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Partido de los Trabajadores Socialistas
    Buenos Aires   |  27 de marzo de 2024
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Carlos Soria y el kirchnerismo
Por: Facundo Aguirre

29 Sep 2011 |

El triunfo del Frente para la Victoria en Río Negro consagró a Carlos Soria como gobernador. Cabe decir que Soria es uno de los responsables políticos e ideológicos -junto con Eduardo Duhalde, Alfredo Atanasof, Jorge Matzkin, Jorge Vanossi, Carlos Ruckauf, Juan José Alvarez, Felipe Solá y el entonces ministro duhaldista Aníbal Fernández- de los asesinatos planificados de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en la Masacre de Puente Pueyrredon el 26 de junio del 2002.

Un reaccionario de pura cepa

Cuando Eduardo Duhalde se alzó con la presidencia, Carlos Soria fue nombrado jefe de la SIDE y desde ahí, mediante la infiltración de las asambleas piqueteras, promovió los informes que sustentaban que era necesario ponerle coto a los movimientos sociales en lucha mediante una represión aleccionadora. Las fuerzas de la Bonaerense, encabezadas por el comisario Alfredo Franchiotti, fueron el brazo ejecutor de un plan político que tenía por fin asestarle un golpe decisivo al movimiento piquetero para reforzar la autoridad de Duhalde en el poder. Por entonces el gobierno vivía una situación delicada, acosado por las movilizaciones que pedían el “que se vayan todos” y por la acción de los movimientos de trabajadores desocupados. La devaluación -que había licuado las deudas de los grandes grupos capitalistas locales y pulverizado los salarios de los trabajadores- empujaba a la mitad de la población a la pobreza y la indigencia. No está de más recordar que ante aquellos hechos Clarín devolvió las gentilezas de la licuación de las deudas titulando al otro día de los asesinatos “La crisis se cobró dos nuevas muertes”.
Soria tuvo que renunciar a su cargo como consecuencia de la salida a luz del accionar criminal de la represión estatal y del movimiento popular que ganó las calles, lo que obligó a Duhalde a retirarse anticipadamente del poder.

Posteriormente se comprobó que durante la represión en Puente Pueyrredon, Franchiotti había recibido reiteradas llamadas desde la SIDE, lo que muestra la coordinación entre la policía y los servicios de inteligencia en el operativo.

Pero además, durante su papel como el “Señor 5” -nombre que en la jerga se le da al jefe de la SIDE- la actual presidenta CFK denunció a Soria por mandarla a espiar. A Soria se lo acusa también por encubrimiento en la causa AMIA, por su papel como presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales, Justicia y Juicio Político en sus tiempos de diputado menemista. Fue en ese entonces cuando además se opuso públicamente a los pedidos de extradición de los genocidas hacia España, que hizo el Juez Garzón, y al procesamiento por sustracción de menores contra Jorge Rafael Videla. Una perlita extra que lo pinta de cuerpo entero es que Carlos Soria solía cenar con el criminal de guerra nazi Erik Priebcke, responsable de la masacre de las fosas Ardeatinas durante la ocupación alemana de Italia.

La campaña electoral de Soria tuvo al tema de la seguridad como uno de sus ejes. Con el slogan “Hay que poner orden”, afirmaba que bajo su gobierno se perseguiría a los delincuentes y presentaba a la “mano dura” bajo el eufemismo de “mano firme al Estado de Derecho”.
(http://www.soria2011.com.ar/index.html). El problema es que la “mano firme” del Estado rionegrino tiene un brazo ejecutor que hace de la corrupción y el gatillo fácil una práctica cotidiana. Recordemos que la policía de Río Negro es responsable del asesinato del pibe de 15 años Diego Bonefoi, en Bariloche, en junio de 2010 lo que provocó una pueblada brutalmente reprimida por esta misma fuerza. Los uniformados rionegrinos pueden estar tranquilos, Soria fue quien reintegró a la Bonaerense a los cesanteados por causas penales cuando fue Ministro de Seguridad en la provincia de Buenos Aires, dando marcha atrás con las reformas de Arslanian después del caso Cabezas.

Las “potencias oscuras” del “proyecto nacional y popular”

En los festejos de la victoria de Soria estuvieron presentes Amado Bodou, Florencio Randazzo y Miguel Picheto en representación del gobierno nacional. Que este personaje nefasto encabece las listas del FPV sólo se explica por la existencia de un pacto de impunidad que permite que Soria -y los otros responsables de la Masacre de Avellaneda- se encuentren libres. Un verdadero golpe a los familiares de Kosteki y Santillán, a los movimientos sociales y de derechos humanos que luchan por el juicio y castigo de los responsables políticos e intelectuales del crimen de los compañeros.

El lamento de los progresistas K por los aliados indeseables de Cristina Fernández es pura chantada. Fue precisamente su papel cubriendo “por izquierda” al gobierno y celebrándolo como máximo defensor de los “derechos humanos” el que permitió el reciclaje de ex menemistas y duhaldistas en dirigentes del “proyecto nacional y popular”. La supuesta colonización del pejotismo por el kirchnerismo no fue otra cosa que su rendición ante los poderes fácticos del peronismo: los barones de las provincias, que como Insfrán en Formosa, asesinan a los Qom para entregar las reservas aborígenes a los terratenientes. Lo mismo puede decirse de Barrionuevo en Jujuy cuya policía asesina trabajadores sin techo para defender a la patronal genocida de los Blaquier; de los punteros de la mazorca bonaerense que, como Otacehé, apalearon (al igual que los Kirchner en Santa Cruz) a las asambleas populares de Merlo en 2002; de la burocracia sindical de los Moyano, del ex agente de inteligencia y entregador de activistas durante la dictadura Gerardo Martínez de la UOCRA, de la Unión Ferroviaria, donde se concentran los restos del pedracismo, responsables del crimen de Mariano Ferreyra; o de las diversas policías y fuerzas de represión que comparten los negocios mafiosos y el manejo territorial con los dirigentes pejotistas.

Lo único que colonizó el kirchnerismo fue a parte importante de los movimientos de derechos humanos, comenzando lamentablemente por la Asociación Madres de Plaza de Mayo de Hebe de Bonafini a la que terminó deslegitimando, haciéndola parte de la corrupción pública; y a los movimientos sociales que se transformaron en un engranaje de la administración clientelar de la pobreza por el Estado capitalista. Todos estos movimientos fueron utilizados a partir del 2003 para permitir que el gobierno kirchnerista contara con un manto de legitimidad original que no tenía debido a la enorme fragilidad que por entonces vivía el régimen político, o en 2008 convirtiéndose en fuerza de choque frente al lock out de las patronales agrarias para dibujar la resolución 125 como una gesta anti-oligárquica.

Sin embargo el cristinismo actual se plantea como superación de los aspectos populistas del kirchnerismo original, como fuerza institucional, como un bonapartismo de la caja cuya novedad son los arribistas de La Cámpora como burócratas del Estado burgués, y necesita cada vez menos de los viejos aliados sociales y hasta se da el lujo de ponerle un límite a las aspiraciones de los burócratas sindicales. CFK se presenta ante la burguesía como garante de sus intereses, ofreciéndoles la alianza profunda con las “potencias oscuras” que anidan en el pejotismo como garantía de orden. Los Soria, los Ishi y los Insfrán, junto a la Cámpora es lo que tiene por ofrecer el cristinismo. O dicho en las palabras de Soria: “Necesitamos que CFK sea presidenta el 23 de octubre, es el gran paraguas que nos cobija” (Página 12, 27/09). Mejor síntesis, imposible.

 

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