen el FMI y el BCE. Es por eso que solo se reducen 100.000 millones de euros y no 180.000 (es decir, el 50% de la deuda griega de 360.000 millones de euros). A diferencia de lo que dice la prensa burguesa, esto representa un recorte de 27,8%. Esto implica que la deuda griega representará un 120% del PBI de acá a 2020 (el mismo nivel crítico de Italia hoy), un porcentaje totalmente insuficiente para permitirle un verdadero respiro económico y conducirla de nuevo a una situación de solvencia. A cambio, Grecia habrá perdido efectivamente gran parte de su soberanía económica en la medida en que las autoridades europeas van a fortalecer su presencia en Atenas. Grecia también se compromete a obtener más ingresos de las privatizaciones, lo que significa un verdadero remate de todos sus activos económicos y culturales.

La cumbre no abordó la reestructuración de la deuda portuguesa (también en una situación insostenible) ni la necesidad de nuevas concesiones de financiamiento para Irlanda.

2) La reconfiguración del actual Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), un instrumento dotado con 440.000 millones de euros pero de los cuales luego de los “planes de rescate” a Grecia, Irlanda y Portugal solo le quedan 270.000 millones de euros de libre disponibilidad. A través de una ingeniería financiera ultra opaca y compleja se permiten ampliar sus fondos a alrededor de un billón de euros de préstamo, nivel considerado completamente insuficiente. Solo una garantía efectiva de 2,5 a 3 billones de euros es lo que se calcula que podría evitar un default de la deuda soberana del Estado Español e Italia. Pero además, lo que hace que la operación carezca de toda credibilidad es que ningún estado ha puesto un solo euro de más, actuando los gobiernos como si fueran bancos. En el caso de estos, el apalancamiento (o efecto palanca) es posible -con todos los riesgos conocidos- ya que son apoyados en última instancia por los bancos centrales y los gobiernos, como vimos en la primera fase de la crisis financiera. Pero cuando son los propios gobiernos los que lo utilizan se transforma verdaderamente en una operación increíble y riesgosa, ya que no habría nadie que pagará los platos rotos si este instrumento de préstamo se derrumbara, es decir, si un país entrara en incumplimiento. A la vez, se crea un nuevo fondo de inversión (Special Purpose Investment Vehicles, como se lo denomina en el idioma de las finanzas, en inglés) abierto a la inversión privada y pública, creado para comprar bonos del gobierno y recapitalizar los bancos. El FEEF participará, pero apelará a la ayuda de otros socios como el Estado chino. Pero China y otros países dependientes con superávit de reservas o fondos soberanos de inversión, es poco probable que inviertan en estos instrumentos riesgosos a menos que sean jugosamente compensados, ya sea a través de la compra de activos reales o a través de concesiones políticas, decisiones que entorpecen un consenso fácil a nivel de la UE (1). Posiblemente Suecia, Dinamarca y tal vez el Reino Unido harían contribuciones, pero éstas serán pequeñas.

¿Por qué todas estas vueltas? Porque Alemania se opone por ahora a que el BCE actúe como prestamista en última instancia en escala suficiente, o a que se avance a una unión fiscal que pueda emitir los llamados “eurobonos”. Es poco probable que sin estas garantías los especuladores dejen de apostar contra la crisis de solvencia que agita a los estados y agentes privados en el Viejo Continente.

3) Por último, la medida que aparece como más sólida es la recapitalización de la banca, que se estima en 106.000 millones de euros. Este número está de tres a cuatro veces por detrás de las necesidades de sostén de los bancos “zombis”, bancos que como el franco-belga Dexia pueden entrar repentinamente en bancarrota (2).

Sin embargo, esta medida arriesga provocar una importante contracción crediticia (“credit crunch”) en Europa, con los bancos malvendiendo sus activos, lo que a su vez deprimiría ulteriormente la actividad económica. Esto podría llevar a una nueva recesión, e incluso una depresión, en el marco de la nueva caída que se anuncia de las economías de los países avanzados. En realidad, Alemania y Francia se las han arreglado para que el grueso de la carga recaiga sobre Grecia (30.000 millones de euros en necesidad de recapitalización), seguido de cerca por el Estado Español (26.000 millones de euros) y luego Italia. En el caso del estado Español, lo que se avecina, probablemente, es que frente a esta pesada carga (3) en el marco de un mercado de capitales prácticamente cerrado y un Tesoro que difícilmente pueda hacerse cargo de este “muerto”, no habrá más remedio que acudir al Fondo de Rescate Europeo y, en última instancia, al FMI, que obviamente impondrá sus condiciones. Este es el regalo envenenado que el moribundo Zapatero le deja a la casi segura futura administración Rajoy, ni bien empiece su mandato en 2012. No es exagerado pensar que el nuevo ejecutivo podría verse en la situación de tener que nacionalizar, vía inyección de fondos públicos, la mitad del sistema financiero español.

Ajustes y más ajustes

Aunque Grecia muestra que la política de ajustes agrava los problemas de pago de la deuda como consecuencia de la depresión económica y, por ende, de la caída de la recaudación fiscal, en el marco de una resistencia cada vez más abierta de los trabajadores y las masas, los distintos gobiernos europeos se aferran a este camino impuesto por Alemania. En su presentación televisiva el 27 de octubre, Sarkozy hizo elogios de la austeridad salarial y social alemana del último decenio. Por su parte, la llamada diarquía “Merkozy” (Merkel y Sarkozy) se las ha ingeniado, con humillaciones de por medio, para imponerle a Italia un fuerte ajuste en la reciente cumbre (4). Las nuevas medidas presentadas por Berlusconi a sus socios de la UE incluyen la venta de bienes públicos por un valor que alcanza los 5 billones de euros anuales por un período de tres años, extender la edad jubilatoria hasta los 67 años desde 2026 (actualmente establecida en 60-61 años para las mujeres y 65 para los hombres), y, sobre todo, la reforma de las leyes laborales. De acuerdo al nuevo plan, los trabajadores que tengan contrato indefinido podrán ser despedidos si la empresa demuestra que atraviesa dificultades financieras.

Los líderes europeos dieron la bienvenida a estas decisiones, pero insistieron en un “próximo programa con fechas cerradas” y en un “estricto cumplimiento de las obligaciones”. Buscando cobrar sus deudas exprimiendo más y más a los trabajadores y a los imperialismos más débiles o en situación de vulnerabilidad, este camino de recortes violentos podría llevar a una recesión profunda, e incluso una depresión en la eurozona, que afectaría a la misma Alemania. Es que este país, aunque ha visto crecer sus negocios por fuera de la UE en los últimos años, en especial en Rusia, China, Brasil y otros países llamados “emergentes”, aún sigue dependiendo mayormente de ella para su estado de salud económica. Esto es lo que explica el giro federalista de ˜ángela Merkel y su nueva insistencia en reformar los tratados de la UE, para ponerlos a tono con las necesidades del capital alemán (5). Pero aunque este camino a corto plazo puede significarle fuertes dolores de cabeza y afectar a su crecimiento económico, a mediano plazo crearía las condiciones para que el imperialismo alemán -en el medio de la deflación económica del resto de Europa y la consiguiente desvalorización del capital ficticio acumulado en años de deudas impagables y que entrañaría a la vez una desvalorización de capital real-, enajene a precio de remate los valiosos activos del resto de los países europeos. Un plan como el que siguió a la década perdida de la deuda en América Latina durante 1980 (Plan Brady) y que permitió una oleada de privatizaciones a favor de las grandes multinacionales norteamericanas y europeas a comienzos de 1990. Sólo luego de esta purga podríamos ver un Plan Brady (6) a la europea. Pero en este caso no se trataría de un intento de apretar las clavijas de la dominación entre países imperialistas y semicoloniales, como es el caso en el ejemplo citado, sino entre distintos países imperialistas de distinto peso económico y poder, lo que inevitablemente generará conflictos de carácter reaccionario en los próximos años.

El intento hegemónico del capitalismo alemán y el peligroso crecimiento de tendencias nacionalistas

Ya a nadie le quedan dudas de que es el capitalismo alemán, el más fuerte de Europa, el que controla y decide lo que se hace en las cumbres de la UE. Que ˜ángela Merkel haya discutido primero en el Bundestag (parlamento alemán) y luego, fortalecida por el voto de éste, concurra a Bruselas, es una imagen patética de lo que afirmamos. Este desplazamiento del centro de gravedad europea desde Francia hacia Alemania y el establecimiento de una nueva jerarquía de estados dentro de la eurozona son fenómenos cada vez más palpables. El diario de centoizquierda Süddeutsche Zeitung, el día posterior a la cumbre decía: “La estructura de poder en la UE ha cambiado permanentemente. Francia, que durante un largo tiempo dominó la integración europea, ha retrocedido a un segundo lugar detrás de Alemania. El ritmo y los métodos del manejo de la crisis han sido, y seguirán siendo, determinados por Berlín. Al no haber modernizado su economía y sistema social, los franceses tienen sus propias dificultades. Una Francia que tiene razones para temer por su solvencia internacional, no tiene otra alternativa que seguir el curso de aquellos que tienen el poder económico y el potencial financiero para sacar al euro de la zona de peligro”. A la vez, agregaba, que una nueva jerarquía está siendo establecida dentro de la eurozona: “Los griegos o los portugueses, que ya dependen de las inversiones del fondo de rescate, no tienen otra opción más que someterse a los dictados de los donantes”, otros, como Italia, “que todavía se mantienen sobre sus pies pero que pronto podrían necesitar ayuda” no están mejor. Ésta ya no juega “ningún papel en dar forma al presente y el futuro del continente” (7). Al mismo tiempo, se ha abierto una fuerte brecha entre los países que poseen el euro y los que no, como demuestra el enfrentamiento verbal entre Sarkozy y el primer ministro británico, Cameron, que teme ser dejado de lado del centro de decisiones. En igual situación se encuentran Suecia y otros países de la UE que no forman parte de la eurozona que podrían quedar marginados en esta crisis, a la vez que su oposición no constituye un bloque homogéneo para convertirse en una fuerza que pueda pesar en las actuales disputas políticas y geopolíticas que recorren Europa.

La crisis ha vuelto a sacar a la palestra en forma abierta y ha exacerbado el interés nacional de cada potencia imperialista. De esto da cuenta un analista en el Financial Times, cuando afirma: “Detrás de los discursos grandilocuentes de solidaridad europea, alguna vez hubo un reconocimiento más serio de que la búsqueda de los intereses nacionales sería mejor mediante la cooperación. Más Europa significaba más Francia... y más Alemania, y más Italia y así sucesivamente. La crisis del euro ha visto el proceso de replanteamiento como un juego de suma cero. Lo que Grecia, Portugal, España o Italia pueden ganar, Alemania, Holanda y otros deben perder. Este camino allana el regreso a la Europa de Westfalia” (8). El Tratado de Westphalia en 1648 es ampliamente considerado (9) como la fundación de las modernas relaciones internacionales, basado en el sistema europeo de estados nacionales soberanos. En palabras de este analista un “retorno a Westphalia” significa el peligroso retorno de las disputas económicas, políticas y militares que atravesaron Europa en los últimos trescientos años. Por su parte, uno de los “próceres” de la UE hoy en crisis, el socialista francés, Jacques Delors, afirma temeroso: “El ‘triunfo total de la señora Merkel’ en la última cumbre, evidencia problemas de fondo pero también de forma… ‘A la señora Merkel no le gusta el método comunitario de la Unión Europea, por el cual la Comisión presenta propuestas para nuevas consultas al Consejo y al Parlamento europeos. Con ese método alcanzó Europa sus progresos", explica Delors, según el cual, "Merkel prefiere en lugar de ello el consenso entre países, lo que es un regreso a la manera de funcionar del siglo XIX, cuando la diplomacia actuaba sobre Europa como un monstruo. La decisión de la noche del miércoles no es nada buena para la Comisión y el método comunitario", dice quien presidió nueve años (1985-1994) la Comisión Europea en la época fundacional del euro” (10). Lo que estos distintos analistas y políticos están diciendo es que toda la construcción europea posterior a 1945 está en juego. La UE fue un producto del mundo de posguerra, en donde la división en zonas de influencia de Europa por los EEUU y la ex URSS, graficada en la reaccionaria división de Alemania, permitió que el desarrollo de ésta estuviera limitado y se le impidiera seguir unilateralmente sus intereses en beneficio del poder de Paris. De éste “mundo” hoy día no queda prácticamente nada: la Unión Soviética implosionó, la presencia norteamericana es una sombra de lo que fue y Alemania se ha reunificado. Podríamos decir que la crisis capitalista ha liquidado el interregno posterior al fin de la Guerra Fría, permitiendo la emergencia ya sin limitaciones de una nueva Alemania.

En este marco, el avance en la semicolonización de Grecia y la humillación cuasi pública de países como Italia a través de sus gobernantes, solo puede atizar los odios populistas de derecha y la peste nacionalista. Nadie sabe, al calor de la crisis, hacia dónde se encamina la UE, pero de la mano de las distintas burguesías imperialistas y sus estados, que defienden los intereses de sus grandes monopolios y sus bancos, sólo vendrá más reacción. Por el momento, ningún gobierno quiere que la eurozona explote, pero a la vez, buscan evitar que sean sus propios capitales los que paguen las consecuencias, lo que puede llevar a nuevas disputas nacionalistas. Una muestra de esto, es que la bandera de una Europa Federal, paradójicamente es levantada por los países euroescépticos que dicen no aguantar más la mala gestión de la crisis por los países latinos y como forma de establecer un control sobre estos. Estos quisieran imponer una “Unión fiscal” pero sin un genuino gobierno europeo, parlamento y proceso constituyente. Es que de la mano de las distintas burguesías imperialistas dicho proceso solo puede tener un carácter reaccionario ya que las imposiciones devienen del carácter imperialista del bloque y por ende llevar a nuevas disputas nacionalistas. Como dijimos en otro artículo “Para parar de cuajo esta dinámica, es central que los trabajadores levanten una perspectiva y un programa claro frente a la crisis de la Europa del Capital, que no sólo les permita lograr, en primer lugar, la unidad de sus filas frente al cáncer xenófobo que divide obreros nativos de inmigrantes, sino ganar a otros sectores sociales como los pequeños artesanos, comerciantes y ahorristas, que si no son ganados por los trabajadores, pueden ser la base social de las salidas más reaccionarias, en su desesperación frente a los saltos que se prevén de la crisis. Un programa que tenga como norte los Estados Unidos Socialistas de Europa. Esta es la única perspectiva progresista frente a los dos planes burgueses que se disputan el futuro (y no tan futuro) de la UE…” (11).

 

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