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Partido de los Trabajadores Socialistas
    Buenos Aires   |  27 de marzo de 2024
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Defender las conquistas de la revolución, contra el bloqueo imperialista y los planes de restauración de la burocracia
02 Oct 2010 |

En el marco de una importante crisis de la economía cubana, que está sintiendo los efectos de la crisis capitalista internacional y de la continuidad del bloqueo imperialista, el presidente Raúl Castro anunció ante la Asamblea Nacional del Poder Popular una serie de medidas económicas, entre ellas, la reducción de la plantilla de empleados estatales, la construcción de complejos turísticos de lujo, la autorización para abrir pequeños negocios (la mayoría bajo la modalidad aplicada hasta ahora de alquilar los locales a sus empleados, aunque el Estado conserva la propiedad), y la posibilidad de emplear mano de obra.

El objetivo del gobierno cubano es reducir el abultado déficit fiscal mediante un ajuste que incluye el despido de 500.000 trabajadores del estado durante el primer trimestre de 2011 y la reubicación de estos trabajadores en actividades privadas, ya sea como cuentapropistas, cooperativistas o empleados. Con esta supuesta “reestructuración de la fuerza de trabajo”, a su vez, se van generando las condiciones para que se desarrolle un mercado laboral que aún no existe en la isla, a pesar de las reformas procapitalistas que, con distintos ritmos, se vienen introduciendo desde el período especial. A esto se suman los recortes presupuestarios y de subsidios que ya se vienen implementando como la eliminación paulatina de los comedores obreros y los recortes en la libreta de racionamiento. Estas medidas van acompañadas de un discurso reaccionario contra el “igualitarismo” y el “paternalismo estatal” como raíz de los males de la economía.

Estos anuncios ocurren poco tiempo después de que Raúl Castro decidiera liberar a 52 disidentes políticos detenidos durante la llamada “primavera negra” de 2003. La liberación de estos presos políticos fue parte de la negociación abierta con la Iglesia Católica y el Estado Español, tras la crisis desatada por la muerte del detenido Orlando Zapata Tamayo, seguida por la huelga de hambre del periodista opositor Guillermo Fariñas, hechos que fueron usados por Estados Unidos y la disidencia interna proimperialista para reforzar la presión sobre el régimen para avanzar hacia la restauración capitalista.

Ante la perspectiva de que la deteriorada salud de Fariñas precipitara una crisis interna y perjudicara aún más las relaciones internacionales del estado cubano, principalmente con el gobierno español que encabeza las negociaciones para que la Unión Europea (UE) abandone la llamada “posición común” de sanciones y restricciones comerciales a la isla, Raúl Castro decidió recurrir a los “oficios mediadores” de la Iglesia católica local, lo que encontró una buena respuesta por parte del arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega.

La Iglesia ha desarrollado una importante organización interna, con publicaciones y seminarios desde donde sus economistas exigen abiertamente “reformas estructurales”, y mantiene múltiples lazos con partidos cubanos capitalistas en el exilio y con los gobiernos imperialistas. Como en la década de 1980 lo hizo en Polonia, será un actor clave en cualquier plan de “transición” negociada con el régimen hacia una apertura capitalista gradual.

Estos cambios anunciados por el gobierno coincidieron con la reaparición pública de Fidel Castro después de cuatro años de ausencia y con sus declaraciones a un medio norteamericano de que el “modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros”, lo que fue interpretado como un apoyo de Fidel al rumbo tomado por su hermano, Raúl, y también una señal hacia los sectores del Partido Comunista Cubano (PCC) y la burocracia estatal, sobre todo aquellos ligados a los nuevos negocios, que estarían presionando por acelerar el avance hacia el capitalismo y que podrían desencadenar una lucha interna con consecuencias impredecibles para el régimen.

Desde hace cincuenta años el imperialismo norteamericano está tratando de derrotar la revolución cubana que aún simboliza la avanzada de la lucha contra la opresión y la explotación en todo el continente. Su defensa es parte indisoluble de la lucha de los trabajadores y las masas populares del continente contra el imperialismo, las decadentes burguesías locales y por la revolución social en toda América Latina.

Es una tarea de primer orden para quienes nos reivindicamos marxistas revolucionarios levantar un programa claro y una estrategia para derrotar los planes de restauración capitalista, ya sea que estos busquen imponerse por la vía de la “reacción democrática” alentada por el imperialismo, siguiendo el ejemplo de la ex URSS o los estados obreros deformados de Europa del Este; o bajo el control de la burocracia gobernante, pretendiendo emular el “modelo chino o vietnamita”.

Si la restauración del capitalismo en la ex URSS, Europa del Este y China reforzó la ofensiva neoliberal profundizando el retroceso de la clase obrera y la crisis de la perspectiva de la revolución socialista, el triunfo de la restauración capitalista en Cuba significaría, sin ninguna duda, una derrota de gran magnitud para los trabajadores, los campesinos y los sectores explotados de la región y abriría las puertas a una política más agresiva del imperialismo en toda América Latina. La defensa activa de las conquistas de la revolución cubana contra el imperialismo y los planes restauracionistas de la burocracia, significa nada menos que la lucha contra esta perspectiva.

 

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