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Partido de los Trabajadores Socialistas
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El colectivismo burocrático, el capitalismo de estado y la teoría del estado “ni obrero ni burgués”
02 Oct 2010 |

Ante la degeneración estalinista de la Unión Soviética, surgieron principalmente dos corrientes – el colectivismo burocrático y el capitalismo de Estado- que propusieron definiciones alternativas a la definición de Trotsky de la URSS como un estado obrero degenerado, en la que nos basamos los marxistas revolucionarios para considerar a Cuba un estado obrero deformado.

El colectivismo burocrático afirmaba que la burocracia estalinista se había transformado en una nueva clase explotadora, incluso más eficaz que la propia burguesía, aunque no poseía los medios de producción sino sólo los administraba por su posición en el control estatal.

El capitalismo de Estado, cuyo principal referente es el SWP británico, sostenía que el capitalismo ya se había restaurado en la Unión Soviética en 1928 y que la burocracia era garante de la acumulación capitalista. Esa definición del carácter de clase del Estado soviético llevó a estas corrientes a adoptar una postura antidefensista de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial, mientras que programáticamente habían abandonado la defensa de la propiedad nacionalizada como base de un programa de revolución política para derrocar a la burocracia.

El colapso de los regímenes estalinistas de 1989-1991 dejó al desnudo que ambas teorías eran absolutamente falsas. La transformación de sectores de la burocracia en capitalistas, a partir del robo y el saqueo de la propiedad pública, demostró contra la concepción colectivista burocrática, que la burocracia no era una nueva clase social, sino una capa diferenciada cuyos privilegios surgían de la administración del estado y que su programa era transformarse en propietarios de los medios de producción.

Por su parte, los partidarios del capitalismo de Estado se vieron en la difícil situación de tener que justificar teórica y políticamente que la restauración del capitalismo en la ex URSS, Europa del Este y China no produjo ningún cambio histórico ni fue una derrota de magnitud, porque esos estados ya eran capitalistas y sólo sufrieron un cambio de “modelo” de un capitalismo estatal a un capitalismo privado.

Esta corriente se demostró completamente estéril y fue incapaz de plantear que había una alternativa para enfrentar a la burocracia restauracionista, al negarse desde la década de 1930 a levantar un programa de revolución política.

A pesar de que estas teorías alternativas se demostraron equivocadas y llevaron a claudicar desde el punto de vista programático a los planes de restauración capitalista, hoy el Nuevo MAS argentino, revisando tardíamente la concepción “objetivista” de Nahuel Moreno, ha adoptado una teoría subjetivista que lo ha llevado a postular nuevamente la existencia de Estados “burocráticos”, sin ningún contenido de clase definido, surgidos de revoluciones “antiimperialistas” y “anticapitalistas” que al no haber sido dirigidas por partidos obreros revolucionarios ni haber llevado al desarrollo de órganos de democracia obrera, aunque expropiaron a la burguesía, no configuraron estados obreros deformados. Para el Nuevo MAS, ya no las direcciones pequeño burguesas y/o estalinistas nacionales, sino las mismas revoluciones de posguerra y los estados surgidos de ellas basados en la expropiación y la liquidación de los capitalistas, de ninguna manera abrían la posibilidad de la transición al socialismo, aunque extrañamente los considera formaciones sociales “progresivas”.

En el caso de Cuba, el Nuevo MAS, tomando algunos conceptos de S. Farber, inventa una curiosa teoría en la que la dirección del Movimiento 26 de Julio y de la guerrilla no tenía ningún carácter de clase y que en última instancia, la expropiación de la burguesía fue producto de las características de “caudillo populista” de Fidel Castro.

El Nuevo MAS se olvida que el Movimiento 26 de Julio, como ala izquierda del nacionalismo pequeño burgués radical de la Juventud Ortodoxa, expresaba la extendida radicalización de las capas medias de la sociedad, que al ver obturado todo espacio legal de participación electoral, se volcaron a la lucha armada contra la dictadura de Batista. Esto se expresaba en la existencia de distintas organizaciones armadas surgidas esencialmente del movimiento estudiantil y las clases medias urbanas, a las que luego se incorporan sectores campesinos. Mientras que la clase obrera, que había sufrido una importante derrota a comienzos de la década de 1930, seguía dirigida mayoritariamente por el estalinista Partido Socialista Popular que colaboraba con la dictadura.

Aunque ya en 1955 los trabajadores concentrados en el sector azucarero protagonizaron una importante huelga que tomó un carácter político y a fines de 1958, los cinco días de huelga permiten terminar de dislocar al estado burgués y el ingreso triunfal de las columnas guerrilleras el 1 de enero de 1959, la clase obrera cubana nunca jugó un rol hegemónico en la revolución dirigida por un partido-ejército pequeño burgués, con un programa limitado de reforma agraria y recuperación de la democracia.

Mientras que para el Nuevo MAS, basado en consideraciones sociológicas abstractas, la revolución cubana vendría a confirmar una teoría de “revolución cualquiera” que termina generando un estado “burocrático” sin ningún contenido social preciso, para los marxistas no hizo más que confirmar la mecánica de la revolución permanente: efectivamente, el programa pequeño burgués nacionalista radical del Movimiento 26 de Julio se demostró completamente utópico y al poco tiempo, con la presión imperialista y de un movimiento de masas alentado por el triunfo obtenido, se vio obligado a expropiar al capital norteamericano, a los terratenientes y a la burguesía local, y a establecer el monopolio del comercio exterior, es decir, a establecer una economía de transición aunque burocráticamente planificada.

En su concepción subjetivista, el Nuevo MAS es incapaz de reconocer que la liquidación de las clases explotadoras y la nacionalización de los medios de producción, aunque en sí mismos no signifiquen el socialismo, son su condición necesaria. Por eso es partidario de una “nueva revolución” en lugar de levantar un programa consecuente de revolución política para la isla.

 

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