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UN COMENTARIO AL LIBRO ¿QUIEN MATO A MARIANO FERREYRA?
Periodismo urgente (y necesario)
Por: Demian Paredes

07 Apr 2011 |

Al poco tiempo que Pedraza –burócrata de la Unión Ferroviaria- quedara preso, apareció ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? (Bs. As. Ed. Norma), del periodista Diego Rojas. Allí se encuentran reportajes, varias investigaciones y una reconstrucción de los hechos del 20 de octubre pasado, cuando una patota de la UF atacó a los tercerizados y la izquierda que intentaron cortar las vías en reclamo de pase a planta permanente de los tercerizados.

El ataque donde asesinaron a Mariano Ferreyra y dejaron baleadas a tres personas.

En 26 capítulos se intercala diversa información: por una parte, los lazos humanos (familiares, amistosos) del joven del PO, de 23 años, sus actividades cotidianas, sus responsabilidades militantes y ambiciones que quedaron truncadas por el crimen; momentos de lectura dolorosa. Por otro, Rojas da cuenta del sistema de tercerización laboral, “invento” del neoliberalismo en los ’90, con el objetivo de reducir los costos en personal y aumentar ganancias. Y, dentro de este sistema, el rol de la burocracia sindical transformada en socia mediante el manejo de empresas “de servicios”, donde el salario del obrero siempre es muchísimo más bajo que el de convenio.

Se recuperan muchos datos que se fueron haciendo esporádicamente públicos en la prensa burguesa, develando los vínculos de funcionarios como Tomada (ministro de Trabajo), Noemí Rial (viceministra) y Esteban Righi, quienes fueron asesores legales de la UF por años. Al igual que el uso de barrabravas (Favale, Sánchez) como fuerza de choque.
Y también se recupera El Obrero Ferroviario, revista oficial de la UF: la de enero de 2010 relata la visita que hicieron Cristina Kirchner y Hugo Moyano, titular de la CGT, a la reinauguración de un centro cultural.

Pedraza dijo: “Compañera presidenta, nosotros acompañamos su gobierno, y seguiremos acompañándolo”. Y Cristina: “Mostrémosle a todos cuál es este modelo de organización sindical que cree que lo más importante no es destruir sino conseguir mejoras para sus trabajadores”; agregando que ella era “una profunda admiradora de este movimiento sindical”.

En síntesis, explotación laboral y millonarios negocios fue lo que llevó a la burocracia a atacar, a los balazos, a la izquierda. Balazos que contaron con la complicidad de la policía, como reconoce la fiscal Camaño: “Hay un policía que filma, y de esa filmación surge cuando llega Cristian Favale con el grupo. Se supone que cuando los ferroviarios salen corriendo [a atacar], se le acaba la batería. Vuelve a filmar cuando los ferroviarios regresan”. “La policía ferroviaria, que está en las vías, puede estar en connivencia con los hechos. Los celulares que usan se los da la Unión Ferroviaria, los conocen de todos los días. Dicen las transmisiones: ‘Expectantes, expectantes. Esperemos, no hagas nada’”.

Rojas dedica un capítulo al modus operandi de la burocracia: patotas contra los opositores. Pero omite señalar que esto cobra más bríos a medida que se desarrolla el “sindicalismo de base”, como fue el artero ataque al delegado de la VolksWagen de Córdoba, Sergio Folchieri, o la expulsión del SMATA de la misma provincia, del delegado Hernán “Bocha” Puddu, quien se negó a avalar despidos de trabajadores contratados y hoy está despedido. Otra ausencia notoria, clave para entender la saña asesina de la burocracia de la UF, es la de la Agrupación Bordó del Ferrocarril Roca. Con un trabajo paciente de organización y lucha de años, los compañeros, que organizan en común a efectivos y tercerizados, fueron clave en el desarrollo de la lucha que finalmente terminó con el pase a planta de la gran mayoría de los tercerizados.

Pese a ello, el libro tiene aciertos y hallazgos. Como la entrevista a Pedraza poco antes de su detención. Allí dice que participó del acto progubernamental de Moyano en River, y más: “Después del 20 de octubre hablé con Julio de Vido, con Juan Pablo Schiavi, con Tomada”, mostrando intactos sus vínculos con el kirchnerismo. Y respecto a un activista, vocero de los tercerizados, dice: “¡Un delincuente estuvo en el corte!”, “¡Activista no fue nunca! Ahora aparece hablando como vocero. Un tipo violento. ¡No quiere laburar!”, mostrando así toda su hipocresía y un profundo odio de clase contra los obreros que no agachan la cabeza y son democráticos y combativos.

Para finalizar, un fragmento respecto a la vida que segó la burocracia: “Era un pibe joven que, probablemente, tenía todas las experiencias del mundo por vivir, pero que había tomado, sin embargo, algunas decisiones vitales respecto a su presente. Se consideraba a sí mismo un revolucionario, un militante socialista, un conspirador –si fuera necesario- y se habría ofendido si lo hubieran llamado ‘idealista’, porque estaba convencido de que había bases materiales concretas y que, más tarde o más temprano, los trabajadores argentinos harían la revolución”.

Aunque Mariano no era de nuestra organización, lo consideramos un compañero propio, con los mismos intereses y objetivos –los que tenía nuestro joven camarada fallecido recientemente en un accidente, Polo Denaday-: luchar por que la clase trabajadora construya su propio partido revolucionario, en Argentina y en el mundo, y termine con la explotación capitalista, poniendo en pie Estados obreros que comiencen la construcción de una nueva sociedad, socialista. Los más altos objetivos a los que puede aspirar todo ser humano sensible –e indignado, insoportablemente indignado- ante las barbaries a que nos somete el sistema.

 

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